La evidencia empírica pareciese
confirmar que todo gobierno en Venezuela, al menos desde que somos República,
nace bajo la “sombra” de la asonada
y, por ende, al acecho de los conspiradores, sobre todo si se trata de gobiernos
“de facto”. En este orden de ideas, entre 1945 y 1958, en Venezuela se
vivió un proceso que no deja de ser interesante. El 18 de octubre de 1945 un
gobierno “de jure” fue sustituido por
un gobierno “de facto”. Ese gobierno “de facto” terminó entregándole el mando,
en 1948, al gobierno que surgió de la constitucionalidad de 1947, siendo en
consecuencia aquel que recibe “de jure”.
El
24 de noviembre de 1948, el gobierno “de
jure” que surgiese en 1947, es sustituido por un gobierno “de facto”. Y en 1953, en virtud de la
constitucionalidad creada entre 1952 y 1953, surge un gobierno “de jure” que, el 23 de enero de 1958,
por abandono del cargo del “Presidente
Constitucional de la República”, es sustituido por un gobierno “de facto”. De manera que entre 1945 y
1958, el gobierno de Venezuela pasa de una situación “de facto” a una situación “de
jure” y de una situación “de jure”
a una situación “de facto”. Una
suerte de ritmo pendular que se detuvo, aparentemente, a finales de 1962 y
hasta comienzos de 1992, sí se considera el tiempo de la insurrección armada
guerrillera más como un conflicto militar de baja intensidad, que como una
conspiración de naturaleza civil-militar.
En todo caso, el “Gobierno Provisorio” de 1958, “de facto” en su origen, no fue la
excepción del período. El 23 de julio de ese año y luego el 7 de septiembre con
mayor intensidad, fue objeto de dos asonadas. La primera, el 23 de julio,
acaudillada por el propio Ministro de la Defensa de entonces, el General Jesús María
Castro León, a quien sus compañeros de armas apodaran entonces “El Cabo”. Como una muestra del “oficio paralelo” que Castro León (según
el Contralmirante Larrazábal) ha tenido desde que egresó de las aulas de la
Escuela de Aviación Militar[1],
el díscolo oficial intenta una vez más “tomar
el poder político”.
Descendiente directo del General
Cipriano Castro, más específicamente, siendo su nieto, el General Castro León
hizo parte de cuanta conspiración, asonada (o intento de ella) se hiciese
pública (o fuese soterrada) al interior de las Fuerzas Armadas. En esta
oportunidad, estuvo a punto de involucrar a buena parte de la oficialidad de la
institución armada, en un momento dónde la ausencia de Pérez Jiménez (quien se
habría marchado intempestivamente de Venezuela como solía decir la letra de una
afamada canción peruana más reciente “sin
adiós, ni despedida”), hubiese dejado un “vacío militar y presidencial” que Castro León acaso se creyese con
legítimo derecho de llenar, aun estando de acuerdo todo el Alto Mando Militar (aquel
que había terminado formándose, a saber, el Coronel Pedro José Quevedo, el
Coronel Roberto Casanova, el Coronel Abel Romero Villate y el Coronel Carlos
Luis Araque) en escoger al Contralmirante Larrazábal para que ocupara el cargo
de Primer Mandatario Nacional, en virtud de ser entonces el oficial de más alto
rango, más antiguo y en servicio activo para la madrugada del 23 de enero de
1958.
Castro desoyó esa voz y pretendió
prorrumpir en el escenario, por medio de la fuerza y en uso de su proverbial
impostura golpista, a los pocos meses de instalada la Junta de Gobierno, tras
una “crisis militar” que se le
presentase al Gobierno Provisorio. “Puesto
a buen recaudo”, renuncia a la cartera de defensa y abandona el país[2].
Repetirá su “periplo conspirativo”, en
1960 y por última vez en su vida. Su temperamento levantisco lo llevará a los
brazos de la muerte: morirá preso en el Cuartel San Carlos, en
circunstancias que algunos autores consideran obscuras.
La segunda, la del 7 de septiembre de 1958, tiene por detrás al Coronel Hugo Trejo y como caras visibles al Teniente Coronel Juan de Dios Moncada Vidal, a los Mayores Hely Mendoza Méndez y Luis Alberto Vivas Ramírez, así como entre otros oficiales subalternos, a los Tenientes Manuel Silva Guillén y Víctor Gabaldón. Se trata de una insurrección del batallón de Policía Militar que involucra, además, elementos de la Policía Municipal de Caracas. Trejo no participó directamente porque había sido “convenientemente” designado por Larrazábal “Embajador de Venezuela en Costa Rica”, el 27 de abril de ese mismo año, a resultas de lo cual el “inquieto” militar hubo de salir del país “raudamente” para cumplir su “diplomática” misión. Es esta la asonada a que (por su magnitud y parecido con otra más reciente) nos referiremos en detalle en las próximas líneas.
