30 de octubre de 2016

Bayonetazo #10. Sobre conflictos, negociaciones y acuerdos. Albures y fracasos.

Hoy,30 de octubre de 2016, las partes en conflicto "de turno" anuncian el "inicio" de un nuevo proceso de "negociación" que debería, en algún sentido, conducir al comienzo de disminución  de las tensiones. En nuestro blog titulado www.miradainterdisciplinaria.blogspot.com, hacemos una elaboración teórica del Conflicto, desde la Conflictología y establecemos su fases, visto como proceso. Esa misma elaboración teórica la utilizaremos aquí, desde la perspectiva (también definida allí) del Conflicto Político y desde allí, examinaremos cual podría ser el resultado de este "nuevo intento" de encontrar una "salida" también desde el angulo de visión que ofrece nuestra historia política venezolana.

Desde las prescripciones teóricas de la Profesora Olga Castillejo de Arias (UBA, Buenos Aires) el conflicto comporta cuatro etapas, a saber, el Escalamiento, el Zanjamiento, el Desescalamiento y la Conclusión. La primera etapa se corresponde con el inicio y el agravamiento de las tensiones, cada vez hacia niveles más ásperos; la segunda, cuando pareciese que el conflicto ha concluido, pero se reinicia al menor movimiento de las partes; la tercera, se corresponde a la etapa en que "la tormenta comienza a amainar"; y la cuarta, como su nombre lo indica, al final del conflicto. La Conflictología, como ciencia del conflicto, distingue los Medios Alternos de Resolución de Conflictos (MARSC). Y dentro de esos medios, está la Negociación, misma que en términos jurídicos entendemos como Arbitraje

La Negociación tiene unos condicionantes esenciales: la aceptación mutua de los negociadores, junto al reconocimiento explícito de su existencia. Ninguna de las partes se considera "derrotada" pero sí reconoce que, de seguir por la vía del Escalamiento, los resultados serían impredecibles. Pero lo gravoso es la naturaleza del conflicto respecto del medio alterno que tratamos. El Conflicto Político, visto desde la óptica de la Teoría de Juegos, comporta un juego no cooperativo de naturaleza suma cero (John Harsanyi) y, desde esa perspectiva, no existen ganadores en ambas partes: el conflicto no termina hasta que hay una parte derrotada y una parte ganadora. Según Harsanyi, el juego se termina solo cuando una de las partes grita "Victoria". La Negociación en los conflictos políticos solo surte efecto cuando una de la partes está en tan comprometida situación, que ocurre al expediente precisamente de ella para ganar tiempo o para salir, con el tiempo, decorosamente de la situación de conflicto.

Durante nuestra historia política republicana, vale decir, desde la fundación de la República de Venezuela (1830), no ha habido confrontación, en el contexto de los conflictos políticos, deviniesen en guerra civil o no, a la "Negociación", como la vemos ahora, con éxitos tangibles a corto plazo. Solo hemos tenido "Capitulaciones" o "Rendiciones Incondicionales" y, aún en el conflicto con las potencias europeas en 1902 o en el conflicto fronterizo con los ingleses por la delimitación de fronteras con la entonces Guayana Inglesa, el negociador nunca representó los intereses de Venezuela, sino aquellos geo-continentales de las potencias en liza. 

La rendición "negociada" de los sediciones de 1835, que solo benefició a los Generales Monagas, Mariño y Briceño entre otros, mandó al cadalzo a los zoquetes. La Capitulación de Coche, que devino en tratado y concluye la Guerra Federal, fue camino sin retorno para la godarria, especialmente caraqueña. Sin fórmula de negociado alguno, se fue el Castrismo ante el poder irrefragable del Gomecismo Rehabilitador en ciernes. Y solo la gestión voluntaria y de buena fe del General Elbano Mibelli, durante el tumultuoso año 1936, permitió neutralizar a una civilidad democrática radical que amenazaba con destruir la débil gobernabilidad democrática del General López Contreras en sus inicios. En las horas vespertinas del 18 de octubre de 1945, en el momento de más crispación de Delgado Chalbaud por la muerte de los cadetes, el General López Contreras, preso en la Escuela Militar y ante la solicitud de Delgado de ser "negociador" con el Gobierno, el entonces ex-presidente sugirió al Doctor Oscar Machado Zuloaga, al declinar él del oficio. No hubo necesidad: a las tres de la mañana del 19 de octubre de 1945, el General Medina "se rindió" a los militares de la Unión Militar Patriótica. De manera que los "negociados" o no existieron o se solicitaron con una de las partes in extremis. El Pacto de Nueva York y el Pacto de Punto Fijo no fueron fruto de una Negociación conducida por los buenos oficios de negociador alguno: el primero fue una imposición norteamericana y el segundo un acuerdo obligatorio para salvaguardar la integridad de una democracia apenas dando sus primeros vagidos.

El único proceso formal de "Negociación" que existe en la historia contemporánea de Venezuela y que encabezara el colombiano ex-presidente Doctor César Gaviria, luego de largas conversaciones e innúmeras "patadas a la mesa" por las partes "en negociación" resultó en el más rotundo fracaso. En nuestro muy humilde modo de ver las cosas, estos "resultados esperados" se deben a que siendo el conflicto político un juego no cooperativo de naturaleza suma cero y siendo la venezolana una sociedad estructurada sobre la base del poder como motivación, las partes no se acercan para colaborar sino para imponerse sus respectivos patrones envolventes de dominación (Pedro Itriago, 2011), trasladando el conflicto a la mesa y enfrentándolo por otros medios. Tiempo, solo tiempo buscan las partes políticas venezolanas cada vez que invocan el llamado "diálogo". La sed de victoria obnubila cualquier esfuerzo y solo la rendición, como conducta de una de las partes, podrá lograr "humo blanco" en este cónclave. De casta le viene al perro...



