Introducción.
Venezuela se encuentra en unas de
esas encrucijadas que le ha impuesto en su devenir, la historia política de este tiempo. La evidencia empírica parece sugerir que nuestra Patria está a punto de
entrar en la “ocupación” de hecho (mampuesta por el “derecho”), de un sistema
político y por ende económico y social, que en alguna medida le es nuevo pero
no extraño: el Sistema Cubano. El presente artículo pretende explicar los
aspectos históricos, políticos y económicos que han precipitado esta suerte de “estupro
político-económico-ideológico” que, con la alcahuetería de factores nacionales (hecho
que a lo largo de nuestra historia política, parece haber sido reiterado), ha
sido consumado, aún a pesar de la resistencia de unos cuantos venezolanos que,
en la flor de su edad o apenas en su retoño púber, terminaron entregando la vida
en las calles de nuestras ciudades y pueblos.
No siendo un artículo científico
y tampoco de opinión, es sin embargo una pieza escrita hecha por quien ha
dedicado buen parte de su vida a la investigación de nuestra historia política
nacional y ha obtenido en ese camino la honrosa distinción de un título
doctoral sobre la materia. En tal sentido, sus argumentaciones están
fundamentadas y no carecen de base científica comprobada, además de
comprobable. En estos tiempos de obscuridad, deseamos ofrecerlo como tea para
el camino, duro y pedregoso que nos espera. Alea jacta est.
Los Sistemas Políticos en Venezuela. Noventa años de experimentos (1898-1998).
El poder de la inercia.
En 1898 comienza el cese de la
turbamulta civil a saco y puñal. Los últimos caudillos regionales caen o
terminan plegándose al “castrismo compadreril” reinante. El General José Cipriano
Castro Ruiz y su compadre, el General Juan Vicente Gómez Chacón, se hacen del
poder político y baten en el camino a sus últimos enemigos quienes, en un último
aldabonazo, intentan tumbar la puerta de palacio con fuerza. Son los banqueros
y los petroleros norteamericanos, que tratan de imponerse en una montonera bien
armada, bautizada por paradoja “Revolución Libertadora”, sin lograr finalmente
su cometido. La acaudilla un banquero que más que a pólvora, huele a la afamada
agua de colonia de Roget & Gallet. Se trata de mal llamado “General” Manuel
Antonio Matos. Muerden el polvo de la derrota en la batalla de La Victoria y se
entroniza, en 1902 y a pesar de un bloqueo internacional, lo que parece nuestro
primer sistema político del siglo XX: el Sistema Político Militar. Positivista
y liberal, trata de construir una nación bajo la égida comteana de “orden y
progreso”.
En 1908, Castro abandona
Venezuela aquejado por una “polinefritis ascendente” esto es, una infección, entre renal y urinaria, producto de tanto cabalgar virginidades, algunas reales y otras
fingidas, acaso, alguna de estas últimas, dotada de virtudes blenorrágicas o
sifilíticas más que vestales. Castro busca en Alemania (como todo mandatario venezolano,
años más tarde, que se precie de tal, remedio a sus males en la medicina de
otras latitudes), cura para los males derivados de tanto quehacer genital. Pero una cosa si es cierta, el Sistema
Político Militar positivista y liberal, logra el silencio de las carabinas y
junto a esa paz bajo amenaza, organizar un Ejército Nacional, iniciar un
sistema de carreteras entre las principales ciudades del país y entender un
poco a la Hacienda Pública Nacional así como a la Administración Pública, como
organismos consustanciales al funcionamiento organizado del Poder Público,
expresión concreta del ejercicio del poder del Estado. Posiblemente más obra
concreta de los “Doctores” que les sirven, que del pensamiento de ellos mismos,
es sin embargo una suerte de avance después de tanta montonera, pólvora y
sangre.