En la madrugada del 7 de
septiembre, el Coronel Pedro José Quevedo, oficial del Ejército miembro de la
Junta de Gobierno, recibe una llamada telefónica del Coronel Rafael Arráez
Morles, Jefe de la Policía de Caracas, en la que le informa “…que efectivos de la Escuela de Policía de
El Junquito se habían desplazado sobre Caracas por orden del Director de dicha
Escuela, Mayor Luis Alberto Vivas Ramírez y al mando del Teniente Manuel Silva
Guillén, con el objeto de tomar las radiodifusoras y como inicio de una
rebelión armada.”[3]
Arráez Morles es claro: se está iniciando una rebelión y es armada.
Más tarde, luego de las 0330 horas, el Coronel Arráez Morles informa al Coronel Quevedo, quien en el Palacio Blanco ya se encuentra con los Doctores Numa Quevedo, Ministro de Relaciones, y Julio Diez, Gobernador del Distrito Federal, que las radiodifusoras han sido rescatadas por unidades de la Policía Militar, poniendo bajo arresto a los alumnos de la Policía Municipal que estaban custodiando las instalaciones de esos medios. El Coronel Quevedo se ha puesto en contacto con otros mandos militares del país, así como con el Coronel Marco Aurelio Moros, Comandante General del Ejército, para determinar la magnitud de la insurrección. Sin embargo, llama poderosamente la atención del oficial trujillano que sean, precisamente, las tropas de la Policía Militar, las que hayan rescatado las radiodifusoras, si aún los alumnos de la Escuela de Policía no se habían aproximado a sus objetivos, según información que el mando militar consultado le hace llegar.
Es así como el Coronel Quevedo se
apercibe que se trata de una “maniobra de
diversión” para confundir a los mandos militares leales a la Junta. El
Doctor Numa Quevedo relata: “La
situación, sin duda, aparecía sumamente confusa y peligrosa por cuanto se
desconocía el verdadero alcance del movimiento militar…”[4]
Estando en las cavilaciones propias del momento y en el acometimiento
simultáneo de las coordinaciones militares respectivas, el Teniente Víctor
Gabaldón, al mando de una unidad de tanques, rodea el Palacio Blanco y conmina
a rendición a los miembros de la Junta allí reunidos, so pena de bombardear la
instalación si no recibe respuesta en minutos. Ante la negativa de los
ocupantes de Palacio de rendirse, el Teniente Gabaldón insiste y el Doctor
Quevedo relata: “Por dos veces más el
oficial rebelde insistió en la rendición y en actitud agresiva dirigió los
cañones de los tanques contra el edificio, diciendo haber reconocido ya la
nueva Junta de Gobierno y pidiendo igualmente que ésta fuera reconocida por el
Coronel Quevedo y sus asesores.”[5]
La respuesta del Coronel Quevedo es terminante: “…no hay más Junta de Gobierno que la que viene actuando desde el 23 de
enero con el apoyo del Ejército y el pueblo venezolanos. De aquí nos sacan
muertos.”[6]
El General Josué López Henríquez,
quien desde el 24 de julio de ese año ha sustituido al General Castro León en
el Ministerio de la Defensa, está “rodeado”
también en el Palacio Blanco. Y en consecuencia, narra el Doctor Quevedo: “Ante la gravedad de la situación y la
necesidad de que el Ministro de la Defensa pudiera actuar libremente en otro
Comando, el General López Henríquez pudo evadirse por el ascensor que da hacia
el garaje del Palacio y ordenó a una de las radiopatrullas que lo condujera a
sitio seguro.”[7]
El cuartel de la Policía Militar
dónde tienen origen las órdenes y movimientos de los insurrectos, a las 0500
horas de la mañana, del mismo 7 de septiembre, es finalmente recuperado por un
grupo de oficiales leales y es puesto preso el Mayor Hely Mendoza Méndez. Y
continúa relatando en Dr. Quevedo: “Ya en
poder del Gobierno el cuartel sublevado, se ordenó el retiro de los tanques que
apuntaron hacia el Palacio Blanco y ante el fracaso de la intentona, el Coronel
Quevedo se dispuso a elaborar un mensaje a la nación, informándola de lo
acontecido y particularmente del restablecimiento total del orden, todo lo cual
se había logrado a las seis de la mañana.”[8]
Pero lo que ocurrió después es lo
que tiene un interesante parecido con los acontecimientos que han ocurrido en
más recientes fechas en Venezuela y cuyos actores, reiteramos, insisten en
llamar “evento único en nuestra historia
patria”. Dejemos que sea uno de sus protagonistas, el Doctor Numa Quevedo,
quien además ha estado haciendo el relato de los hechos, quien describa los
acontecimientos a partir de las 0600 horas:
“Miles
de personas se aglomeraron frente al Palacio Blanco y ante una gigantesca manifestación
el Coronel Quevedo y los Doctores Numa Quevedo y Julio Diez, explicaron el
desarrollo de los acontecimientos y el total dominio de la situación. En igual
forma lo hicieron el Doctor Sosa y los Ministros que lo acompañaban.