26 de octubre de 2016

Bayonetazo #9. Copla y alma llanera: tributo al discurso político nacional. Una muestra.(dedicado a mis dilectos profesores Víctor Genaro Jansen Ramírez y Fernando Falcón Veloz)

El llano, región de alma telúrica de nuestra tierra. Una inmensa planicie que se extiende desde el sureste del país, allá en los confines del río Apure (mismo que da origen al río Arauca que traspasa la frontera de la Colombia de hoy) y se allega, por el Este, hasta casi el delta del Río Orinoco. Es tan extensa que en Venezuela, en Geografía Física, solemos distinguir tres grandes regiones llaneras: los llanos bajos occidentales, los llanos centrales y los llanos altos orientales. De allá vino la indómita presencia del llanero, su lanza, su caballo, su fiereza  y su lealtad sin condiciones, solo para quien lograra domeñarlo. Soga, puñal y cuatro; copla, amores y sentimientos son el equipaje de un natural que tiene, por adición y adicción, un inmenso amor a la libertad, entendida esta última no en su sentido político, entre las denominaciones polares, por ejemplo, de Isaiah Berlin. No, el sentido libertario del llanero venezolano se encastra en el alma como bala en cartucho, como viento en la tormenta: es inmanente tanto a la cosa como a la palabra y ambas a la persona.

Vinieron de aquella región llanera, lanza en ristre, los que decidieron la libertad de la Patria que fundó Bolívar y provino de ella, machete trocado en sable, el padre de la República de Venezuela y su primer Presidente: José Antonio Páez. Un hijo de Páez, Ramón, educado en Estados Unidos, publicó un texto en 1852 (en idioma inglés y en la ciudad de Nueva York) que llevó por nombre “Escenas costumbristas del llano venezolano”. Recoge sus experiencias en una campaña que realizara con su padre, disfrutando del sumun de su gloria como primer gran jefe político y militar de Venezuela (1842) y en los llanos venezolanos, y como él mismo informa en los prolegómenos del libro “para determinar el estado de sus propiedades y rebaños”, mismas que se extendían desde la población de El Sombrero en el centro del país, hoy Estado Guárico, hasta el entonces pequeño asentamiento de Achaguas, allá en el lejano Apure. Ramón hace saber que para el llanero son tres los elementos esenciales de su patrimonio: la música, las armas y el caballo. Y denota que a pesar de ser muchos de los llaneros analfabetos o semi-analfabetos, componían coplas observando intuitivamente los rígidos principios de la métrica y la rima, logrando en el esfuerzo composiciones poéticas de extrema complejidad y belleza. 

Este "Bayonetazo" trata sobre una copla que escucháramos esta mañana, muy temprano, de indudable contenido político y que, engarzada en un “pajarillo” (un tipo de composición propia del joropo llanero), señala las aspiraciones del niño del campo, hecho luego cantante recio, como solemos llamarlos nosotros y se refiere a las condiciones que esperan de un “líder” que pretenda conducirlos (además de la valentía y el coraje a toda prueba). Decía aquella copla, a ritmo de arpa, cuatro y maracas:

“Él es bueno y cariñoso,
y de un afecto sincero;
con un discurso clarito,
como agua de tinajero…”

Al romper, la estrofa no tiene nada de extraordinaria. Cuatro versos, estructurados, como ya dijésemos, en copla, con rima asonante y construida en versos octosílabos, la métrica usual en esta clase de composiciones. Pero si se es llanero (ascendencia mediante) se canta y el contexto del "pajarillo" es de naturaleza política, como por ejemplo ensalzar los atributos de un líder carismático en los prolegómenos de una “contienda inminente de naturaleza interpartidaria”, los versos encarnan un mensaje poderoso, sobre todo para los llaneros que pudiesen escucharla.  En primer lugar deja algo claro “Él es bueno y cariñoso, y de un afecto sincero” ; para gentes de otras tierras, acaso teutones, anglosajones, nórdicos e incluso eslavos o centro-europeos, estas características son intrascendentes. Para un venezolano no, contimas si se trata de un llanero. Resume lo que un niño espera de un padre y tiene la certeza proviene de la madre. Ambas características remiten, además, a condiciones que siempre han conmovido e incluso identificado al venezolano: la bondad y el cariño. Y estas dos condiciones son imposibles de ser acunadas en un alma, si el “afecto no es sincero”. La sinceridad del afecto es condición necesaria y suficiente para que renazcan de ella la bondad y el cariño. De manera que si el líder carismático es percibido como un hombre “bueno y cariñoso”, movido además por un “afecto sincero”, se podría encontrar en él tanto a un padre como a un abuelo o, en una distancia menos próxima, a un compadre o a un amigo entrañable. Es un hombre digno de aprecio, consideración sincera y sobre todo, lealtad, porque de él es solo posible esperar lealtad. En una sociedad matriarcal, como pareciera ser la nuestra conforme muestra la evidencia empírica, la carencia paternal es "pan nuestro de cada día" y su añoranza intrínseca, “pan diario para el alma”. Siempre será posible argumentar que la intencionalidad del artista es “lograr la rima con la métrica escogida” con lo cual esta estructuración obedece a “exigencias inexorables” de una construcción verbal, en la composición de una canción criolla. Admisible como argumento, no obstante quien lo pergeña no conoce a los llaneros: llanero no usa la pluma, para parecer garcero, tampoco lanza de palo, si puede hundir el acero.

