3 de noviembre de 2017

“De la tiranía” al “Madurociliato”: un intento científico político de caracterización.TERCERA PARTE



El “Gobierno-Maduro”: reflexiones empíricas sobre su configuración política estructural. Acerca del “Maduriciliato” y otros “atos”…

El 8 de diciembre del año 2012, el Presidente Hugo Chávez se dirige a la nación para informarle de la imperiosa necesidad de someterse a una nueva intervención quirúrgica con motivo de su ya conocida y grave dolencia. Aquella noche, el Presidente Chávez hace una petición sentida a sus seguidores en los siguientes términos:

“…el compañero Nicolás Maduro, un hombre revolucionario a carta cabal, un hombre de una gran experiencia, a pesar de su juventud; de una gran dedicación al trabajo, una gran capacidad para el trabajo, para la conducción de grupos, para manejar las situaciones más difíciles. Lo he visto, lo hemos visto (...) mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que —en ese escenario que obligaría a convocar como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales— ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón”.[1]
La unción se había completado. El problema de la “sucesión carismática” había sido “resuelto”, desde el mando, por el “líder carismático dominador”[2]. Hubo varios aspectos interesantes en aquel acto. En primer lugar los “rostros de circunstancias”. Todo parecía indicar que el Presidente Chávez ya habría conversado con quienes lo acompañaban. Estaban allí precisamente las únicas cinco opciones que tenía para ungir. El Ingeniero Rafael Ramírez Carreño, artífice y creador de la PDVSA “roja-rojita”, junto a la arquitectura financiera de una “posible guerra asimétrica de resistencia”. Elías Jaua Milano, sociólogo, atormentado desde joven por las “rupturas ideológicas conceptuales”, ex- Vicepresidente de la República, teórico de la revolución y líder de los “ideólogos jóvenes”. Jorge Arreaza Montserrat, yerno del Presidente, internacionalista, otro ideólogo, también ministro y leal a Chávez desde sus inicios en la presidencia. Y los dos más relevantes: a su diestra, Diosdado Cabello Rondón, militar de corta data, licenciado inconcluso en computación, uno de sus “pupilos predilectos” en la Academia Militar de Venezuela, dónde el Comandante Presidente fuese oficial de planta, en la oportunidad de estarse formando Cabello. Y a su siniestra, Nicolás Maduro Moros, quien siempre se autodenominó “chofer de autobús”, líder sindical a medio terminar, en pareja con la abogada Cilia Flores, ambos muy conocidos a lo interno del PSUV por sus “prestidigitaciones palaciegas” a los fines de ir, cada vez más, ocupando espacios de poder en la retícula oligárquica gobernante.

Desde nuestra perspectiva muy particular, Chávez escogió a quien, en estricto apego a la cadena de mando, le correspondía: Maduro era el Vicepresidente en funciones. Pero además, contando con una milagrosa pero larga recuperación, Nicolás Maduro hubiese sido un dócil segundo a quien indicarle que rumbo seguir, aun estando fuera de la Presidencia de la República; ningún líder carismático dominador tiene “un buen segundo capaz de sustituirlo” porque la posible “sustitución” no cabe en su mente; el segundo siempre será segundo y si intenta ser primero sin su unción, cae. Pero en la eventualidad, bien posible por cierto, de la muerte, Maduro era el único de los cinco con posibilidades de salir adelante con un mínimo de conflictos políticos tanto internos como externos. Ramírez, muy organizado y bueno en las lides de planificador, dueño de las “claves financieras ocultas”, resultaba demasiado ambicioso de dinero, además, sin arrastre popular de ningún tipo. Jaua, un teórico marxista a medio cocinar, tampoco se había preocupado por “sembrar amistades”; muy por el contrario, tenía enemigos hasta en la base del partido. Arreaza, serio y trabajador, tenía sin embargo una evidente falta de carácter; podía ser un "caballo de tiro", pero jamás "un tigre". Y Cabello, el otro extremo, se había ido maleando en el camino, organizando por una parte a sus propias “huestes militares” pero sembrando odios y venganzas por doquier, así como “lealtades peligrosas” a cambio de favores. No le quedaba más remedio y con ese voluntarismo personalista propio de todo líder carismático dominador, expuso su convicción “plena como la luna llena”: Maduro debía ser el Presidente.