Desgraciadamente, por lamentable confusión que se atribuye al descuido de un
guardia quien se le fue un disparo, hubo violentos tiroteos y ráfagas de
ametralladora, resultando, dolorosamente, muertos y heridos civiles. Luego,
entre otras cosas, por la acción de franco-tiradores apostados en edificios
cercanos al Palacio Blanco, a quienes se considera agentes del pérezjimenismo,
se produjeron otras descargas de las que surgieron más víctimas, inclusive de
la Marina y de la Policía Militar.”[9]
La
descripción del Dr. Quevedo es gráfica. Una “manifestación
gigantesca”, “ministros que se
dirigen a la multitud” lo cual implica un apoyo mayoritario de la población
a la Junta en funciones. Desgraciadamente, la “acción de francotiradores” y “un
disparo accidental” producen “ráfagas
de ametralladora” con saldo de muertos heridos que terminan empañando la
jornada, sin bajas que lamentar hasta ese momento. Pero, en medio de todos
estos acontecimientos, ¿Dónde está el Presidente de la Junta? Según relata el
Doctor Quevedo, el Almirante-Presidente viene en camino de La Guaira,
específicamente de la residencia presidencial de La Guzmania, dónde había permanecido pendiente del desarrollo de
estos aciagos eventos y “…desde dónde, en
vibrantes y emocionadas palabras, se dirigió al pueblo e impartió todas las
órdenes militares concernientes.”[10]
El Almirante
Larrazábal, arriba a las inmediaciones y luego al propio Palacio Blanco;
respecto de esas incidencias, relata el Dr. Quevedo:
“Fue
recibido por una gran manifestación popular junto con el doctor Sanabria, el
coronel Araque y los Ministros que lo acompañaban en su gira por el interior.
Dando gran muestra de fe y confianza, bajaron del automóvil y caminaron hacia
la Avenida Sucre. Allí tomaron de nuevo sus vehículos y entraron al Palacio
Blanco en medio de cerradas descargas de fusilería que nuevamente provocaban
las imprudencias señaladas.”[11]
De nuevo un conjunto de actos de
habla que remite al apoyo generalizado de la población que circunda el Palacio.
El Almirante Larrazábal es recibido por “una
gran manifestación popular” a la que el Presidente “dando gran muestra de fe” acompaña caminando por la Avenida Sucre,
aledaña al Palacio, para retomar la marcha en vehículo. “Cerradas descargas de fusilería” señalan su entrada triunfal,
ocasionando en el ínterin “las
imprudencias ya señaladas”. Y culmina su narración el Doctor Quevedo:
“Desde
el balcón del Palacio, el Contralmirante Larrazábal se dirigió al pueblo,
anunció el merecido castigo para los culpables, habló de las medidas civiles y
militares que tomaría el Gobierno, exigió calma y serenidad de ánimo, y la
multitud, que tiene fe y confianza en la palabra del Presidente de la Junta de
Gobierno, lo escuchó con entusiasmo y respeto aplaudiendo sus intervenciones.