Los otros dos versos, refieren dos aspectos: la palabra diáfana sin arrestos académicos ni adornos excesivos, representada en el “discurso clarito”. El otro: un discurso reputable de verídico, sin vueltas y ejercicios argumentativos de ocasión. Cuando los versos se escriben acerca del discurso de un líder carismático, la intencionalidad es proveer la condición de “verdad absoluta” a sus palabras, expresadas en un lenguaje sencillo para facilitar la comprensión de todos, especialmente de los más humildes. Y el símil es particularmente gráfico: “como agua de tinajero”. Mucho antes de que en nuestra Patria hubiese agua corriente, en los llanos, aún a pesar de existir ríos de ingente cauda, el agua de tomar en las casas, posiblemente hasta en las más humildes, provenía de un artefacto que nosotros bautizamos como "Tinajero". Dotado de un armazón de madera que sostenía, en lo alto, una piedra porosa de río, se colocaba agua al interior de la roca ahuecada (agua por cierto previamente pasada por un cedazo, dependiendo este arte de su turbidez) y la piedra hacía las veces de filtro, teniendo además la prodigiosa propiedad de “enfriar” el agua con el tiempo. Por gravedad, el agua caía en una “tinaja” (gran envase de arcilla roja que transmite el nombre al aparato) que también tenía la propiedad prodigiosa de mantener el agua fresca. En una región adónde el agua se caracterizaba por su turbidez, el “agua clarita de tinajero” aparte de una bendición, confería atributos de salud y bienestar, especialmente en los secos veranos nacionales.  

De manera que una estrofa sencilla, recoge en su seno una tremenda potencia discursiva en lo político, cuando se trata de describir a un líder carismático en el contexto de la pugna interpartidaria. Y a las preguntas ¿A quién se refiere la copla? ¿A quién estaba dedicado el "pajarillo"? ¿A qué tiempo histórico pertenece, si este blog no trata de costumbrismo sino de historia política? Pues la estrofa hace parte de una larga pieza de joropo llanero que compusiese un cantante popular de música recia en honor al Presidente Hugo Chávez Frías, con ocasión de uno de sus episodios “revocatorios” que preparasen en sus tiempos, paradójicamente, en “tiempo record” , a los fines de enfrentar a sus adversarios. La hemos recogido como una pieza invaluable del discurso político venezolano y en el tiempo histórico en que vivimos precisamente hoy, donde los “sucesores ungidos” del Comandante Chávez ni  se expresan en un “discurso clarito”, ni son “buenos” y menos “cariñosos”, sus afectos “no son sinceros” y  temen además, a rabiar, a sus adversarios. Teniendo acaso “tinajeros” en sus casas, es posible que hace tiempo que no les pongan agua o esta sea de "particular turbidez" como parece atisbarse son sus almas.

24 de octubre de 2016

Devenir político y estructuración de las clases sociales en Venezuela: relato reflexivo acerca de un "metabolismo inexorable".

En este espacio mundial de consulta múltiple y variada, es posible hallar un trabajo de un servidor titulado “La célula pentagonal de poder”. Aparecido en el año 2013 y en la Revista Memoria Política, publicación periódica del Instituto de Estudios Políticos, de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, en la Universidad de Carabobo, ubicada en la ciudad de Valencia, Estado Carabobo, en mi amada Venezuela, hoy República Bolivariana (a sus inicios Confederación de Venezuela, luego República de Venezuela, con posterioridad Estados Unidos de Venezuela, devenida la Guerra Federal y, finalmente y antes de hoy, República de Venezuela otra vez) trata de explicar, desde una intersección de la Historia Política y la Teoría Política, como se ha producido, en el camino, la deformación institucional en esta mi patria querida. A partir de aquellas prescripciones teóricas, trataremos de explicar en este artículo, como esta misma deformación institucional, provoca la configuración de una estructura social que un servidor, siendo particularmente temerario (lo reconoce) se ha atrevido bautizar como “metabolismo inexorable”.

Hemos demostrado desde la evidencia empírica (al menos desde nuestra óptica de la Célula Pentagonal de Poder) que cada inflexión abrupta en nuestros sistemas políticos, ha sido protagonizada por un líder carismático, llegando a identificar siete en dos centurias de existencia política independiente. Como ya lo hemos intentado plantear en varios artículos previos, los siete líderes han sido Simón Bolívar, José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Rómulo Betancourt y Hugo Chávez. A empellones hemos transitado 200 años de “experimentos propios de ellos” por muy redundante que luzca la expresión, que han sido “digeridos y estructurados” por sus seguidores contemporáneos y “re-escritos, re-interpretados, deformados y vomitados” por sus seguidores de ocasión en cada tiempo histórico posterior.

Como planteamos en el trabajo referido (que petulantemente invitamos a leer a los interesados) cada líder carismático genera en su entorno una célula de poder (siendo el líder el núcleo),mediante la presencia de cinco personajes periféricos (de ahí la “pentagonalidad” de la célula) a saber el romántico, el ideólogo, el político de oficio, el soldado y el negociante. Reiterando, una vez más, el rol de cada quien, es el romántico quien sigue ciegamente al líder y encarna (valga de nuevo otra redundancia) “la carne de cañón”; llora de emoción con las palabras del líder y está dispuesto al último suplicio por seguirlo. A su lado marcha el ideólogo, espécimen de filósofo de oportunidad, conveniencia, vocación e incluso en no pocas ocasiones, de profesión, que construye de las palabras del líder una suerte de pensamiento esclarecedor; luego ideas que transforma en “citas citables”; más tarde doctrina y finalmente conjunto orgánico de todo aquello que devenido en ideología formal, proporciona finalmente  "formal base" a la “Revolución”, así como a confrontaciones variopintas, guerra mayor o combates de medio pelo, sean de palabras o de plomo, que suscite la implantación del “ideario preclaro del salvador de la Patria”. Sin prejuzgar de fondo acerca de la “claridad y brillantez intelectual del líder” es un hecho que el ideólogo lo convertirá en “ser sublime” cuyas características serán improbables de encontrar en sus compatriotas (como humanos) y casi  hará su destino, como guía señera, sujeto de definitivo designio divino. Ideólogos y Románticos es posible hallarlos en extrañas mixturas personales, pero de no coexistir ambas “personalidades” en un mismo sujeto, coexistirán felices en una suerte de relación entre maestro y alumno, aprendiz y mago, de ayudante y señor. El mayorazgo del ideólogo frente al romántico, se lo da precisamente la “capacidad cuasi esotérica” para comprender los ejercicios retóricos o verbales del líder, más allá de su apariencia o contenido elemental. El ideólogo es, además, el oráculo del líder.