Chávez murió y Maduro se preparó para una elección, tal cual lo disponía la Constitución. Todo hacía suponer que la emocionada convocatoria de Chávez, arrimaría su caudal propio de votos al ungido. El Comandante Presidente tenía (los números parecían indicarlo) un capital electoral montante en 2.8 millones de votos suguros, solos, únicos de él, que le habían proporcionado triunfo tras triunfo electoral. Y el “chavismo jerárquico oficial” ahora sí, de verdad, sin Chávez, supuso que la convocatoria postrera del Presidente, arrimaría esos votos a Nicolás Maduro. No ocurrió así; Nicolás Maduro casi pierde con el peor candidato de su contraparte política, con todo y más, eterno “revolcado” por Hugo Chávez. Los grupos de poder, que ya existían a lo interno del PSUV, se nuclearon más y levantaron “barricadas” más altas, distinguiéndose cada día, más nítidamente aquellas paredes casi infranqueables. Así las cosas, se convirtió aquel gobierno, llevado en años previos casi con exclusividad por el líder carismático,  en un “gobierno colegiado”, con un grupo pugnando por dominar y otros tratando de sobrevivir, en medio de una constante urdiembre de intrigas, promovidas desde el grupo que trataba de imponerse por todos los medios a su alcance, incluyendo recompensas, ascensos, acomodos, prebendas y negocios variopintos, aprovechándose de su condición de mando “constitucional” indiscutible: el Madurociliato.

Y cabe preguntarse ¿Qué definimos como Madurociliato? Luego del 13 de abril de 2002, la pareja Maduro-Cilia, se convirtió en una “unidad estratégica de negocios públicos” que al inicio con poca fuerza y gente, fue abriéndose camino hasta la “diestra del padre”. Luego la abogada Cilia Flores, con ocasión de su Presidencia en la Asamblea Nacional, urdió una red de amigos-familiares-allegados-prebendados en la AN, que, entre otros, el dirigente sindical psuvista venido a menos William Giménez, denunció en reiteradas ocasiones y estimó, en valores relativos, en una cantidad superior al 80% de los trabajadores de la AN.  Quizás una apreciación exagerada, da cuenta sin embargo de una conducta que hemos visto reflejada en la cantidad de familiares por vía consanguínea de la “Primera Combatiente”, en cargos públicos de importancia. A eso hay que añadir Ministros, Contralores, Tesoreros, Magistrados y hasta Generales y Almirantes “amigos y colaboradores” que hoy por hoy son “fichas directas” del Madurociliato, porque deben sus carreras y estabilidad laboral a la pareja presidencial.

De manera que por Madurociliato entendemos al grupo de poder que protegido bajo la techumbre de la pareja presidencial, han construido junto a ellos una red de complicidades y negociados que sirven a propósito de la conservación de una posición inexpugnable, así como de nódulos de información que permiten obtener, como su nombre lo indica, información privilegiada de sus contrapartes internas, de cara al manejo de los conflictos políticos propios de toda “oligarquía de hierro” existente en una organización política (Mitchel). El Madurociliato además tiene su propia agenda, sus propios informantes y sus maneras particulares de proceder. Sin ser el más grande “ato” del chavismo, se hace, cada día que pasa, más potente. El Madurociliato es el titular más poderoso de “la tiranía”, tal y como la hemos definido en este trabajo, sin que ello signifique que esta, “la tiranía”, no sea una “tiranía colegiada”.

