El Sistema Cubano. Breve reseña histórica, identificación y
caracterización.
Sin pretender hacer una larga
reláfica acerca de la historia política cubana, resulta sin embargo menester
imprescindible hacer algunas precisiones acerca del devenir político de la
isla, luego del reconocimiento de su independencia por parte de los Estados
Unidos en 1906, condición absurda pero tristemente real: Cuba fue uno de los “trofeos”
obtenidos por el poderoso vecino del norte, en su guerra bufa con el entonces
moribundo y decadente imperio español. Una guerra provocada por los americanos,
mediante la voladura del navío de guerra Maine, en la bahía de La Habana y del
cual culpasen directamente a los españoles (pudiendo años más tarde demostrarse,
en investigaciones sucesivas, ser producto de un acto intencionado de sabotaje,
perpetrado por manos criminales desde el interior del buque), fue alimentada por las campañas guerreristas de
la prensa amarillista (especialmente del complejo de prensa del editor Randolph Hearst) dejando a su fin, tras una
victoria contundente de los americanos, las posesiones insulares de las
Filipinas, Cuba y Puerto Rico.
En el tiempo histórico que media
entre 1908 y 1958, Cuba tuvo 20 presidentes; 10 de ellos definidos como “constitucionales”, en razón de haber
sido electos o nombrados con arreglo a algún texto constitucional vigente en la
ocasión de su ascensión al poder, y 10 de ellos de naturaleza provisoria,
interina o de facto. Dos de esos gobiernos correspondieron a dictaduras
sangrientas, corruptas y criminales, ambas coludidas con organizaciones
hamponiles de contrabandistas y asesinos. La primera lo hizo con
contrabandistas y criminales a su servicio, actuando como asesinos por encargo;
la otra con miembros distinguidos de organizaciones criminales internacionales
como la llamada “Comisión” de Nueva York
y que presidiese Salvatore Lucania, mejor conocido como Lucky Luciano.
Se trató de las dictaduras de
Gerardo Machado y Fulgencio Bastista; la primera comenzando como “gobierno constitucional electo” y
culminando (1929-1933) en una feroz dictadura. La segunda iniciándose en un
golpe de Estado contra el Presidente Constitucional electo, Carlos Prío
Socarrás y acaudillada por Fulgencio Batista, el sargento devenido en coronel
virtud también de la sempiterna peripecia golpista que dominara su carrera
militar. De manera que, entre Tomás Estrada Palma, primer Presidente de Cuba Libre
y Manuel Urrutia Lleó, primer Presidente de la Cuba Revolucionaria (esta misma
de hoy), pasaron 18 primeros mandatarios más, en marchas y contramarchas de
sistemas políticos amañados, caracterizados por la corrupción generalizada; la
presencia criminal como instrumento de violencia política; el fraude electoral
como práctica comicial; y la siempre poderosamente presente identidad de
intereses norteamericanos con los gobiernos “electos”
o “impuestos”. Acaso de ahí provenga
el “arrastre humillante” en unos y el
“odio inveterado” en otros hacia la bandera de las “barras y estrellas”.
También y de nuevo en un mismo “acaso” porque habría que probarlo
formalmente, haya provenido ese afán por la “estabilidad
política”, expresada en un Estado fuerte, formal y organizado, al servicio
de la población en general y no de una oligarquía nacida a la sombra de un
gobierno y de una riqueza fruto más del cohecho y la expoliación, que del trato
comercial honesto, mediante la obtención acumulativa de bienes por la vía del
trabajo creador. Para cuando Fidel Castro y sus “barbudos” entran a La Habana, el 8 de enero de 1959, esa parece
ser la expectativa general. Al verlos tan jóvenes, con sus uniformes
harapientos y sus armas herrumbrosas, en transportes de toda índole y hasta a
pie, un aura de “libertadores de pueblo”
rodeó a aquella muchachada. Y los momentos eternizados en las gráficas de prensa
y los noticieros de cine, ensalzan a Fidel y sus acompañantes, a bordo de blindados
(Fidel, Huber Matos, Camilo Cienfuegos y el Negro Almeida), como los “futuros creadores de la estabilidad por la
que tanto hemos luchado” dirá un artículo de prensa. Pero Fidel hubo de
robarse el show; días antes habían entrado otras columnas guerrilleras de su
mismo “Movimiento 26 de julio” y
otras varias de también otros movimientos políticos en armas como “La Quinta del Escambray” y el “Directorio Revolucionario”. La N°8 del “Movimiento 26 de julio”, al mando del
Comandante Ernesto “Che” Guevara, se
estaciona en el habanero Cuartel de La Cabaña, mientras la gente de la Quinta y
el Directorio se “estacionan” en
hoteles de primera o en las lujosas vecindades de Miramar y el Vedado.
Algo huele mal en estos comportamientos
y para finales de 1959, se han producido diversos acomodos al interior del
poder gobernante, así como en las habaneras calles de rumba. Los “barbudos” son ahora los abusivos.