Soldados, Políticos de Oficio y Negociantes, terminan siendo el verdadero Poder tras el líder. Los primeros tienen la tarea de protegerlo y proteger su “divina creación”, recibiendo de paso la cuota de poder que implica ser los poseedores de las armas, reclamando para si el despliegue del “escudo de acero” que supone el obligatorio blindaje del “líder y su impronta”. El soldado recibe además, la custodia y posesión de los tres metales básicos que implican su presencia: acero, plomo y oro. El Político de Oficio es el cerrajero: abre “las puertas más complejas”; “engrasa” las manos más rústicas; y otorga prebendas a los que las requieran o hace prebendarios a quienes así necesiten tanto él, como el líder. Asusta con su presencia, por aquello del discurso de “lengua de hacha” y “persuade” con su discurso intimidatorio, lleno de “traiciones” y “culpables”. Y, finalmente, el Negociante, “mueve los hilos del dinero”, generando la distribución de la “grasa monetaria” para el político de oficio  y el “oro conveniente” para el soldado. Y es de estas “estructuras pentagonales” que, según nuestra percepción empírica, deviene toda la estructuración de clases sociales en Venezuela, reproduciendo un metabolismo vital que parece generarse (e instalarse), cada vez que hay una mudanza de Sistema Político. Veamos cómo se re-produce.

La célula pentagonal que genera el líder, tiende a replicarse por cada lado que la compone, haciendo de cada uno de sus personajes, núcleos en sus propias células. Y ese replique, tal y como ocurre con los procesos celulares de división, va generando nuevas células que se estructuran tal cual ocurrió con la célula generatriz del líder carismático. Así las cosas, van creciendo verdaderas “retículas celulares de poder”  que el político de oficio y el negociante, van densificando con su reparto de riqueza material, surgida de las actividades comerciales y financieras que ellos van digitando, siempre bajo la mirada vigilante del soldado quien participa, en las más altas jerarquías, de las grandes reparticiones y de las pitanzas, aquel que ocupa los más bajos niveles. Y así las “retículas celulares de poder”  terminan deviniendo en estructuras más complejas que podríamos definir como “retículas oligárquicas de poder”. De estas retículas oligárquicas comienzan a pender (y depender) grupos funcionariales de nivel alto y medio  (tanto en el sector público como en el sector privado) y que, al replicar el mismo metabolismo, van generando sus propios negocios y relaciones reproductivas en lo comercial y financiero. De modo que se constituye una Oligarquía y de ella una Clase Media tributaria. Abajo, comienza a aparecer una masa informe de aventureros que trata, por todos los medios a su alcance, de “guindarse” de aquella estructura, tal y como si fuese una cadena de montaje, convirtiendo el público erario en botín de todos “los privilegiados” o “taquilla de pago” para quien logre allegarse a la fiesta. Finalmente, una mayoría sustantiva hace el papel de“preterido”, conveniente además a toda la estructura, porque es esa condición la que permite la construcción permanente de un “discurso reivindicador” que mantiene firme la retórica de la venganza y la retaliación, hasta que el sistema se hace ineficiente en la reproducción de las condiciones para el mantenimiento de las retículas, o bien por escasez de recursos o bien por la pérdida del líder carismático o por un efecto combinado de ambas situaciones.

La reproducción casi constante en nuestra historia política venezolana, según la evidencia empírica permite colegir, del comportamiento descrito en el párrafo anterior, facilita inferir que a cada sistema político, del cual termina derivando un sistema económico y social, surgido de una inflexión al frente de la cual se coloca un líder carismático, termina siendo sujeto de este metabolismo social de naturaleza vital, es decir, del líder como núcleo surge una célula generatriz; de aquella, una retícula generatriz que deviene en Oligarquía y, de esta última, una Clase Media tributaria, integrada por funcionarios y profesionales liberales, al servicio tanto del sector público como privado, dando origen a un bloque integral de clases propietarias, cuya existencia  es inmanente a la formación de las retículas. Simultáneamente, se produce (y re-produce) una inmensa masa de preteridos (adónde podrían terminar los que ocuparan otros roles en el sistema defenestrado si este fuese el caso) de la cual, por incomodidad, frustración e intereses insatisfechos, termina surgiendo un nuevo líder carismático, repitiéndose (una y otra vez) el comportamiento metabólico antes descrito. Una suerte de maldición nos persigue, acaso porque de tanto reproducir este comportamiento metabólico, hemos internalizado su deleznable mecánica, siendo imposible su destierro de nuestras vidas  y convirtiendo por eso a Venezuela, a decir del Doctor Luis Castro Leiva, en “…República inestable y peligrosa…” donde no nos queda otra obligación que aprender a vivir esta desventura “…entre la esperanza y la desesperación, la indignación y el cinismo…”

23 de octubre de 2016

Historia Política de Venezuela y el Bolero de Ravel: ¿Variaciones sobre un mismo tema?....Segunda Parte

LA DEMOCRACIA llegó con aires de conciliación. Así lo registra el Profesor Juan Carlos Rey para la historia política venezolana, al bautizar ese período de "acuerdo político nacional" con la nominación con la que, de ahí en adelante, muchos conocieran y dieran a conocer ese acuerdo: "Pacto de conciliación de élites". Y, ciertamente, se trató de una conciliación elistesca: empresarios, banqueros, partidos tradicionales, militares adversos a Pérez Jiménez, Iglesia Católica e instituciones de la Clase Media emergente en tiempos de López Contreras y Medina, y para ese momento ya consolidadas, además con voz propia, incluso el Partido Comunista (a pesar de haber sido excluido de esta fiesta de "pactismo nacional"), suscribieron un gran pacto, explícito en unos casos (Pacto de Nueva York y Pacto de Punto Fijo) e implícito para  la gran mayoría, a los fines de hacer posible la vía democrática como tránsito futuro. Y el espíritu de "esta vez sí" y su correlato temporal "ahora sí", se adueñó de la nación, aunque ese "pueblo" por el que todos "luchan y se desgañitan" y que siempre encarna "el preterido" (porque al hacer parte de esas "élites" o sentirse parte de ellas, te excluye automáticamente de la condición de "pueblo") poco o nada participara de esas negociaciones, estuviese al tanto de sus extremos o finalmente le interesara apenas más allá de las pitanzas que pudiese recibir en el proceso.

