En el intento de explicar nuestras inflexiones del Sistema Político
venezolano, creamos, ya hace siete años, una estructura que dimos en llamar Sistema de Conflictos. Desde la
definición de Conflicto Político como
aquel que nace de la confrontación por
las ideas políticas, sus contenidos, sus constructos orgánicos devenidos en
ideologías y aquellos que, simultáneos o no, resultasen de la lucha por el
poder político, derivamos una interpretación sistémica que dimos en llamar,
reiteramos, Sistema de Conflictos,
definiendo a esta categoría como “…conjunto
de conflictos interactuantes e intersectados (o que el devenir pudiese llegar a
hacer intersectar), con estructuras comunes, relaciones interdefinidas, que generan su auto-organización con una
finalidad común....” .
Desde ambas perspectivas, conceptuamos entonces al Sistema de Conflictos Políticos, como aquel conjunto de conflictos de naturaleza política, interactuantes e
intersectados, con estructuras comunes, relaciones interdefinidas (por los
propios conflictos), que generan además su auto-organización con una finalidad
común. La situación entre gobierno y oposición, que vivió sus momentos más
difíciles en el año 2002 y se ha recrudecido (dominado por la perturbación)
desde el fallecimiento del Presidente Chávez en 2013, la evasión del referendo
revocatorio y el drama previo de recolección de firmas en 2014, se ha
intensificado con las perturbaciones originadas por variables endógenas y
relativas a los exabruptos electorales cometidos por el gobierno desde 2015. Llegando
a su momento más difícil entre abril y agosto de 2017, se encrespa de nuevo con
la situación irregular que se vivió el domingo 20 de mayo y en la que resultara
re-electo el Presidente Maduro. En términos de nuestro modelo, el Sistema de Conflictos Políticos rota con
particular intensidad al interior del Sistema Político actual, sobrecargándolo
de perturbación.
Definimos entonces también el Sistema
de Conflictos Socioeconómicos en el mismo orden, esto es, como aquel conjunto de conflictos de naturaleza
socioeconómica, interactuantes e intersectados, con estructuras comunes,
relaciones interdefinidas (por la naturaleza de los propios conflictos de
impronta económica y social), que generan su auto-organización con una
finalidad común. La situación de crisis económica que se inició en 2008,
cuyas advertencias fueron desoídas por el sector oficial, incluso desde sus
propias filas; se intensificó en 2013, con la caída de los precios petroleros,
la devaluación monetaria y la errática política económica del gobierno de Maduro,
configura un Sistema de Conflictos
Socioeconómicos que rota a gran velocidad al interior del Sistema Político y que, desde febrero de
2017, se ha intersectado con el Sistema de
Conflictos Políticos, creando un cuasi Sistema
de Conflictos de alto nivel de perturbación tanto interna al propio Sistema
de Conflictos como externa hacia el Sistema Político que los contuviese.
Hemos sostenido, de igual modo teóricamente, la existencia de un Sistema de Conflictos Civiles-Militares que,
como su nombre lo indica, está
configurado por el conjunto de conflictos entre civiles y militares o solamente
al interior del sector castrense, que al igual que los otros dos sistemas
referidos, resulta de los conflictos
civiles-militares, interactuantes e intersectados, con estructuras comunes,
relaciones interdefinidas (por la naturaleza ínsita de los conflictos
civiles-militares), que, una vez más, generan su auto-organización con una
finalidad común. Las recientes detenciones, las que se han llevado a cabo
desde mediados de 2017; todas las que, clandestinamente o no, han ocurrido desde
enero de 2018 y las aún más recientes de los últimos tres días, denotan el incremento
de la velocidad de rotación perturbadora al interior del Sistema de Conflictos Civiles Militares.
Otro supuesto teórico que comporta nuestro modelo es aquel que sostiene la
posibilidad de la intersección de los tres sistemas, volvemos a reiterar, en
una finalidad común y por efecto de la acumulación de entropía (la medida del
des-orden), finalidad que puede traducirse en la liberación inmediata de la
cantidad acumulada de energía perturbadora, insoportable al Sistema Político. Esa
finalidad común se ve encarnada en la búsqueda de la trascendencia del Sistema
Político más allá de su Umbral de
Inestabilidad, esto es, el punto en el que el Sistema Político no es capaz
de soportar un grado más de perturbación y que, conforme las prescripciones de
la Teoría del Caos, se conoce precisamente como Caos, es decir, el punto de
máximo des-orden.
Los Sistemas de Conflictos no
buscan su intersección “voluntaria”.