Pretenden apropiarse de viviendas, vehículos y comercios de lujo. Entran, beben
y se van si pagar de los lujosos cabarets. El periodista José Pardo Llada que
terminará por muchos años al servicio de la Jefatura de Prensa del “Comandante en Jefe”, narra como una
noche el afamado “Tenor de las Antillas”,
René Cabell (cuyo nombre real fuese Rene Cabezas), dedica en uno de sus actos
un bolero que gustase mucho a Prío Socarrás, de quien fuera amigo personal,
siendo abucheado con vulgaridades por un grupo de barbudos presente. René,
ignorándolos, obsequió a la audiencia con una de sus más brillantes
interpretaciones de aquel recordado número tan admirado por Prío. Al final de
la pieza, los barbudos intentaron su aprehensión por el desafío, siendo
persuadidos por el dueño del nocturno local. Ese incidente resolvió la salida
de Cabell de su Cuba natal. Cabell fue por muchos años empresario de
espectáculos en Colombia y Director de Variedades del Hotel Tequendama en la
ciudad de Bogotá. Murió en Colombia casi a la novena de abriles. Jamás volvió a
Cuba.
El Movimiento 26 de Julio liquida
a sus rivales políticos. Asesina, encarcela y expulsa a sus contrapartes
políticas de toda índole. Fortalece al Partido Comunista Cubano, al ser esta
organización leal absolutamente a las disposiciones del ahora autodenominado “Gobierno
Revolucionario”. Al interior del mismo movimiento, la dupla Fidel y su hermano
menor, Raúl, hacen una razzia de todo aquel dirigente incómodo o capaz de
hacerles “sombra”. Comienzan por el
prestigioso y carismático Camilo Cienfuegos. Muere “misteriosamente” en un accidente aéreo; la aeronave que él mismo
tripula explota en el aire; extrañamente, nadie lo observa abordarla. Un tiempo
más tarde lo hacen Faure Chomón y Antonio Santiago, muertos en combate “contra los bandidos” como hacen llamar
a quienes enfrentan a la Revolución. Mucho antes Huber Matos es encarcelado por
“insubordinación” (se dice que la
primera fricción entre Camilo y Fidel se da por esta detención) y Eloy
Gutiérrez Menoyo un cubano español que lucha en la Sierra, es declarado “enemigo” del Estado. Para finales de
1959, Fidel ha hecho modificar la Constitución hecha una vez por ellos y esta
modificación le concede, por su vía ejecutiva, más poder al Primer Ministro,
posición que él ocupa y convierte al Presidente de Cuba en una suerte de “jarrón chino”: sirve al único propósito
de adornar.
Toca a Oswaldo Dorticós este
triste papel, hasta que, en 1976, la Constitución es modificada de nuevo para
crear el Consejo de Estado, eliminar las figuras de Primer Ministro y
Presidente, y fusionarlas a la de Presidente del Consejo de Estado, cargos que,
por supuesto, terminan recayendo en Fidel Castro. Es el final de un largo
camino desde el Cuartel Moncada, donde en aquel asalto fallido se hiciese
figura conocida (allá en un lejano 26 de julio de 1953), a este que lo
convierte “de derecho” en algo que ha
estado ejerciendo “de hecho” desde
que Camilo hizo de almuerzo de tiburones; el Ché se trocó en estatua cerúlea en
una escuelita perdida en los Andes Bolivianos; Antonio y Faure comida de
hormigas y grandes combatientes como Universo Sánchez, se entregasen
inconscientes a la embriaguez y la vida disipada, por aquellas veleidades incontrolables
del poder: “el dueño y señor de Cuba”.
Las sombras de Machado y de Batista parecen reflejarse por paradoja en el maderamen
de la lujosa oficina del socialista Comandante en Jefe. No hay remedio: de
casta le viene al perro. Raúl es fiel y
permanece adosado como “la cola al can”
y Ramiro Valdés, hechura casi niño del Che, se hace la vista gorda, entra en la
jugada y se convierte en eficiente y eficaz verdugo. El Negro Almeida, Ortuzi
(u Ortuckzi), Machado Ventura etc., etc., etc., “hacen parte de la moña, mi hermano, de la moña…”. El Sistema
Político estable, formal y con orden se ha instalado al fin en Cuba. Desde 1959
hasta 2017, Cuba ha tenido 4 Presidentes, 2 de adorno, Urrutia Lleó y Dorticós,
2 de hecho, derecho y acción: Fidel y Raúl Castro.