Rómulo Betancourt representó al líder carismático que desde 1928, luego en 1936 y finalmente entre los años 1945 y 1948, se colocara al frente de la Civilidad Democrática Radical, tras la búsqueda de la senda democrática, primero marxista y luego socialista al estilo de la Alianza Popular Revolucionaria Peruana de Víctor Raúl Haya de la Torre. De hecho, en 1945, Betancourt intenta la instauración de un experimento aprista que las "equivalentes variaciones sobre un mismo tema" terminan llevándolo a un final no deseado. Ahora un Rómulo Betancourt más maduro, más experimentado, mucho más zamarro y consciente del papel del Gran Vecino del Norte y su "inefablemente inoportuna" presencia en las "experiencias revolucionarias" continentales, que trajeron personajes como Tacho Somoza y luego su engendro Tachito, y la caída del Coronel Jacobo Arbenz en la Guatemala de Asturias (además en el contexto de una Guerra Fría), lo hacen derivar hacia la "social democracia" como interpretación política de la realidad y hacia el capitalismo anglo-norteamericano como sistema económico, ambos más como requerimientos de supervivencia que de la propia convicción del entonces Primer Mandatario Nacional.

En medio de intentos de asesinato, golpes militares y finalmente una guerrilla comunista organizada, construida y conducida por aquellos quienes se sienten engañados por el rumbo que toma el nuevo experimento Betancourista, además con apoyo externo de la turbamulta cubana, que se ha propuesto hacer realidad el "internacionalismo proletario", embullados además por la "realidad notablemente más justa" que construye la Revolución Cubana en la próxima isla antillana,  Betancourt se bate como en sus mejores años de resistencia allá en los años 40, y desata una represión feroz contra sus enemigos, a los que somete como en la dictadura recién derrocada, con prisión, desapariciones, tortura y muerte. ¿Y la democracia? ¿Y la libre expresión de las ideas? ¿Y la libre participación política?...¡Al carajo de nuevo! (con perdón del tarascón poco o nada académico): la conservación del poder justifica todo.

Termina diciendo Betancourt en una declaración pública cuando es increpado sobre "los sufrimientos del pueblo" que le ha causado el Gobierno Democrático, amparado en una recién aprobada y "nueva" Constitución Nacional, misma que echa las bases de la igualmente "nueva República": "El Pueblo sin más, como concepto sin apellido, es una entelequia. El Pueblo es el Pueblo organizado en partidos políticos legales, organizaciones sindicales y gremiales e instituciones de variada índole. El Pueblo, como concepto aislado, ya no existe más..." Betancourt ha "rebautizado" el concepto de Pueblo y lo coloca del lado de su partido, expresión mayoritaria de la sociedad y que él viene organizando, bajo su mano férrea, al mejor estilo estalinista, desde 1941 y que en 1960 y 1963 amenaza con diluirse, tras enfrentar dos divisiones. Acción Democrática, el Partido del Pueblo, se mantendrá siendo la organización política más fuerte, grande y mejor organizada del país, hasta el comienzo de su agonía en 1986. Hoy es apenas una modesta finca en manos de un viejo aspirante a gamonal: Henry Ramos Allup.

La DEMOCRACIA no tarda en caer en las mismas "variaciones temáticas" de siempre: la corrupción, el tráfico de influencias, el clientelismo, la violencia política y su concusión, cohecho y artificios de sinvergüenzas, protagónicos o de bajo perfil, que las han acompañado al través de dos siglos y con las cuales nuestro propio "bolero histórico" o, acaso, un fenotipo oculto en los escombros de algún recodo pretérito, nos obliga a sepultarnos, más allá de las buenos deseos del inicio. En 1992 un grupo de militares acaudillados por un "por ahora" anónimo Comandante, intentan hacerse del Poder Político por la vía de la fuerza, en el peor momento de LA DEMOCRACIA. A pesar de haber hecho "todo lo bueno por allá" el Comandante conmina a "sus fuerzas" a la rendición, según sus propias palabras "...ya vendrán nuevos momentos y nuevas situaciones...". Y en 1998 llegan al fin "esos nuevos momentos y esas nuevas situaciones". En unas elecciones al estilo de LA DEMOCRACIA, con apego a su Derecho y preceptos constitucionales, resulta electo el antiguo "Comandante Golpista" como  Presidente Constitucional de la República de Venezuela, no sin antes haberle puesto todos los obstáculos posibles, los partidos tradicionales, los medios, las clases tributarias de LA DEMOCRACIA, parte de sus retículas oligárquicas construidas durante 8 lustros, merced de ese negociado corruptor.