Es la entropía en su interior la que escruta, por equilibrio sistémico, su
coincidencia, precisamente por disponer de estructuras interconectadas, que terminan induciendo relaciones comunes de definición propia y que impelen a los tres
sistemas a compartir lo que podríamos llamar un destino común. El hambre, la
inflación, la arbitrariedad política; la imposición por la fuerza de modelos no
totalmente compartidos mayoritariamente; líderes formales, además no carismáticos, imponiendo por la vía violenta de la jerarquía más que por el liderazgo natural, puntos de vista
unilaterales; la corrupción y la amenaza, hacen que los tres sistemas se
encuentren en una vorágine de perturbación que termina por convertirlos en un
solo Sistema de Conflictos intersectado y
en rotación entrópica al interior del Sistema
Político, cuyas fronteras comienzan a desdibujarse respecto de aquellas del
Sistema de Conflictos.
Por segunda vez desde 1998, el Sistema
Político que crease el Presidente Hugo Chávez, bajo el nombre de Revolución Bolivariana y en el contexto
de una ideología nunca definida explícita y claramente, bautizada como
Socialismo del Siglo XXI, está sujeto a la máxima perturbación endógena bajo la
influencia, igualmente perturbadora, de un Sistema
de Conflictos complejo, completo, intersectado y en rotación entrópica, que
lo hace transitar, inexorablemente, rumbo a su propio Umbral de Inestabilidad. El
máximo des-orden pudiese estar presente en algún momento, según se vaya
agudizando la influencia de las variables perturbadoras.
Más allá de ese umbral, imposibilitado el Sistema Político actual de contener dentro de sus fronteras al Sistema de Conflictos en plena rotación,
sobrecargado de entropía, termina por trascender, dando origen a dos
estructuras sistémicas: un Sistema
Político nuevo, triunfante, con nuevos equilibrios y su sistema de conflictos
seminal, que, inevitablemente, nace con él, y otra estructura subyacente,
derrotada, que pudiese permanecer en ese estado de latencia o imbricarse de
algún modo, al través de alguno de sus elementos constituyentes, con la nueva
estructura triunfante para iniciar un nuevo camino, alcanzando en ese devenir distintos
equilibrios sistémicos.
El devenir venezolano inexorable, pletórico de cargas, equilibrios, sobrecargas
de perturbación, umbrales de inestabilidad, caos, trascendencias y nuevas
estructuras sistémicas, parece estarse verificando de nuevo en estos días que
corren, tal cual ocurriese, en nuestra historia contemporánea, en 1945, 1948,
1958, 1962, 1992 y 2002, siendo particularmente refractarios el Sistema Democrático Liberal, específicamente
en los años 1958 (7 de septiembre), 1962 (Mayo y Junio, Carupanazo y Porteñazo)
y 1992 (rebeliones militares del 4 de febrero y 27 de noviembre); y en sus
prolegómenos, la Revolución Bolivariana en 2002 (11 y 12 de abril). Definimos
como “refractarios” a los sistemas
políticos que habiendo llegado a las cercanías de su umbral de inestabilidad,
logran trascender el equilibrio perturbador, sin dar origen a nuevas
estructuras sistémicas, pero generando un nuevo equilibrio dentro de su propia estructura, mediante la consecución y uso
de recursos propios para tal fin.
No sabemos si este Sistema Político que bautizasen como Revolución Bolivariana,
sin personalidad ideológica propia, con su verdadero líder carismático desaparecido,
bajo un liderazgo errático colegiado, además con graves fracturas a lo interno,
siga exhibiendo la condición refractaria que tuviese a lo largo de su
existencia en estos últimos cuatro lustros. Cuarenta y seis años de duración
tuvo el Sistema Político Militar que
nació con el “Liberalismo Restaurador”
del General José Cipriano Castro Ruiz; continuó con “La Rehabilitación” del General Juan Vicente Gómez Chacón y la “Transición” del General Eleazar López
Contreras, culminando en la “Modernidad”
del General Isaías Medina Angarita. Tres años de vida, exhibió aquel primer ensayo democrático “revolucionario” de los “adecos trienales”. Diez, el Sistema Político Militar Nacionalista,
entre un magnicidio, juntas variopintas de gobierno y un Nuevo Ideal Nacional. Y, finalmente, cuarenta años el “Sistema Democrático Liberal Capitalista” segundo
ensayo democrático venezolano, nacido bajo el liderazgo carismático
incuestionable de Rómulo Betancourt.
Si resulta cierto lo que dicen algunos físicos teóricos, respecto del
tránsito actual “más rápido” del
tiempo como dimensión, llegando a ser, posiblemente, el tiempo presente hasta
el doble “más veloz” que el tiempo pasado,
en estos “tiempos políticos actuales venezolanos” si la Democracia Liberal
tocó su fin en cuarenta años, la roja Revolución Bolivariana, creación de
nuestro último líder carismático dominador Hugo Chávez Frías, epítome del
Socialismo Sur-Americano del Siglo XXI, devoradora de hombres e ideas y,
actualmente, de dólares, comida y medicinas, pudiese estar llegando a su
postrer lamento. Pero eso es lucubración y toda lucubración es, en cierta
medida, sueño y como decía Pedro Calderón de La Barca: “…los sueños, sueños son…” ¿O no?...