12 de agosto de 2017

Venezuela y el Sistema Político Cubano: relato de un estupro (II)

El Sistema Cubano. Breve reseña histórica, identificación y caracterización.

Sin pretender hacer una larga reláfica acerca de la historia política cubana, resulta sin embargo menester imprescindible hacer algunas precisiones acerca del devenir político de la isla, luego del reconocimiento de su independencia por parte de los Estados Unidos en 1906, condición absurda pero tristemente real: Cuba fue uno de los  “trofeos” obtenidos por el poderoso vecino del norte, en su guerra bufa con el entonces moribundo y decadente imperio español. Una guerra provocada por los americanos, mediante la voladura del navío de guerra Maine, en la bahía de La Habana y del cual culpasen directamente a los españoles (pudiendo años más tarde demostrarse, en investigaciones sucesivas, ser producto de un acto intencionado de sabotaje, perpetrado por manos criminales desde el interior del buque), fue  alimentada por las campañas guerreristas de la prensa amarillista (especialmente del complejo de prensa del editor  Randolph Hearst) dejando a su fin, tras una victoria contundente de los americanos, las posesiones insulares de las Filipinas, Cuba y Puerto Rico.

En el tiempo histórico que media entre 1908 y 1958, Cuba tuvo 20 presidentes; 10 de ellos definidos como “constitucionales”, en razón de haber sido electos o nombrados con arreglo a algún texto constitucional vigente en la ocasión de su ascensión al poder, y 10 de ellos de naturaleza provisoria, interina o de facto. Dos de esos gobiernos correspondieron a dictaduras sangrientas, corruptas y criminales, ambas coludidas con organizaciones hamponiles de contrabandistas y asesinos. La primera lo hizo con contrabandistas y criminales a su servicio, actuando como asesinos por encargo; la otra con miembros distinguidos de organizaciones criminales internacionales como la llamada “Comisión” de Nueva York y que presidiese Salvatore Lucania, mejor conocido como Lucky Luciano.

Se trató de las dictaduras de Gerardo Machado y Fulgencio Bastista; la primera comenzando como “gobierno constitucional electo” y culminando (1929-1933) en una feroz dictadura. La segunda iniciándose en un golpe de Estado contra el Presidente Constitucional electo, Carlos Prío Socarrás y acaudillada por Fulgencio Batista, el sargento devenido en coronel virtud también de la sempiterna peripecia golpista que dominara su carrera militar. De manera que, entre Tomás Estrada Palma, primer Presidente de Cuba Libre y Manuel Urrutia Lleó, primer Presidente de la Cuba Revolucionaria (esta misma de hoy), pasaron 18 primeros mandatarios más, en marchas y contramarchas de sistemas políticos amañados, caracterizados por la corrupción generalizada; la presencia criminal como instrumento de violencia política; el fraude electoral como práctica comicial; y la siempre poderosamente presente identidad de intereses norteamericanos con los gobiernos “electos” o “impuestos”. Acaso de ahí provenga el “arrastre humillante” en unos y el “odio inveterado”  en otros hacia la bandera de las “barras y estrellas”.

También y de nuevo en un mismo “acaso” porque habría que probarlo formalmente, haya provenido ese afán por la “estabilidad política”, expresada en un Estado fuerte, formal y organizado, al servicio de la población en general y no de una oligarquía nacida a la sombra de un gobierno y de una riqueza fruto más del cohecho y la expoliación, que del trato comercial honesto, mediante la obtención acumulativa de bienes por la vía del trabajo creador. Para cuando Fidel Castro y sus “barbudos” entran a La Habana, el 8 de enero de 1959, esa parece ser la expectativa general. Al verlos tan jóvenes, con sus uniformes harapientos y sus armas herrumbrosas, en transportes de toda índole y hasta a pie, un aura de “libertadores de pueblo” rodeó a aquella muchachada. Y los momentos eternizados en las gráficas de prensa y los noticieros de cine, ensalzan a Fidel y sus acompañantes, a bordo de blindados (Fidel, Huber Matos, Camilo Cienfuegos y el Negro Almeida), como los “futuros creadores de la estabilidad por la que tanto hemos luchado” dirá un artículo de prensa. Pero Fidel hubo de robarse el show; días antes habían entrado otras columnas guerrilleras de su mismo “Movimiento 26 de julio” y otras varias de también otros movimientos políticos en armas como “La Quinta del Escambray” y el “Directorio Revolucionario”. La N°8 del “Movimiento 26 de julio”, al mando del Comandante Ernesto “Che” Guevara, se estaciona en el habanero Cuartel de La Cabaña, mientras la gente de la Quinta y el Directorio se “estacionan” en hoteles de primera o en las lujosas vecindades de Miramar y el Vedado.