En ese 1908 se instala en el
poder con mando único y universal, el General Juan Vicente Gómez Chacón. Un
golpe incruento lo coloca en la Primera Magistratura Nacional. Ese diciembre,
hay más que hallacas y jamón de Virginia en la casa del General Gómez. Hay una
legión de “Doctores” que le son afectos y que pretenden la “Rehabilitación de
la Patria”. Precisamente de allí derivará uno de los grandilocuentes motes con
los que se conocerá al andino General,
antes sumiso compadre, contimás capador de gatos: El Gran Rehabilitador. Pero una cosa
sí es definitivamente cierta: Gómez continúa una obra de gobierno que apunta al
“orden con progreso”. El Sistema Político Militar, positivista y liberal, sigue
su curso, ahora con mayor velocidad y combustible: el ingreso petrolero.
Corresponde a Gómez la institucionalización
del Ejército Nacional, más como instrumento fundamental en el sostenimiento de
su poder que como modernización de la institución armada, pero institucionalización
al fin. Además, la consolidación de la “institucionalidad pública” y la
promoción, aunque incipiente, de un sector comercial y tímidamente fabril, aun
cuando él y su amplia camarilla de acólitos, gobierneros, adulantes y espalderos,
terminen siendo “socios obligados” de los emprendedores, más que compañeros coadyuvantes
en la empresa. 27 largos años está El Benemérito en el poder y solo La Parca
podrá liberarlo de las “pesadas cadenas del mando”.
Sobreviven al General Gómez, dos
militares más, el General Eleazar López Contreras y el General Isaías Medina
Angarita. Pupilo el segundo del primero y el tercero hombre de incuestionable
buena reputación en el Ejército y Marina nacionales, ocupan alternativamente la
Primera Magistratura Nacional entre los años 1935 y 1945. Siendo el primero
hombre culto y de letras, y el segundo de la misma materia prima, pero además
de alto sentido civilista, toca a ambos la difícil tarea de introducir a
Venezuela al siglo XX. Habiendo vivido en solución de continuidad un siglo XIX
republicano, que se inicia en 1830 y termina en 1935, es en 1936 que la
República de Venezuela inicia su camino hacia su propia Modernidad. Gómez y
Medina no solo consolidan una administración pública al servicio de la nación,
sino hacen del Ejército Nacional y de la Marina de Guerra, Fuerzas Armadas de
hecho pero aún no de Derecho. El Sistema Político Militar, positivista y
liberal, es transformado por López y Medina en Sistema Político Militar
Capitalista, logrando con ello la idea de una “República” más allá del simple
feudo de un hombre y de su familia.
Pero mucha agua ha corrido bajo
el puente desde 1898 y el Sistema Político Militar se agota, casualmente en sus
propias filas y, desde hacía mucho tiempo atrás, en la calle; pero no lo hace
en todas las calles, sino específicamente en aquella por las que transitan los
intelectuales y artistas, esto es, los profesionales liberales, los poetas y
escritores, los pintores, es decir, aquellos que son más del pensamiento que de
la acción, más de la creación que del hecho subalterno, mundano y cotidiano. Y
es en ellos dónde prende la mecha de ese “revolucionarismo retórico” que más
tarde se hace acción política.
Se expresa aquella opinión en
prensa y radio; se hace sindicato y luego partido, para convertirse más tarde
en movimiento de masas. En 1943 la corriente se hace procelosa y no obstante
los importantes avances en materia política, económica y social que el Sistema
Militar Capitalista ha prodigado al país, en 1945, concretamente el 18 de
octubre, una rebelión militar (el seno mismo del sistema político gobernante),
obliga al General Isaías Medina a renunciar. Para el día siguiente da sus primeros
gemidos un nuevo sistema político: el Sistema Democrático Representativo, “revolucionario”
pero capitalista, contrario al discurso socialista (casi marxista revolucionario)
con el que se ha venido expresando.