El Contralmirante estableció contactos con todas las fuerzas militares del
país, conversó con los dirigentes políticos y sindicales y pidió luego al
pueblo que se retirara a sus casas para evitar incidentes callejeros, el cual,
como siempre, atendió al llamado del Presidente de la Junta de Gobierno.”[12]
El Presidente le habla al pueblo “desde el balcón de Palacio”, quien lo escucha
con “entusiasmo y respeto, aplaudiendo
sus intervenciones”; anuncia medidas, distribuye culpas pero exige “serenidad y calma” a ese mismo pueblo
que lo acompaña. Finalmente, les pide se retiren a sus casas “para evitar incidentes”. Previamente ha
conversado con líderes políticos y dirigentes sindicales, y establecido
contacto con las fuerzas militares. El país ha regresado a la calma. La Junta
ha triunfado y salido de la “sombra”
de una asonada más. Según el Doctor Quevedo, fundamentalmente porque la gente
tiene “fe y confianza en la palabra del
Presidente de la Junta de Gobierno”.
El país será conducido por esta
Junta de Gobierno hacia un proceso electoral que finalmente tendrá lugar el
último mes de 1958. Pero, aún en paz, habrá que establecer acciones que la
Junta (particularmente el Ministerio de Relaciones Interiores) definirá como “Medidas de Alta Policía”.Y esta asonada, así como tales
medidas, generarán “culpas y culpables”
y de esas “culpabilidades” vendrán
por retruque más “señalamientos” algunos
de los cuales se materializarán en acciones legales inusitadas pero
contundentes. De esas “culpas”,
“culpables” y sus resultados, hablaremos en nuestro próximo artículo.
Mientras, la clepsidra política sigue decantando arena del pasado, una arena de
brillos y matices sorprendentemente parecidos a aquellos de un presente
próximo. ¿Genio y figura…?
[1]
“Yo conocía desde hacía mucho tiempo a
Castro León; en Washington estuvimos juntos y tuvimos problemas, cosas que
suceden en la vida militar y de las cuales no tenemos por qué quejarnos. Castro
León fue un hombre que le gustó conspirar siempre, de teniente, de mayor, de
coronel, a Castro León le gustaba conspirar.” Entrevista realizada al
Vicealmirante Wolfgang Larrazábal Ugueto por el Capitán de Navío Jairo Bracho
Palma, en 1996 y publicada en su libro “Hombres
de Hierro” en la sección correspondiente a la biografía del Almirante
Larrazábal. Recuperado de internet en https://issuu.com/historianaval/docs/hombres_de_hierro.
[2] “Mira cabo, me has llamado dos veces, qué te
pasa”… “Almirante que estoy alzado…” Wolfgang ríe…”Cómo que estás alzado, qué
cuestión es esa, quién se va a alzar en este país, deja la tontería chico…”
Entrevista realizada por el Capitán de Navío Jairo Bracho Palma al Embajador
Carlos Tayhalrdat, quien fungiese, con el grado de Teniente de Navío, como
ayudante del Almirante Larrazábal como Presidente de la Junta de Gobierno.
Tayhlardat presenció la conversación citada. Recuperado de internet en https://issuu.com/historianaval/docs/hombres_de_hierro.
[3]
Quevedo, Numa; El gobierno provisorio. 1958. PENSAMIENTO VIVO. LIBBRERIA
HISTORIA. Caracas, 1963. Pág.200.
[4]
Quevedo…Op.Cit…Pág. 201.
[5]
Quevedo…Idem…Pág.201.
[6]
Quevedo…Idem…Pág.201.
[7]
Quevedo…Idem…Pág.201.
[8]
Quevedo…Idem…Pág.202.
[9]
Quevedo…Idem…Pág.202. Aquí sobreviene una pregunta. ¿Fueron “únicos en la historia patria” los eventos el 11 de abril de
2002? “…muertos y heridos civiles…”;
“…acción de franco-tiradores…”; “…gigantesca manifestación frente al Palacio
Blanco…”; más víctimas, inclusive personal de tropa. Militares y ministros
que se dirigen a la multitud para explicar “…el
desarrollo de los acontecimientos…”. Interesante el contenido de tales
ilocuciones…
[10]
Quevedo…Idem…Pág.203.
[11]
Quevedo…Idem…Pág.203.
[12]
Quevedo…Idem…Pág.203. De nuevo sobreviene una pregunta equivalente a la del pie
de página N°9: ¿Fueron “únicos en nuestra
historia patria” los eventos del 12 y 13 de abril de 2002? El Presidente “recibido por una multitud”; “camina
junto a la gente” y se da un baño de pueblo. Recibido entre vítores por las
tropas que lo custodian. “Establece
contacto con los mandos militares afectos”, “dirigentes políticos y sindicales que lo apoyan” y “le habla al pueblo desde el balcón de
Palacio” pidiéndole “calma y
serenidad de ánimo” y conminándolo que se retire a sus casas, para evitar
incidentes.