Algo huele mal en estos comportamientos y para finales de 1959, se han producido diversos acomodos al interior del poder gobernante, así como en las habaneras calles de rumba. Los “barbudos” son ahora los abusivos. Pretenden apropiarse de viviendas, vehículos y comercios de lujo. Entran, beben y se van si pagar de los lujosos cabarets. El periodista José Pardo Llada que terminará por muchos años al servicio de la Jefatura de Prensa del “Comandante en Jefe”, narra como una noche el afamado “Tenor de las Antillas”, René Cabell (cuyo nombre real fuese Rene Cabezas), dedica en uno de sus actos un bolero que gustase mucho a Prío Socarrás, de quien fuera amigo personal, siendo abucheado con vulgaridades por un grupo de barbudos presente. René, ignorándolos, obsequió a la audiencia con una de sus más brillantes interpretaciones de aquel recordado número tan admirado por Prío. Al final de la pieza, los barbudos intentaron su aprehensión por el desafío, siendo persuadidos por el dueño del nocturno local. Ese incidente resolvió la salida de Cabell de su Cuba natal. Cabell fue por muchos años empresario de espectáculos en Colombia y Director de Variedades del Hotel Tequendama en la ciudad de Bogotá. Murió en Colombia casi a la novena de abriles. Jamás volvió a Cuba.

El Movimiento 26 de Julio liquida a sus rivales políticos. Asesina, encarcela y expulsa a sus contrapartes políticas de toda índole. Fortalece al Partido Comunista Cubano, al ser esta organización leal absolutamente a las disposiciones del ahora autodenominado “Gobierno Revolucionario”. Al interior del mismo movimiento, la dupla Fidel y su hermano menor, Raúl, hacen una razzia de todo aquel dirigente incómodo o capaz de hacerles “sombra”. Comienzan por el prestigioso y carismático Camilo Cienfuegos. Muere “misteriosamente” en un accidente aéreo; la aeronave que él mismo tripula explota en el aire; extrañamente, nadie lo observa abordarla. Un tiempo más tarde lo hacen Faure Chomón y Antonio Santiago, muertos en combate “contra los bandidos” como hacen llamar a quienes enfrentan a la Revolución. Mucho antes Huber Matos es encarcelado por “insubordinación” (se dice que la primera fricción entre Camilo y Fidel se da por esta detención) y Eloy Gutiérrez Menoyo un cubano español que lucha en la Sierra, es declarado “enemigo” del Estado. Para finales de 1959, Fidel ha hecho modificar la Constitución hecha una vez por ellos y esta modificación le concede, por su vía ejecutiva, más poder al Primer Ministro, posición que él ocupa y convierte al Presidente de Cuba en una suerte de “jarrón chino”: sirve al único propósito de adornar.

Toca a Oswaldo Dorticós este triste papel, hasta que, en 1976, la Constitución es modificada de nuevo para crear el Consejo de Estado, eliminar las figuras de Primer Ministro y Presidente, y fusionarlas a la de Presidente del Consejo de Estado, cargos que, por supuesto, terminan recayendo en Fidel Castro. Es el final de un largo camino desde el Cuartel Moncada, donde en aquel asalto fallido se hiciese figura conocida (allá en un lejano 26 de julio de 1953), a este que lo convierte “de derecho” en algo que ha estado ejerciendo “de hecho” desde que Camilo hizo de almuerzo de tiburones; el Ché se trocó en estatua cerúlea en una escuelita perdida en los Andes Bolivianos; Antonio y Faure comida de hormigas y grandes combatientes como Universo Sánchez, se entregasen inconscientes a la embriaguez y la vida disipada, por aquellas veleidades incontrolables del poder: “el dueño y señor de Cuba”. Las sombras de Machado y de Batista parecen reflejarse por paradoja en el maderamen de la lujosa oficina del socialista Comandante en Jefe. No hay remedio: de casta le viene al perro. Raúl es fiel  y permanece adosado como “la cola al can” y Ramiro Valdés, hechura casi niño del Che, se hace la vista gorda, entra en la jugada y se convierte en eficiente y eficaz verdugo. El Negro Almeida, Ortuzi (u Ortuckzi), Machado Ventura etc., etc., etc., “hacen parte de la moña, mi hermano, de la moña…”. El Sistema Político estable, formal y con orden se ha instalado al fin en Cuba. Desde 1959 hasta 2017, Cuba ha tenido 4 Presidentes, 2 de adorno, Urrutia Lleó y Dorticós, 2 de hecho, derecho y acción: Fidel y Raúl Castro.