En 1999, luego de aprobada en Asamblea Constituyente (una promesa electoral del Comandante) una "nueva" Constitución que rebautiza a Venezuela como REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA, en una reminiscencia (sexta vez en Venezuela) bolivariana, en la que se empeña el Comandante en "resucitar" a todo trance y según su real saber y entender los "verdaderos ideales bolivarianos", se inicia este periodo en cuyo filo (como una navaja) vivimos hoy. Con logros, aciertos y muchos desaciertos, un ingente ingreso petrolero de coyuntura que le da dinero a manos llenas, el Comandante transita de bolivariano, a revolucionario antillano y de allí a socialista con discurso marxista, pero repleto de cubanía en la creación de Nomenklaturas, prebendados y prebendarios a granel, "rial" mediante. Muere el Comandante en el intento y deja el "negocio" en manos del más incapaz (sin saberlo) de sus segundos y la patria de Bolívar; la misma de Páez; la propia de Guzmán; la que avilantó Castro; la que pacifica Gómez; la que enrumba Betancourt por la senda  de LA DEMOCRACIA y en un nuevo arresto revolucionario, lleva al sumun de la locura esta nueva REVOLUCIÓN BOLIVARIANA, se encuentra sumida de nuevo en la pobreza colectiva, siendo esta nueva edición revolucionaria acusada de corrupción, cohecho, tráfico de influencias, abuso, peculado, tanto de uso como de recursos financieros, arbitrariedad e imposición ilegal, inconsulta e ilegítima de "derechos políticos" contrahechos. En suma, las mismas acusaciones, acciones y ocurrencias que causaron la debacle de "las rutilantes creaciones anteriores" que en ejercicio retórico altisonante, prometieron villas y castillos al común.

En los acordes finales del "Bolero de Ravel", terminamos nosotros esta reflexión propia, escuchando a lo lejos lo que parece el inicio de una protesta a las puertas de la Asamblea Nacional, con ocasión de un evento que "los revolucionarios" llaman "intento de golpe" y su contraparte,"la defensa de los derechos políticos conculcados". El 24 de enero de 1848, en medio de uno de los gobiernos más corruptos y abusivos de la nación, para variar (el del General José Tadeo Monagas), Congreso y Ejecutivo se enfrentaron en una situación equivalente, más concretamente, en la demostración definitiva de quien "roncaba más duro". En aquella ocasión, el "Ejecutivo Monaguero" orquestó una agresión con saldo de diputados muertos y gente en la calle fallecida o mal herida. Se irguió Monagas sobre su triunfo, afirmando con convicción: "...la Constitución da para todo...". Y como lo sugiere el "Bolero de Ravel", las "variaciones sobre un mismo tema" dan para la construcción de una pieza plétora de matices, colores y cadencias. Lástima que la nuestra sea tan triste y haya "sonado", al menos hasta hoy, tan mal...



22 de octubre de 2016

Historia Política de Venezuela y el Bolero de Ravel: ¿Variaciones sobre un mismo tema?....Primera Parte

La historia política de Venezuela es plétora de nuevos descubrimientos. Un documento por aquí; una carta por allá; un texto incunable o un escrito perdido de un alguien, acaso anónimo, pero protagonista de algún evento trascendente sin saberlo, nos acerca a un “nuevo descubrimiento” o a una “novedosa interpretación” de un proceso, ocurrencia o tiempo histórico, en una acepción más dilatada. Pero al “alejarnos” del detalle y ver el contexto, el escenario y al quitar las caras y los nombres, nos sorprende en todo su esplendor, el “Bolero de Ravel”. Sí, en efecto, la composición que hiciese inmortal el grande músico francés de las postrimerías del siglo XIX y principios del XX; la misma que no aplaudiesen el día de su estreno, pero como la “Gloria de Bolívar”, fuese creciendo en admiración como “crecen las sombras cuando el sol declina” a decir del poeta Choquehuanca. El “Bolero de Ravel” es una composición prolífica en compases, marchas y contramarchas, en un crescendo continuo que emociona a quien la escucha en la medida en que, precisamente, la escucha. Pero tiene una estructura constante: se trata de variaciones sobre un mismo tema melódico. Eso era lo que aspiraba probar Ravel: la construcción posible de una pieza musical extraordinariamente rica en reflejos y tonalidades, pero como resultado de variaciones sobre un mismo tema.

Partimos un día de una gesta emancipadora guiada por un líder carismático, el Libertador Simón Bolívar, tras la búsqueda obsesiva de la libertad, gloria mediante también y para la construcción de una República. Sangre, tierra, lodo y llanto; lanzas partidas, sables mellados, olor a pólvora y cuerpos descompuestos. Destrucción, fuego y matanza. Rostros desencajados, viudas, huérfanos y medio país en ruinas con media población famélica luchando para vivir. Pero solo la libertad fue su  fruto. Aún con el retumbar de cañones de fondo, se quejaba amargamente Tomás Lander que para 1823, aún se seguían odiando los pocos caraqueños sobrevivientes. En 1830 nacimos realmente como República y de la mano de otro líder carismático, José Antonio Páez Herrera, comenzamos a transitar la senda de una patria “libre y soberana”. Apenas un lustro nos separó de la guerra: en 1835, otros “incómodos” con otros a quienes veían como “cómodos”, encendieron la tea del combate entre nosotros: solo la sangre lava las afrentas de sangre. Y volvió el líder carismático (porque podía) y restituyó el orden. Pero los vicios continuaron y para 1859, apenas 14 años después de la partida de la vida política activa del “Centauro de los Llanos”, por una senda no muy bendita debemos decir, nos comenzamos a matar en masa. Durante 5 largos años, destruimos de nuevo la Patria y más huérfanos, más madres llorosas, más muerte, más candela de por medio, nos llevaron a un nuevo líder carismático y otro tránsito esquivo e incierto: Antonio Guzmán Blanco.

Y vinieron las promesas de una nueva “Revolución”. Tras la enseña de “Muerte al oligarca” se trató de construir aquella nación. Ensayos institucionales, mucha retórica verbosa en lo legal, poco pragmática real; mucha cosmética arquitectónica francesa, a lo Napoleón III y poca realización cultural. Blancos y pardos criollos aquí en el liderazgo; negros, zambos y mulatos allá, al filo de las quebradas. ¿Y las reparticiones? ¿Los premios sociales de la revolución? ¿La igualación que nos ofrecieron por dejar el cuero en la gesta emancipadora, luego en la Revolución de las Reformas, en la insurrección campesina de 1846  y luego en la Guerra Larga, dónde quedó? Las mismas acusaciones de latrocinio, concusión y corrupción; la misma apropiación indebida; el mismo desprecio y abuso que observaron de los “oligarcas", fueron señalados los revolucionarios  de cometer, ahora con mayor intensidad. Y el liberalismo amarillo, la panacea de la justicia, la única forma de salvación nacional, mordió el polvo una tarde, allá en La Victoria de Aragua, allá dónde Ribas, en 1814, se hiciese inmortal. Lo hizo caer una triunfante Revolución Liberal que se auto-proclamó “restauradora” tanto del “liberalismo real” como de los “sueños de Bolívar”. Y un nuevo líder carismático se presentó frente a ella: José Cipriano Castro Ruiz. “Nuevos hombres, nuevos sistemas, nuevos procedimientos” fue la enseña de esta nueva concepción, precedida de su turbamulta respectiva. 