Tres años apenas “sobrevive” esta
experiencia. Logra el voto universal, directo y secreto de toda la población
mayor de 18 años, para la elección del Primer Mandatario Nacional y los cuerpos
deliberantes; el trabajo como un derecho constitucional; el Seguro Social
obligatorio; un Plan Nacional de Viviendas y otro Plan Nacional de vialidad
terrestre. Funda la primera flota nacional para el comercio y se reservan
grandes espacios para el desarrollo de una industria minera nacional. Se
elabora un plan nacional de educación y dentro del plan nacional de viviendas,
se contemplan un conjunto de acciones para el aumento sustantivo de la infraestructura de
asistencia médica rural, en el marco de una amplia política de salud pública, así como de educación nacional, entre otras muchas
mejoras, hasta ahora casi desconocidas por la población más vulnerable, acaso,
como hoy, la población mayoritaria. Pero, en ruta paralela, la corrupción, el tráfico
de influencias, el cohecho y la concusión, como en todos los años anteriores,
desde que viéramos la luz como República, terminan haciendo añicos toda la obra de gobierno y en 1948, en una
madrugada de noviembre, da boqueos inexorables el Sistema Democrático
Representativo Revolucionario, mientras entre dolores de parto y apremios de bayonetas, nace el Sistema
Militar Nacionalista, capitalista y desarrollista a ultranza.
Una remozada idea de “orden con
progreso” viene vestida con trajes estampados de verano y sonrisa fluorescente de
neones gringos, acompañada de un “handsome” americano, a quienes sirve de custodia
un militar edecán venezolano, también de elegante uniforme y nuevas ideas. El Gobierno
es cosa de las Fuerzas Armadas y “somos nosotros, los hombres de uniforme” los
que sabemos cuál debe ser el ideal de
país y, con ellos al mando, se inicia el camino de un nuevo sistema, que conoce
de una Junta Militar; luego, según la parla popular, asesinado por ellos mismos
su Presidente en funciones, deviene en una Junta a secas; y finalmente, en
1953, luego de la elección amañada de una Asamblea Constituyente (cualquier
parecido con la actual es “pura coincidencia”), el Coronel Marcos Evangelista
Pérez Jiménez, es electo Presidente Constitucional de la República de Venezuela,
iniciándose en esta tierra de gracia, merced de un casi inagotable (y grandioso)
ingreso petrolero, un período de bonanza que solo conocerá el país casi 20 años
más tarde. Pérez Jiménez crea entonces lo que, según él, nos hacía falta: un
Nuevo Ideal Nacional.
Y bajo la égida del Coronel Pérez
Jiménez, nos embarcamos en él, en ese “Ideal Nacional”, cuyos principios
rectores fueran el mejoramiento de las virtudes patrias y creadoras del
venezolano, mediante la transformación del medio físico y el fomento de una industria
propia y pujante, en todos los órdenes que exigiese entonces la modernidad como
requisitos indispensables para unirnos a las naciones más avanzadas del continente
y el mundo. En alguna medida se hace tan incuestionable su realización que,
para 1956, Venezuela es ejemplo en el mundo capitalista, faro señero del “desarrollo”
como se empieza a llamar al “progreso” en los foros económicos mundiales,
particularmente en nuestro continente suramericano. Además lo hace en medio de una incuestionable paz octaviana, ya que el Sistema Militar
Nacionalista ha prácticamente liquidado a su oposición política militante
(mediante una “limpieza sistemática de factores perturbadores” que se
materializa en cárcel, tortura, desaparición y asesinato), haciendo, sin duda, que todo
el país se embarque en una de “ganar rial”. Allá en las prisiones, sótanos y
ergástulas del “régimen” languidecen quienes se atreven a enfrentarlo. Los que
no, bailan porros y cumbias, guarachas y mambos, al son de grandes orquestas
afrocubanas, bebiendo whisky y comiendo bolitas de carne. Sí, todo el que
quiere y se arrima a alguna charretera, se hace de su bolsa de buenos peniques
y todos, como algún final de cuento, parece que terminarán viviendo felices
para siempre. La gente pobre, la más vulnerable, tiene al menos el chance de “asomarse
a la fiesta” de vez en cuando o de cuando en vez. El gobierno organiza rutilantes fastos nacionales como los Carnavales o la Semana de la Patria.
Pero no todo es final de cuento.