Pero cabe preguntarse ¿Qué clase de Sistema Político existe en Cuba? ¿Cómo lo urdieron Fidel y Raúl? Vayamos tras las respuestas a esas preguntas. Fidel fue el “supremo constructor de lo político-ideológico” desde 1959 hasta 1986. Raúl lo ha sido del aparato político, militar y represivo, junto a la inteligencia cubana. Más recientemente ha urdido el sistema económico pero ¿Cómo es de hecho? Basándose en un discurso político marxista, socialista y revolucionario (según opinión de un servidor más por conveniencia que por convicción), Fidel hubo de buscar aliados en otras potencias durante la Guerra Fría, luego de haberse enfrentado abiertamente a los intereses norteamericanos en Cuba, que cooptaban prácticamente todas las actividades comerciales e industriales en la isla, con franco demérito de la población en general y el aprovechamiento casi exclusivo de unas oligarquías cubanas corruptas que se “remozaban” cada vez que había cambio de gamonal. No pudieron lograrlo con Castro; enemigo acérrimo de los americanos, posiblemente desde el derrocamiento de Grau San Martín, urdido desde la legación diplomática de esa nación (y del que Fidel joven fuese partidario), Castro siempre buscó romper la dependencia de su antillana isla de la fuerza gravitatoria de su gigante planetario del norte. Luego del intento fallido de Bahía de Cochinos, Fidel se echó en brazos de los rusos, creando un remedo soviético de Sistema Político en la isla, confirmado con vehemencia mediante la declaración del “carácter socialista de la Revolución Cubana”.

Un Sistema Político marxista leninista y revolucionario, con una economía de planificación centralizada, única ideología, único partido, único gobierno sin variabilidad representativa. Una Nomenklatura gobernante de la cual hacen parte solo la alta jerarquía del Partido Comunista y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Una burocracia funcionarial de gobierno que proviene de las organizaciones de base del partido y de las organizaciones sindicales, políticas y sociales controladas por aquel, garantizan el ascenso económico y social solo de los más fieles y, en consecuencia, del disfrute de privilegios cada vez más escasos, que hacen de la población en general “una caterva de fieles borregos” porque no servir al Sistema Político “te condena al hambre y la exclusión”. La caracterización del disidente como “enemigo interno” y del “imperialismo” como enemigo externo, permite la ubicación de las penurias en el “otro” y las posibles y muchas ineficiencias del Sistema Político, en las acciones “traicioneras” de esos enemigos, tanto externos como internos, es decir, una suerte de un “querer el bien común” pero no poder “lograrlo” por las “acciones destructivas del enemigo”.

El “Bloqueo Norteamericano” se convirtió en el esperado momentum para justificar una cada vez más cerrada sociedad, en permanente “estado de guerra”, lo que disparó el racionamiento de bienes básicos, imposible de ser disminuido por una cada vez mayor improductividad interna aunado a una redistribución de los escasos recursos disponibles para destinarlos a un expansivo gasto militar y policial. Esa realidad aplastante, convirtió al Ministerio del Interior (MININ) en un poderoso “tramitador de incentivos” y por ende “controlador de la cada vez más escasa actividad  económica”, digitando así, igualmente, una cada vez más anquilosada movilidad social. Desde el comienzo del llamado “Período Especial” hasta su final ya avanzado el tiempo sobre el filo del siglo XXI, Fidel se hizo cada vez más viejo y más incompetente para el ejercicio del poder y, por el contrario, Raúl, quien había estructurado el Estado, entrenado relevos y fortalecido el Ministerio del Interior, junto a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, había adquirido una invaluable experticia para el manejo de su feudo antillano.