Mayores los abusos, inconmensurable la apropiación del público erial. Vinieron las potencias a cobrarse lo siempre solicitado en préstamo para matarse y lo nunca pagado para resarcirse. Vinieron, como suelen decir los españoles “a por lo suyo”. Los batieron, en alguna medida, pero el Tío Sam que ya campeaba por sus fueros, los asustó con un nuevo poderío en ciernes y el líder carismático trocado en gamonal (como debía ser) se cubrió de gloria por su "denodada resistencia heroica". Pero había venido con un compadre a quien se solazaba en humillar y una madrugada, luego de haber partido el gamonal a curarse de los efectos destructivos de una sífilis propia de cabalgatas de cama sin tasa y medida, el compadre, Juan Vicente Gómez, le “cogió el maíz volteao por la orilla” y se encaramó en el coroto. Una nueva clase de líder carismático, nos llevó por el camino de una amarga “Rehabilitación”. Ergástulas, espalderos, sigüises, adulantes, baños en escuálidas multitudes rastreras, merced del dinero ahora a manos llenas por el descubrimiento del fructuoso aceite negro. Más miseria, más enfermedad y abandono. “Asociaciones convenientes para el impulso del progreso” llamaron a la entrega de concesiones petroleras a perpetuidad al acreciente estamento petrolero mundial, quien viera en esta presa caribeña “buena carne morena a quien hincarle el diente”. Otra enseña, otro gamonal y otro engaño.

27 años presa estuvo Venezuela, eso sí, con “orden y progreso”; hasta la vieja deuda que un día viniesen a cobrarnos por la vía de la invasión punitiva, la pagamos completica y hasta plata nos sobró, luego de un ingente reparto del botín a sus nuevos salvadores. Pero “todo lo bueno tiene que acabar” y el líder trocado, una vez más, en gamonal, eso sí de charretera reluciente, botas pulidas y sable de borlas encarnadas, partió plácido en su cama como habría de corresponder a su “benemérita presencia”. Duro fue el camino de sus sucesores y sincero el intento por construir, más que una "República" o una "Patria", una "Nación" dónde fuese posible que todos compartieran un “ideal colectivo”. Cuando apenas parecía se saboreaban los frutos de esa construcción, tenía que llegar un nuevo "arreo de reinosos", con su carga de nuevas ideas y su recua de apetencias personales, acaso propias de un fenotipo oculto que parece remontarse a algún recóndito pretérito. Trunco quedó aquel esfuerzo, los apremios por “elegir y ser elegido”, por traer una “modernidad más moderna” que la exhibida hasta ahora, impuso un nuevo cambio, un nuevo norte y un nuevo líder carismático: Rómulo Betancourt Bello. Las mismas acusaciones de latrocinio, de oprobio, de abuso en quienes los precedieron e iguales promesas de vida mejor, salvataje de la miseria y justicia redistributiva. La cantaleta reminiscente de la Revolución Liberal, de la Restauradora, de la Rehabilitación, es más, la verídica realización del sueño bolivariano, viene con la Revolución de Octubre, auténtico apremio por la lucha por lo “venezolano” y por lo que le es propio: el pueblo venezolano. No hay duda, este vez si será lo que no ha sido y verdad lo que ha sido falso.

Tres años entre ruidos de sables, tableteo ocasional de ametralladoras e intentos de golpe, junto a acusaciones de latrocinio, peculado doloso, tráfico de influencias, violencia política, abuso y desprecio por el adversario, contra estos nuevos salvadores de la patria, que llevados al inicio de la mano de los militares, llegasen con sus cantos de sirena, caen al suelo de la derrota, luego de una nueva militarada. Y vuelven, en una suerte de “regreso al futuro”, los hombres de uniforme, hoy ya no con machetes y sombreros de hule, sino con rutilantes uniformes, tanques y aviones. Se inicia entonces el intento por construir un “Nuevo Ideal Nacional”, una suerte de “idea colectiva” de “motivación nacional” que anclada en las antiguas glorias patrias y una “identidad histórica común”, nos permita avanzar como "Nación", la "República es poética" y "la Patria romántica",  pero sin embargo numen de la existencia de todos. Y como la cornucopia de la fortuna petrolera se derrama sin presa o represa, como río desbordado, hay “rial” para todo, pero sobre para todos. Pero ese “todo y todos” está limitado al entorno del gamonal militar, su oligarquía inmanente y su clase media tributaria. Los mismos que salieron pobres de la independencia, de las revoluciones intermedias, de la guerra larga, de las revoluciones de ocasión, de la Restauración, la Rehabilitación, la Transición, la Modernidad y de la Revolución de Octubre, parecen ser los mismos que siguen siendo pobres,a pesar de la danza de la fortuna petrolera de charretera y morrión. Similares los preteridos, símiles los olvidos e iguales las cargas criollas.