El contrapeso del Maduricialiato es el Cabellato. Liderado por Diosdado Cabello Rondón, Primer Vicepresidente del PSUV y, por ende, “segundo” de Nicolás Maduro en el partido, no es más que un “segundo de forma” porque de fondo, Cabello controla el partido, a las UBCH (Unidades de Batalla Bolívar Chávez), un aparato de propaganda, seguidores, espalderos y sigüises, que monta más de un millón trescientas mil personas. Acaso como Ernest Rhöm en su momento en la Alemania nazi y con las SA, Cabello tiene en sus manos el poder de la movilización del PSUV. También controla a su propia “logia militar” y tiene un ascendiente indiscutible sobre buena parte de su propia promoción, al haber sido el Alferéz Auxiliar[3] en ella. Cabello ha tejido una retícula oligárquica a semejanza de Chávez, a partir de la construcción intencionada e inicial de su propia “célula pentagonal de poder[4]”. El Cabellato, también ejerce y con particular vesania, parte de la titularidad de la “tiranía colegiada”. Sin duda deben existir más “atos” dado el fraccionalismo y atomización que caracteriza  los movimientos políticos creados por el voluntarismo personalista de un líder carismático dominador, cuando este desaparece. Sin embargo, su presencia es intrascendente para este trabajo.

CONCLUSIÓN

Por todo lo anteriormente expuesto nos permitimos concluir que, desde la definición instrumental creada por nosotros en este muy breve intento de caracterización, el “Gobierno-Maduro” configura una tiranía, porque habiendo creado las leyes (algunas de ellas exhibidas como “legado supremo y eterno”), las viola, las destruye y las ignora, además con la certeza de la impunidad. Se lleva por delante sus propios sistemas de administración e incluso sus propias instituciones. Por otra parte, no es una tiranía ejercida a título personal; se trata de una “tiranía colectiva y colegiada” que ejerce el poder según el balance (positivo o negativo) de sus propios intereses, pudiendo llegar al ejercicio de la arbitrariedad por encima del contenido de las leyes, cualesquiera que estas sean. 

La titularidad de la tiranía reposa en varios grupos de poder al interior tanto del “Gobierno-Maduro” como de las estructuras políticas que lo rodean, distinguiéndose entre ellos aquel formado por la pareja presidencial venezolana y que definimos como Madurociliato  y aquel dirigido por Diosdado Cabello Rondón, primer Vicepresidente del PSUV y actual diputado a la Asamblea Nacional. Como hemos acotado, pudieran existir más “atos” pero a los fines de este intento de caracterización, no resulta trascendente su mención.

Quien sabe, en el mundo de los fenómenos macroscópicos, los eventos de la realidad son susceptibles de percepción, análisis y emisión de ciertas conclusiones; en el mundo cuántico no sabemos aún cuantos fenómenos son posibles. Acaso la Macumba cubana, hace parte de alguna clase de manejo en el mundo cuántico. Si así fuese, hacemos votos porque Raúl se marche pronto a esa dimensión y se lleve con él lo que de su parte depende en otras tierras.


[1] Recuperado de internet en http://www.albatv.org/8-de-diciembre-Dia-de-Patria-amor.html. Las negrillas son nuestras.
[2] En su texto “Sociología del Poder” Max Weber define al líder carismático y refiere que uno de los grandes problemas de las organizaciones humanas bajo la égida de aquel, es la sucesión cuando el líder desaparece, se retira, muere en combate o de muerte natural. La “unción en vida”, es el mecanismo más adecuado para evitar los conflictos de poder que inevitablemente se presentarán con la desaparición de líder carismático, porque está manifestando su “sagrada voluntad”, sentencia inapelable, indiscutible y aceptada como “legado pétreo”.
[3] Para quienes no conocen o conocen muy poco del tema militar, el Alférez Auxiliar de una Curso Militar, el último año de formación profesional, equivale al mejor segundo cadete de toda la institución, con una combinación del rendimiento académico más aventajado, espíritu militar y de cuerpo, así como conducta irreprochable.
[4] La “célula pentagonal de poder” es un concepto propio y la hemos utilizado en varios de nuestras propuestas metodológicas como categoría descriptiva. Tenemos un trabajo con ese nombre que puede hallarse en internet solo colocando “La célula pentagonal de Poder” en cualquier buscador.

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