Así asumió definitivamente el Poder Ejecutivo, al convertirse en Presidente del Consejo de Estado, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y Secretario General del Partido Comunista de Cuba. Economía, sociedad e ideología, se pusieron al servicio de Raúl y sus proyectos, marchando inexorablemente hacia un destino contradictorio que los chinos parecen haber demostrado en la praxis socialista: “la etapa superior del socialismo no es el comunismo, es el Capitalismo de Estado…”

Raúl ha construido en pocos años un Sistema Político que conservando el discurso político marxista revolucionario, organiza sin embargo la economía sobre la base de un cada vez más creciente capitalismo de Estado, donde la Nomenklatura no es solo política, ahora lo es social y económica (asemejándose más a una oligarquía económica y política de las que tenían durante sus primeros cincuenta años de historia independiente), al convertir a los altos mandos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en empresarios, grandes administradores financieros y comerciales, así como asesores de inversiones internacionales en la isla. GAESA, el poderoso grupo empresarial militar cubano, tiene amplias inversiones en hotelería, establecimientos comerciales, importaciones, registros comerciales, transporte marítimo y terrestre, así como en la escasa minería de la nación antillana. Su burocracia funcionarial (suerte de clase media cubana), proviene de los sindicatos controlados por el MININ o las FARC, así como de las propias filas profesionales de las FARC, convirtiendo su pertenencia en una opción segura de ascenso a privilegios a los que la población común, jamás podría tener acceso. Es ese el Sistema Cubano real, el mismo que, gracias a los alcahuetes locales, pretende “acostar” a Venezuela y tomarla “a la fuerza” tantas veces como su “libido por la supervivencia” le exija cabalgarla. El “trapo” más bien “el bombillo rojo” está encendido: la morena venezolana está amarrada al catre.









6 de agosto de 2017

Venezuela y el Sistema Político Cubano: relato de un estupro. (I)

Introducción.

Venezuela se encuentra en unas de esas encrucijadas que le ha impuesto en su devenir, la historia política de este tiempo. La evidencia empírica parece sugerir que nuestra Patria está a punto de entrar en la “ocupación” de hecho (mampuesta por el “derecho”), de un sistema político y por ende económico y social, que en alguna medida le es nuevo pero no extraño: el Sistema Cubano. El presente artículo pretende explicar los aspectos históricos, políticos y económicos que han precipitado esta suerte de “estupro político-económico-ideológico” que, con la alcahuetería de factores nacionales (hecho que a lo largo de nuestra historia política, parece haber sido reiterado), ha sido consumado, aún a pesar de la resistencia de unos cuantos venezolanos que, en la flor de su edad o apenas en su retoño púber, terminaron entregando la vida en las calles de nuestras ciudades y pueblos.

No siendo un artículo científico y tampoco de opinión, es sin embargo una pieza escrita hecha por quien ha dedicado buen parte de su vida a la investigación de nuestra historia política nacional y ha obtenido en ese camino la honrosa distinción de un título doctoral sobre la materia. En tal sentido, sus argumentaciones están fundamentadas y no carecen de base científica comprobada, además de comprobable. En estos tiempos de obscuridad, deseamos ofrecerlo como tea para el camino, duro y pedregoso que nos espera. Alea jacta est.


Los Sistemas Políticos en Venezuela. Noventa años de experimentos (1898-1998). El poder de la inercia.

En 1898 comienza el cese de la turbamulta civil a saco y puñal. Los últimos caudillos regionales caen o terminan plegándose al “castrismo compadreril” reinante. El General José Cipriano Castro Ruiz y su compadre, el General Juan Vicente Gómez Chacón, se hacen del poder político y baten en el camino a sus últimos enemigos quienes, en un último aldabonazo, intentan tumbar la puerta de palacio con fuerza. Son los banqueros y los petroleros norteamericanos, que tratan de imponerse en una montonera bien armada, bautizada por paradoja “Revolución Libertadora”, sin lograr finalmente su cometido. La acaudilla un banquero que más que a pólvora, huele a la afamada agua de colonia de Roget & Gallet. Se trata de mal llamado “General” Manuel Antonio Matos. Muerden el polvo de la derrota en la batalla de La Victoria y se entroniza, en 1902 y a pesar de un bloqueo internacional, lo que parece nuestro primer sistema político del siglo XX: el Sistema Político Militar. Positivista y liberal, trata de construir una nación bajo la égida comteana de “orden y progreso”.

