Decía nuestro distinguido hombre
de letras venezolano Luis Manuel Urbaneja Achelpohl (1873-1937) que podía resultar toda una “auténtica peripecia” lograr entenderse
en América Hispana, dados los muchos significados disimiles que un mismo
vocablo, pudiese llegar a adquirir, en las distintas latitudes de nuestro
luengo continente. Por ejemplo “vasca”
en México y durante un tiempo, significó, ni más ni menos, lo mismo que “vómito”. De modo que si usted se le
ocurriese, acaso por halagar, decirle a una dama que tuviese “cara de bella vasca”, hubiese resultado bastante probable que recibiera
por respuesta una sonora imprecación, seguramente de la misma intensidad que la
percepción del “insulto” hubiese
tenido por parte de la dama sujeta al inocente piropo...
Ocurre un caso equivalente con un
vocablo que me he encontrado en un extraordinario texto sobre la historia de “la guerra de los tres años” (1858-1861) entre
liberales y conservadores, en el México “lindo
y querido” de la medianía del siglo XIX. Titulado “Juárez y Maximiliano. La roca y el ensueño”, fue escrito por ese
extraordinario historiógrafo, investigador y periodista Dr. Armando Fuentes
Aguirre, quien en un intento por escribir “otra
historia de México”, se hiciese muy famoso en la prensa de ese país, bajo
el pseudónimo de “Catón”, acaso en
pintoresca alusión a Marco Porcio Prisco Catón, conservador legislador romano,
defensor a ultranza de las tradiciones, algo que pareciese Fuentes Aguirre
querer hacer, respecto del papel de los conservadores mejicanos en aquella
guerra civil y en la posterior entronización de Maximiliano de Habsburgo como
emperador de México.
Se trata del vocablo “lépero”. Fuentes Aguirre se lo endilga
a cuanto malviviente (de esos típicos en nuestros predios, en todo lugar y todo
tiempo histórico), quien condenado a la pobreza más indigna, al escuchar “cantos de sirena revolucionaria”
aprovechase la ocasión para “vengarse”
de todos aquellos que luciesen, oliesen y actuasen de manera distinta a aquel.
Solazándose en su resentimiento y odio social, suele hacer “justo ejercicio de su legítima reparación” al haber sido víctima reiterada
del “oprobio y la exacción continuados”,
situaciones, claro, siempre y de manera inconfutable, culpa directa de los
agredidos, casi siempre decentes, bonitos y bien vestidos. Acaso "los vengadores revolucionarios" no mereciesen tales reparaciones, al haber sido lo peor de sus congéneres y muy
probablemente, buena parte de los agredidos, inocentes absolutos en la
generación de su sufrimiento. Llama Fuentes Aguirre “léperos” a quienes agreden o intentan agredir al General Miguel
Miramón o a su familia, distinguido y valeroso militar conservador, también
Presidente de México en apenas un instante. Pero también llama “léperos” a quienes conservadores en
apariencia, gratuitamente agreden sin cuartel a los “liberales rojos” y a
sus familias, seguidores contumaces de Benito Juárez, llegando algunos de
aquellos agresores al extremo de matar.