Pero cabe preguntarse ¿Qué clase
de Sistema Político existe en Cuba? ¿Cómo lo urdieron Fidel y Raúl? Vayamos
tras las respuestas a esas preguntas. Fidel fue el “supremo constructor de lo político-ideológico” desde 1959 hasta
1986. Raúl lo ha sido del aparato político, militar y represivo, junto a la
inteligencia cubana. Más recientemente ha urdido el sistema económico pero
¿Cómo es de hecho? Basándose en un discurso político marxista, socialista y
revolucionario (según opinión de un servidor más por conveniencia que por
convicción), Fidel hubo de buscar aliados en otras potencias durante la Guerra
Fría, luego de haberse enfrentado abiertamente a los intereses norteamericanos
en Cuba, que cooptaban prácticamente todas las actividades comerciales e
industriales en la isla, con franco demérito de la población en general y el
aprovechamiento casi exclusivo de unas oligarquías cubanas corruptas que se “remozaban” cada vez que había cambio de
gamonal. No pudieron lograrlo con Castro; enemigo acérrimo de los americanos,
posiblemente desde el derrocamiento de Grau San Martín, urdido desde la legación
diplomática de esa nación (y del que Fidel joven fuese partidario), Castro
siempre buscó romper la dependencia de su antillana isla de la fuerza
gravitatoria de su gigante planetario del norte. Luego del intento fallido de
Bahía de Cochinos, Fidel se echó en brazos de los rusos, creando un remedo
soviético de Sistema Político en la isla, confirmado con vehemencia mediante la
declaración del “carácter socialista de
la Revolución Cubana”.
Un Sistema Político marxista leninista y revolucionario, con una
economía de planificación centralizada, única ideología, único partido, único
gobierno sin variabilidad representativa. Una Nomenklatura gobernante de la cual
hacen parte solo la alta jerarquía del Partido Comunista y de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias. Una burocracia funcionarial de gobierno que proviene
de las organizaciones de base del partido y de las organizaciones sindicales,
políticas y sociales controladas por aquel, garantizan el ascenso económico y
social solo de los más fieles y, en consecuencia, del disfrute de privilegios
cada vez más escasos, que hacen de la población en general “una caterva de
fieles borregos” porque no servir al Sistema Político “te condena al hambre y
la exclusión”. La caracterización del disidente como “enemigo interno” y del “imperialismo”
como enemigo externo, permite la ubicación de las penurias en el “otro” y las
posibles y muchas ineficiencias del Sistema Político, en las acciones “traicioneras”
de esos enemigos, tanto externos como internos, es decir, una suerte de un “querer
el bien común” pero no poder “lograrlo” por las “acciones destructivas del
enemigo”.
El “Bloqueo Norteamericano” se convirtió en el esperado momentum para
justificar una cada vez más cerrada sociedad, en permanente “estado de guerra”, lo que disparó el
racionamiento de bienes básicos, imposible de ser disminuido por una cada vez
mayor improductividad interna aunado a una redistribución de los escasos
recursos disponibles para destinarlos a un expansivo gasto militar y policial.
Esa realidad aplastante, convirtió al Ministerio del Interior (MININ) en un
poderoso “tramitador de incentivos” y
por ende “controlador de la cada vez más
escasa actividad económica”,
digitando así, igualmente, una cada vez más anquilosada movilidad social. Desde
el comienzo del llamado “Período Especial”
hasta su final ya avanzado el tiempo sobre el filo del siglo XXI, Fidel se hizo
cada vez más viejo y más incompetente para el ejercicio del poder y, por el
contrario, Raúl, quien había estructurado el Estado, entrenado relevos y
fortalecido el Ministerio del Interior, junto a las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Cuba, había adquirido una invaluable experticia para el
manejo de su feudo antillano.
Así asumió definitivamente el
Poder Ejecutivo, al convertirse en Presidente del Consejo de Estado, Comandante
en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y Secretario General del Partido
Comunista de Cuba. Economía, sociedad e ideología, se pusieron al servicio de
Raúl y sus proyectos, marchando inexorablemente hacia un destino contradictorio
que los chinos parecen haber demostrado en la praxis socialista: “la etapa superior del socialismo no es el
comunismo, es el Capitalismo de Estado…”
Raúl ha construido en pocos años
un Sistema Político que conservando el discurso político marxista
revolucionario, organiza sin embargo la economía sobre la base de un cada vez
más creciente capitalismo de Estado, donde la Nomenklatura no es solo política,
ahora lo es social y económica (asemejándose más a una oligarquía económica y
política de las que tenían durante sus primeros cincuenta años de historia
independiente), al convertir a los altos mandos de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias en empresarios, grandes administradores financieros y
comerciales, así como asesores de inversiones internacionales en la isla.
GAESA, el poderoso grupo empresarial militar cubano, tiene amplias inversiones
en hotelería, establecimientos comerciales, importaciones, registros
comerciales, transporte marítimo y terrestre, así como en la escasa minería de
la nación antillana. Su burocracia funcionarial (suerte de clase media cubana),
proviene de los sindicatos controlados por el MININ o las FARC, así como de las
propias filas profesionales de las FARC, convirtiendo su pertenencia en una
opción segura de ascenso a privilegios a los que la población común, jamás
podría tener acceso. Es ese el Sistema Cubano real, el mismo que, gracias a los
alcahuetes locales, pretende “acostar”
a Venezuela y tomarla “a la fuerza”
tantas veces como su “libido por la
supervivencia” le exija cabalgarla. El “trapo”
más bien “el bombillo rojo” está
encendido: la morena venezolana está
amarrada al catre.