En 1908, Castro abandona Venezuela aquejado por una “polinefritis ascendente” esto es, una infección, entre renal y urinaria, producto de tanto cabalgar virginidades, algunas reales y otras fingidas, acaso, alguna de estas últimas, dotada de virtudes blenorrágicas o sifilíticas más que vestales. Castro busca en Alemania (como todo mandatario venezolano, años más tarde, que se precie de tal, remedio a sus males en la medicina de otras latitudes), cura para los males derivados de tanto  quehacer genital.  Pero una cosa si es cierta, el Sistema Político Militar positivista y liberal, logra el silencio de las carabinas y junto a esa paz bajo amenaza, organizar un Ejército Nacional, iniciar un sistema de carreteras entre las principales ciudades del país y entender un poco a la Hacienda Pública Nacional así como a la Administración Pública, como organismos consustanciales al funcionamiento organizado del Poder Público, expresión concreta del ejercicio del poder del Estado. Posiblemente más obra concreta de los “Doctores” que les sirven, que del pensamiento de ellos mismos, es sin embargo una suerte de avance después de tanta montonera, pólvora y sangre.

En ese 1908 se instala en el poder con mando único y universal, el General Juan Vicente Gómez Chacón. Un golpe incruento lo coloca en la Primera Magistratura Nacional. Ese diciembre, hay más que hallacas y jamón de Virginia en la casa del General Gómez. Hay una legión de “Doctores” que le son afectos y que pretenden la “Rehabilitación de la Patria”. Precisamente de allí derivará uno de los grandilocuentes motes con los que se conocerá  al andino General, antes sumiso compadre, contimás capador de gatos: El Gran Rehabilitador. Pero una cosa sí es definitivamente cierta: Gómez continúa una obra de gobierno que apunta al “orden con progreso”. El Sistema Político Militar, positivista y liberal, sigue su curso, ahora con mayor velocidad y combustible: el ingreso petrolero.

Corresponde a Gómez la institucionalización del Ejército Nacional, más como instrumento fundamental en el sostenimiento de su poder que como modernización de la institución armada, pero institucionalización al fin. Además, la consolidación de la “institucionalidad pública” y la promoción, aunque incipiente, de un sector comercial y tímidamente fabril, aun cuando él y su amplia camarilla de acólitos, gobierneros, adulantes y espalderos, terminen siendo “socios obligados” de los emprendedores, más que compañeros coadyuvantes en la empresa. 27 largos años está El Benemérito en el poder y solo La Parca podrá liberarlo de las “pesadas cadenas del mando”.

Sobreviven al General Gómez, dos militares más, el General Eleazar López Contreras y el General Isaías Medina Angarita. Pupilo el segundo del primero y el tercero hombre de incuestionable buena reputación en el Ejército y Marina nacionales, ocupan alternativamente la Primera Magistratura Nacional entre los años 1935 y 1945. Siendo el primero hombre culto y de letras, y el segundo de la misma materia prima, pero además de alto sentido civilista, toca a ambos la difícil tarea de introducir a Venezuela al siglo XX. Habiendo vivido en solución de continuidad un siglo XIX republicano, que se inicia en 1830 y termina en 1935, es en 1936 que la República de Venezuela inicia su camino hacia su propia Modernidad. Gómez y Medina no solo consolidan una administración pública al servicio de la nación, sino hacen del Ejército Nacional y de la Marina de Guerra, Fuerzas Armadas de hecho pero aún no de Derecho. El Sistema Político Militar, positivista y liberal, es transformado por López y Medina en Sistema Político Militar Capitalista, logrando con ello la idea de una “República” más allá del simple feudo de un hombre y de su familia.

Pero mucha agua ha corrido bajo el puente desde 1898 y el Sistema Político Militar se agota, casualmente en sus propias filas y, desde hacía mucho tiempo atrás, en la calle; pero no lo hace en todas las calles, sino específicamente en aquella por las que transitan los intelectuales y artistas, esto es, los profesionales liberales, los poetas y escritores, los pintores, es decir, aquellos que son más del pensamiento que de la acción, más de la creación que del hecho subalterno, mundano y cotidiano. Y es en ellos dónde prende la mecha de ese “revolucionarismo retórico” que más tarde se hace acción política.

