30 de julio de 2019

Peripecias castellanas: del “lépero mejicano” al “lépero cubano”…


Decía nuestro distinguido hombre de letras venezolano Luis Manuel Urbaneja Achelpohl  (1873-1937) que podía resultar toda una “auténtica peripecia” lograr entenderse en América Hispana, dados los muchos significados disimiles que un mismo vocablo, pudiese llegar a adquirir, en las distintas latitudes de nuestro luengo continente. Por ejemplo “vasca” en México y durante un tiempo, significó, ni más ni menos, lo mismo que “vómito”. De modo que si usted se le ocurriese, acaso por halagar, decirle a una dama que tuviese “cara de bella vasca”, hubiese resultado bastante probable que recibiera por respuesta una sonora imprecación, seguramente de la misma intensidad que la percepción del “insulto” hubiese tenido por parte de la dama sujeta al inocente piropo...

Ocurre un caso equivalente con un vocablo que me he encontrado en un extraordinario texto sobre la historia de “la guerra de los tres años” (1858-1861) entre liberales y conservadores, en el México “lindo y querido” de la medianía del siglo XIX. Titulado “Juárez y Maximiliano. La roca y el ensueño”, fue escrito por ese extraordinario historiógrafo, investigador y periodista Dr. Armando Fuentes Aguirre, quien en un intento por escribir “otra historia de México”, se hiciese muy famoso en la prensa de ese país, bajo el pseudónimo de “Catón”, acaso en pintoresca alusión a Marco Porcio Prisco Catón, conservador legislador romano, defensor a ultranza de las tradiciones, algo que pareciese Fuentes Aguirre querer hacer, respecto del papel de los conservadores mejicanos en aquella guerra civil y en la posterior entronización de Maximiliano de Habsburgo como emperador de México.

Se trata del vocablo “lépero”. Fuentes Aguirre se lo endilga a cuanto malviviente (de esos típicos en nuestros predios, en todo lugar y todo tiempo histórico), quien condenado a la pobreza más indigna, al escuchar “cantos de sirena revolucionaria” aprovechase la ocasión para “vengarse” de todos aquellos que luciesen, oliesen y actuasen de manera distinta a aquel. Solazándose en su resentimiento y odio social, suele hacer “justo ejercicio de su legítima reparación” al haber sido víctima reiterada del “oprobio y la exacción continuados”, situaciones, claro, siempre y de manera inconfutable, culpa directa de los agredidos, casi siempre decentes, bonitos y bien vestidos. Acaso "los vengadores revolucionarios" no mereciesen tales reparaciones, al haber sido lo peor de sus congéneres y muy probablemente, buena parte de los agredidos, inocentes absolutos en la generación de su sufrimiento. Llama Fuentes Aguirre “léperos” a quienes agreden o intentan agredir al General Miguel Miramón o a su familia, distinguido y valeroso militar conservador, también Presidente de México en apenas un instante. Pero también llama “léperos” a quienes conservadores en apariencia, gratuitamente agreden sin cuartel a los “liberales rojos”  y a sus familias, seguidores contumaces de Benito Juárez, llegando algunos de aquellos agresores al extremo de matar.

Cuando ocurrimos al Diccionario de la Real Academia Española, hemos encontrado detalles muy curiosos asociados al vocablo “lépero”. El primero y más interesante: la palabra es estrictamente hispanoamericana. Puede que exista una equivalente en España, pero “lépero” es, sin la más mínima duda, vocablo nuestro por nacimiento. Lo segundo es su lugar de residencia permanente: vive, crece y se reproduce únicamente en Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala, México y, de retruque sureño, en Ecuador. No pareciese existir, en tanto uso, en Venezuela, al menos en el discurso político del siglo XIX, aún en la historia política contemporánea, según nuestra propia exploración. En Cuba su uso es tangencial, pero tiene otro significado, según señala el sabio DRAE y eso hace al vocablo, junto a sus significados, aún más interesante. Veamos…

Para los mejicanos (se reitera una vez más) según DRAE, un “lépero” es un individuo “soez, ordinario, poco decente”. Por soez y ordinario, acaso, entiendan los mejicanos (o hayan entendido en tiempos pretéritos) a un individuo mal hablado y de muy malas maneras; ocurre que hoy día es muy difícil distinguir entre el prohombre y el gusano: las malas maneras y las palabras soeces hacen parte de la parla vulgar común, tanto de féminas como de hombres (nos parece inadecuado hablar de “damas y caballeros”, porque pocas y pocos hoy existen, desde nuestra muy humilde forma de ver y entender). Y sobre la “poca decencia” actualmente es casi denominador común, sobre todo en nuestros predios partidarios de naturaleza política. Pero, al fin y al cabo, es esa la “significación mejicana” del “significante vocablo” que hoy nos ocupa. Lo mismo parece ocurrir con costarricenses, salvadoreños y guatemaltecos. Excepción hecha de los primeros, en alguna medida, los segundos y terceros están en manos de los peores “léperos” de América Central, tanto “arriba” como “abajo”, según la evidencia empírica parece demostrar.

Con los nicas, hay un par de significados complementarios y muy gráficos, por cierto, si los allegamos a las vecindades “orteguianas”  o, tal vez, los colgamos de los “los cálidos brazos de la bruja Chayo”: además de “soez, ordinario y poco decente”, los nicas pudieron o pudiesen hoy utilizarlo para distinguir al “ladrón”, según DRAE, aquel “que hurta o roba” interesante duplicidad de significados, en el contexto político nicaragüense actual. Mientras, en Ecuador, se describe a quien es “muy pobre, sin recursos”. Hasta aquí, los significados son variados y distintivos: un lépero es un tipo soez, ordinario, poco decente y ladrón, quien además es muy pobre y sin recursos, si lo miramos de forma global, según los significados disponibles y observamos al continente como “un todo hispanoamericano que se expresa sin bozal"

Lo curioso es el significado cubano. En Cuba, un “lépero” es un tipo “astuto, perspicaz”. No tengo idea de la evolución lingüística del vocablo como para poder discernir de qué graciosa manera, un tipo “soez, ordinario, poco decente, ladrón y pobre”, se troca allá, en los predios tropicales de la isla caribeña, en elemento “astuto y perspicaz”. Miles de interpretaciones son posibles y hasta traviesas. La primera, dotada de cierta admisibilidad, posiblemente sea que en Cuba se es siempre “tan pobre y de tan pocos recursos”, que hay que ser “astuto y perspicaz” para sobrevivir, experiencia que, en virtud de la omnímoda presencia cubana en nuestras actuales vidas, estamos aprendiendo a vivir los venezolanos. Lo segundo, que los Castro hayan “intervenido” también en el cambio de la interpretación, toda vez que “lo soez, lo ordinario y lo poco decente, junto a lo ladrón” son “gracias que adornan a los neo castro comunistas”, englobando todas estas características como rasgos inequívocos de la “astucia” o la “perspicacia” olivarda rauliana, hoy vestida de burda civilidad a lo "Canelo". Y, finalmente, que se puede ser “soez, ordinario, poco decente y ladrón” disfrazando tales características con suficiente “astucia o perspicacia”, mediante el uso de un muy eficiente, eficaz y efectivo aparato de propaganda político-ideológica, inoculada (la propaganda) mediante el uso “persuasivo y convincente” de la tortura, la desaparición y la muerte. Interesante: cosas del castellano en América Hispana, sobre todo esta en la que habitamos  hoy día, las naciones auto proclamadas con rimbombante teatralidad "Socialistas" ¡¡Cosa más grande, caballero y caballera!!!…