1957 se presenta con una crisis económica, que trae por consecuencia desempleo
y un creciente malestar en esa clase media, sector social que, merced de las
políticas económicas del Estado, ha crecido y se ha consolidado. Los militares
adversos son perseguidos por los aparatos civiles de represión y algunos de
ellos son asesinados. Y, como siempre, la concusión, el cohecho y el tráfico de
influencias, esta vez de gorra y entorchados, no ofrece espacio para tanto
demandante, quedando por fuera del reparto del botín un creciente número de
miembros de la alta jerarquía militar. Por último, los Estados Unidos de
Norteamérica, antiguo rico padrino del “régimen”, lo abandona en la estacada de
su crisis, porque ya no quiere tener más que ver con sus antiguos gamonales
locales a sueldo, especialmente aquí en su patio trasero. El mundo le impone un
nuevo papel: Garante de la Democracia Mundial.
Así el 23 de enero de 1958, los
motores del avión presidencial, anuncian la partida del otrora flamante Coronel,
ahora General Marcos Pérez Jiménez, hacia su “exilio dorado” y en Venezuela queda
atónito, en rictus de muerte y con el terror reflejado en sus antiguos
arrogantes ojos, el Nuevo Ideal Nacional. Riquiescat in pace. Y entre gritos de
libertad y gemidos de dolor que pasa, nace el nuevo sistema político de ahora:
el Sistema Democrático Representativo, capitalista como tenía que ser y
conservando la misma sociedad de clases que cargase desde 1936. Solo que ahora
comienzan a cambiar las caras: son los civiles los que llevarán la batuta.
Entre 1958 y 1998 este Sistema
Democrático Representativo, fruto de la mente política de Rómulo Betancourt, el
más importante líder civil político venezolano de este tiempo, enfrenta
embates, fracasos e importantes aciertos. Una parte sustantiva de la nación en
la que vivimos hoy se debe a la gestión de los siete gobiernos que discurren
durante ese tiempo histórico. Aunque constreñidos a dos partidos políticos, el
país conoce de importantes crisis económicas pero también de las más importantes
bonanzas de todos los tiempos, gracias siempre al ingreso prodigado por el
hidrocarburo rey, recurso mineral que es, precisamente durante la vida de la
democracia representativa y por paradoja, nacionalizado como recurso propio.
Siempre alineado de los
intereses del gran vecino del norte, que funge de “Big brother”, el país logra
importantes avances en medicina, construcción civil, investigación científica,
administración privada de recursos materiales y financieros, y una creciente
alfabetización nacional. Pero nuestros eternos vicios nacionales, estos son, la
corrupción generalizada, la concusión y el cohecho como prácticas nacionales,
tanto en el sector público como en el sector privado, terminan constriñéndolo
todo a una suerte de inmensa pelota de estiércol moral, dónde “prohombres y
gusanos bailan y se dan la mano sin importarles la pinta”, como diría una vieja
melodía de Joan Manuel Serrat, paradojalmente titulada “La Fiesta”. Es esta "fiesta petrolera", esa "borrachera colectiva" de millones sin esfuerzo, la que termina
agostando la democracia de partidos que, finalmente, en 1998, tras la elección de un militar
profesional quien fuese protagonista de una asonada seis años antes, culmina en desesperada agonía y dando a luz, entre estertores de muerte, a un nuevo sistema
político, un raro engendro que comienza en un nacionalismo de corte fascista,
con discurso revolucionario de aires socialdemócratas, para devenir luego en
socialista con una suerte de capitalismo de Estado como ropaje administrador,
es decir, todo un adefesio político-ideológico-económico que, como un sumidero de cañería, actúa recogiendo todas
nuestras miserias anteriores, las morales y las materiales, pero en particular
las primeras. Llevando por nombre “Revolución” y apellidándose tristemente “Bolivariana”
es la meretriz que cómplice, permite la consumación del estupro contra
Venezuela por parte del Sistema Cubano. Es tarea de la próxima parte de nuestro
artículo, la definición y caracterización del violador, esto es, con nombre y
apellido: el Sistema Cubano Revolucionario y Castrista.
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