Se expresa aquella opinión en prensa y radio; se hace sindicato y luego partido, para convertirse más tarde en movimiento de masas. En 1943 la corriente se hace procelosa y no obstante los importantes avances en materia política, económica y social que el Sistema Militar Capitalista ha prodigado al país, en 1945, concretamente el 18 de octubre, una rebelión militar (el seno mismo del sistema político gobernante), obliga al General Isaías Medina a renunciar. Para el día siguiente da sus primeros gemidos un nuevo sistema político: el Sistema Democrático Representativo, “revolucionario” pero capitalista, contrario al discurso socialista (casi marxista revolucionario) con el que se ha venido expresando.

Tres años apenas “sobrevive” esta experiencia. Logra el voto universal, directo y secreto de toda la población mayor de 18 años, para la elección del Primer Mandatario Nacional y los cuerpos deliberantes; el trabajo como un derecho constitucional; el Seguro Social obligatorio; un Plan Nacional de Viviendas y otro Plan Nacional de vialidad terrestre. Funda la primera flota nacional para el comercio y se reservan grandes espacios para el desarrollo de una industria minera nacional. Se elabora un plan nacional de educación y dentro del plan nacional de viviendas, se contemplan un conjunto de acciones para el aumento sustantivo de la infraestructura de asistencia médica rural, en el marco de una amplia política de salud pública, así como de educación nacional, entre otras muchas mejoras, hasta ahora casi desconocidas por la población más vulnerable, acaso, como hoy, la población mayoritaria. Pero, en ruta paralela, la corrupción, el tráfico de influencias, el cohecho y la concusión, como en todos los años anteriores, desde que viéramos la luz como República, terminan haciendo añicos  toda la obra de gobierno y en 1948, en una madrugada de noviembre, da boqueos inexorables el Sistema Democrático Representativo Revolucionario, mientras entre dolores de parto y apremios de bayonetas, nace el Sistema Militar Nacionalista, capitalista y desarrollista a ultranza.

Una remozada idea de “orden con progreso” viene vestida con trajes estampados de verano y sonrisa fluorescente de neones gringos, acompañada de un “handsome” americano, a quienes sirve de custodia un militar edecán venezolano, también de elegante uniforme y nuevas ideas. El Gobierno es cosa de las Fuerzas Armadas y “somos nosotros, los hombres de uniforme” los que sabemos cuál debe ser  el ideal de país y, con ellos al mando, se inicia el camino de un nuevo sistema, que conoce de una Junta Militar; luego, según la parla popular, asesinado por ellos mismos su Presidente en funciones, deviene en una Junta a secas; y finalmente, en 1953, luego de la elección amañada de una Asamblea Constituyente (cualquier parecido con la actual es “pura coincidencia”), el Coronel Marcos Evangelista Pérez Jiménez, es electo Presidente Constitucional de la República de Venezuela, iniciándose en esta tierra de gracia, merced de un casi inagotable (y grandioso) ingreso petrolero, un período de bonanza que solo conocerá el país casi 20 años más tarde. Pérez Jiménez crea entonces lo que, según él, nos hacía falta: un Nuevo Ideal Nacional.

Y bajo la égida del Coronel Pérez Jiménez, nos embarcamos en él, en ese “Ideal Nacional”, cuyos principios rectores fueran el mejoramiento de las virtudes patrias y creadoras del venezolano, mediante la transformación del medio físico y el fomento de una industria propia y pujante, en todos los órdenes que exigiese entonces la modernidad como requisitos indispensables para unirnos a las naciones más avanzadas del continente y el mundo. En alguna medida se hace tan incuestionable su realización que, para 1956, Venezuela es ejemplo en el mundo capitalista, faro señero del “desarrollo” como se empieza a llamar al “progreso” en los foros económicos mundiales, particularmente en nuestro continente suramericano. Además lo hace en medio de una incuestionable paz octaviana, ya que el Sistema Militar Nacionalista ha prácticamente liquidado a su oposición política militante (mediante una “limpieza sistemática de factores perturbadores” que se materializa en cárcel, tortura, desaparición y asesinato), haciendo, sin duda, que todo el país se embarque en una de “ganar rial”. Allá en las prisiones, sótanos y ergástulas del “régimen” languidecen quienes se atreven a enfrentarlo. Los que no, bailan porros y cumbias, guarachas y mambos, al son de grandes orquestas afrocubanas, bebiendo whisky y comiendo bolitas de carne. Sí, todo el que quiere y se arrima a alguna charretera, se hace de su bolsa de buenos peniques y todos, como algún final de cuento, parece que terminarán viviendo felices para siempre. La gente pobre, la más vulnerable, tiene al menos el chance de “asomarse a la fiesta” de vez en cuando o de cuando en vez. El gobierno organiza rutilantes fastos nacionales como los Carnavales o la Semana de la Patria.