Cuando ocurrimos al Diccionario
de la Real Academia Española, hemos encontrado detalles muy curiosos asociados
al vocablo “lépero”. El primero y más
interesante: la palabra es estrictamente hispanoamericana. Puede que exista una
equivalente en España, pero “lépero” es,
sin la más mínima duda, vocablo nuestro por nacimiento. Lo segundo es su lugar
de residencia permanente: vive, crece y se reproduce únicamente en Costa Rica,
El Salvador, Honduras, Guatemala, México y, de retruque sureño, en Ecuador. No
pareciese existir, en tanto uso, en Venezuela, al menos en el discurso político
del siglo XIX, aún en la historia política contemporánea, según nuestra propia
exploración. En Cuba su uso es tangencial, pero tiene otro significado, según
señala el sabio DRAE y eso hace al vocablo, junto a sus significados, aún más
interesante. Veamos…
Para los mejicanos (se reitera
una vez más) según DRAE, un “lépero”
es un individuo “soez, ordinario, poco
decente”. Por soez y ordinario, acaso, entiendan los mejicanos (o hayan
entendido en tiempos pretéritos) a un individuo mal hablado y de muy malas
maneras; ocurre que hoy día es muy difícil distinguir entre el prohombre y el
gusano: las malas maneras y las palabras soeces hacen parte de la parla vulgar común, tanto de féminas como de hombres (nos parece inadecuado hablar de “damas y caballeros”, porque pocas y
pocos hoy existen, desde nuestra muy humilde forma de ver y entender). Y sobre
la “poca decencia” actualmente es
casi denominador común, sobre todo en nuestros predios partidarios de naturaleza
política. Pero, al fin y al cabo, es esa la “significación
mejicana” del “significante vocablo”
que hoy nos ocupa. Lo mismo parece ocurrir con costarricenses, salvadoreños y
guatemaltecos. Excepción hecha de los primeros, en alguna medida, los segundos
y terceros están en manos de los peores “léperos”
de América Central, tanto “arriba”
como “abajo”, según la evidencia
empírica parece demostrar.
Con los nicas, hay un par de
significados complementarios y muy gráficos, por cierto, si los allegamos a las
vecindades “orteguianas” o, tal vez, los colgamos de los “los cálidos brazos de la bruja Chayo”: además
de “soez, ordinario y poco decente”,
los nicas pudieron o pudiesen hoy utilizarlo para distinguir al “ladrón”, según DRAE, aquel “que hurta o roba” interesante duplicidad de significados, en el contexto político nicaragüense actual. Mientras, en
Ecuador, se describe a quien es “muy
pobre, sin recursos”. Hasta aquí, los significados son variados y
distintivos: un lépero es un tipo soez,
ordinario, poco decente y ladrón, quien además es muy pobre y sin recursos, si
lo miramos de forma global, según los significados disponibles y observamos al
continente como “un todo hispanoamericano
que se expresa sin bozal"
Lo curioso es el significado
cubano. En Cuba, un “lépero” es un
tipo “astuto, perspicaz”. No tengo
idea de la evolución lingüística del vocablo como para poder discernir de qué
graciosa manera, un tipo “soez, ordinario,
poco decente, ladrón y pobre”, se troca allá, en
los predios tropicales de la isla caribeña, en elemento “astuto y perspicaz”. Miles de
interpretaciones son posibles y hasta traviesas. La primera, dotada de cierta
admisibilidad, posiblemente sea que en Cuba se es siempre “tan pobre y de tan pocos recursos”, que hay que ser “astuto y perspicaz” para sobrevivir,
experiencia que, en virtud de la omnímoda presencia cubana en nuestras actuales
vidas, estamos aprendiendo a vivir los venezolanos. Lo segundo, que los Castro
hayan “intervenido” también en el
cambio de la interpretación, toda vez que “lo
soez, lo ordinario y lo poco decente, junto a lo ladrón” son “gracias que adornan a los neo castro
comunistas”, englobando todas estas características como rasgos inequívocos
de la “astucia” o la “perspicacia” olivarda rauliana, hoy vestida de burda civilidad a lo "Canelo". Y, finalmente, que se
puede ser “soez, ordinario, poco decente
y ladrón” disfrazando tales características con suficiente “astucia o perspicacia”, mediante el uso de un muy eficiente, eficaz y
efectivo aparato de propaganda político-ideológica, inoculada (la propaganda) mediante el uso “persuasivo y convincente” de la
tortura, la desaparición y la muerte. Interesante: cosas del castellano en
América Hispana, sobre todo esta en la que habitamos hoy día, las naciones auto proclamadas con rimbombante teatralidad "Socialistas" … ¡¡Cosa
más grande, caballero y caballera!!!…