Pero no todo es final de cuento. 1957 se presenta con una crisis económica, que trae por consecuencia desempleo y un creciente malestar en esa clase media, sector social que, merced de las políticas económicas del Estado, ha crecido y se ha consolidado. Los militares adversos son perseguidos por los aparatos civiles de represión y algunos de ellos son asesinados. Y, como siempre, la concusión, el cohecho y el tráfico de influencias, esta vez de gorra y entorchados, no ofrece espacio para tanto demandante, quedando por fuera del reparto del botín un creciente número de miembros de la alta jerarquía militar. Por último, los Estados Unidos de Norteamérica, antiguo rico padrino del “régimen”, lo abandona en la estacada de su crisis, porque ya no quiere tener más que ver con sus antiguos gamonales locales a sueldo, especialmente aquí en su patio trasero. El mundo le impone un nuevo papel: Garante de la Democracia Mundial.

Así el 23 de enero de 1958, los motores del avión presidencial, anuncian la partida del otrora flamante Coronel, ahora General Marcos Pérez Jiménez, hacia su “exilio dorado” y en Venezuela queda atónito, en rictus de muerte y con el terror reflejado en sus antiguos arrogantes ojos, el Nuevo Ideal Nacional. Riquiescat in pace. Y entre gritos de libertad y gemidos de dolor que pasa, nace el nuevo sistema político de ahora: el Sistema Democrático Representativo, capitalista como tenía que ser y conservando la misma sociedad de clases que cargase desde 1936. Solo que ahora comienzan a cambiar las caras: son los civiles los que llevarán la batuta.

Entre 1958 y 1998 este Sistema Democrático Representativo, fruto de la mente política de Rómulo Betancourt, el más importante líder civil político venezolano de este tiempo, enfrenta embates, fracasos e importantes aciertos. Una parte sustantiva de la nación en la que vivimos hoy se debe a la gestión de los siete gobiernos que discurren durante ese tiempo histórico. Aunque constreñidos a dos partidos políticos, el país conoce de importantes crisis económicas pero también de las más importantes bonanzas de todos los tiempos, gracias siempre al ingreso prodigado por el hidrocarburo rey, recurso mineral que es, precisamente durante la vida de la democracia representativa y por paradoja, nacionalizado como recurso propio.


Siempre alineado de los intereses del gran vecino del norte, que funge de “Big brother”, el país logra importantes avances en medicina, construcción civil, investigación científica, administración privada de recursos materiales y financieros, y una creciente alfabetización nacional. Pero nuestros eternos vicios nacionales, estos son, la corrupción generalizada, la concusión y el cohecho como prácticas nacionales, tanto en el sector público como en el sector privado, terminan constriñéndolo todo a una suerte de inmensa pelota de estiércol moral, dónde “prohombres y gusanos bailan y se dan la mano sin importarles la pinta”, como diría una vieja melodía de Joan Manuel Serrat, paradojalmente titulada “La Fiesta”. Es esta "fiesta petrolera", esa "borrachera colectiva" de millones sin esfuerzo, la que termina agostando la democracia de partidos que, finalmente, en 1998, tras la elección de un militar profesional quien fuese protagonista de una asonada seis años antes, culmina en desesperada agonía y dando a luz, entre estertores de muerte, a un nuevo sistema político, un raro engendro que comienza en un nacionalismo de corte fascista, con discurso revolucionario de aires socialdemócratas, para devenir luego en socialista con una suerte de capitalismo de Estado como ropaje administrador, es decir, todo un adefesio político-ideológico-económico que, como un sumidero de cañería, actúa recogiendo todas nuestras miserias anteriores, las morales y las materiales, pero en particular las primeras. Llevando por nombre “Revolución” y apellidándose tristemente “Bolivariana” es la meretriz que cómplice, permite la consumación del estupro contra Venezuela por parte del Sistema Cubano. Es tarea de la próxima parte de nuestro artículo, la definición y caracterización del violador, esto es, con nombre y apellido: el Sistema Cubano Revolucionario y Castrista.