Y un día el gamonal se auto-convence de su necesaria permanencia en el poder. El afán por la democracia, la nueva religión política nacional, le obliga a hacer un remedo electoral que él, por su impronta, se ve imposibilitado de negar, pero, finalmente, hace remendar convenientemente para resultar ganador. Pero las viejas envidias, las apetencias emergentes, la pérdida de las alianzas poderosas y una crisis económica en ciernes que amenaza la fuente de “rial”, lo ponen en el trance de decidir si vive rico “en el exilio voluntario” o “muere preso” en su paraíso tropical caído. Que se vaya bien largo al carajo su “Nuevo Ideal Nacional”, definitivamente, "...en el mar la vida es más sabrosa...". Y de nuevo en una madrugada, se va el gamonal de turno, a bordo de una vaca no tan sagrada, cargada de mieles y pieles, oro y mirra, incienso y, por supuesto “rial”. Abandonado el trono, corre la voz como pólvora encendida: "córranle, mis compadres, que el palacio está solo". Y la nueva religión se impone. Los mejores votos, la voluntad de todos, el deseo colectivo, nos une en torno a la democracia, LA DEMOCRACIA: la nueva tierra del verde jengibre...o acaso ¿Un engaño más...? Cosas veredes...

17 de octubre de 2016

Bayonetazo #8: 17,18 y 19 de octubre de 1945: Relato de un “Golpe” que se trocó en “Revolución”. Los últimos tres días del Medinismo…

El día 17 de octubre de 1945, en la víspera de otra asonada militar en nuestra historia política nacional, se suceden hechos que los testimonios de los protagonistas, hacen pensar en las evoluciones imprevistas de los conflictos políticos y como las perturbaciones, imponderables en sus efectos, lentamente van empujando a los sistemas políticos hacia sus umbrales de inestabilidad. El General Isaías Medina Angarita, Presidente de la República de Venezuela en funciones, acota entonces: “El 17 de octubre en la tarde recibí un anónimo en donde se me aconsejaba cuidarme personalmente y se  me alertaba sobre una conspiración que había ganado ya mucho terreno en el ánimo de oficiales de todas las armas, inclusive del Regimiento que tenía a su cargo la guardia personal del Presidente, y se me daban los nombres de ocho oficiales que encabezaban la conspiración.”[1] Unas horas más tarde, en el Nuevo Circo de Caracas, Acción Democrática, “el partido del pueblo”, se apresta a realizar un mitin multitudinario para tratar el tema de la “sucesión presidencial” entre otros asuntos de “interés nacional”.

En el ardor del discurso, exclama Rómulo Betancourt a la importante masa de seguidores allí congregada y con ocasión de una acusación que le hiciese el partido de gobierno, apenas unos días antes, respecto del planteamiento que le formulase el partido Acción Democrática, por boca de su directiva y en carta dirigida a la Dirección Nacional del PDV, con relación al agudo tema de la “sucesión presidencial”: “Nosotros aceptamos que queremos dar un golpe de Estado pacífico, es decir que queremos encontrarle una salida evolutiva a la compleja situación política del país; pero esta aspiración evolutiva se frustrará si quienes gobiernan continúan en su actitud de insólito desdén a la opinión (…) La tesis de gobierno provisional con candidato nacional la ligaremos a las grandes consignas que ha estampado nuestro partido en su programa (…) A todo el pueblo venezolano, a todas las clases sociales venezolanas, a todos los que se sienten desvinculados a este régimen los llamamos a luchar por la consigna, por la gran consigna que esta noche histórica de la nueva Venezuela dejamos sembrada en la conciencia del país: elecciones generales, presididas por un Gobierno provisional, a fin de que mediante el sufragio directo, universal y secreto, el pueblo venezolano pueda escoger un Presidente de la República y un Poder Legislativo que sean los auténticos depositarios de la soberanía de la Nación.”[2]

Posiblemente, en el mismo instante en que Betancourt  se dirige a una multitud emocionada que se desata en aplausos y vítores, unas cuantas cuadras más al oeste, en la Escuela Militar, se está realizando una cena entre oficiales militares. Nos cuenta sobre el ágape Don Mario Briceño Iragorry: “En la noche de miércoles 17 había  sido invitado por el comandante Arévalo, Director de la Escuela, el coronel Ruperto Velasco, Director de Guerra a una cena en la Escuela, a la que fueron invitados además, el mayor Delgado, Vargas, Loscher y Buenaño. La comida estuvo rociada de abundante whisky y Velasco hubo de perder la cabeza un poco y se produjo (sic) en largas consideraciones sobre la disciplina, todo en medio de “ademanes de ebriedad simiesca” según palabras de Loscher. Al día siguiente, 18, Velasco volvió a las 9 a.m. a la Escuela con el fin de  conducir a Delgado al Ministerio por encargo del ministro Becerra. Advertidos los oficiales que su plan había sido delatado, resolvieron la prisión inmediata de Velasco y se declaró la rebelión.”[3]. Se precipitan entonces los acontecimientos. El Coronel Edito Ramírez, protagonista de aquellos hechos, siendo entonces Teniente y oficial de planta en la Escuela Militar, refiere: “El momento era decisivo. Buscábamos dónde cambiar impresiones y por doquiera advertíamos la presencia de los jefes…En menos de cinco minutos, estuvimos tras la escalera que da frente a la cocina; allí Delgado comenta: “si voy al Ministerio, me hacen preso como un tonto” y si no va, comenté yo, está en rebeldía, “pues vamos a lanzarnos”, coreamos todos. (…)…saludé en el patio principal al coronel Velasco y continuaba mi marcha hacia el hall de oficiales (…) cuando tropecé con el mayor Delgado y el capitán Parra, quienes ya traían preso al comandante Arévalo. “Lo dejo con el Comandante” – me dijo aquel – mientras el arrestado me insinuaba la conveniencia de conversar y cambiar ideas amigablemente (…) En este mismo momento, otros oficiales conducían al calabozo al coronel Velasco, quien desesperado daba voces de arresto y aludía su condición de Coronel Director de Guerra (…) Ya a las puertas del calabozo, el Coronel trató de sujetar a Delgado para hacerlo preso. Fue entonces cuando Arévalo le advirtió: ¡¿No se da cuenta, mi Coronel, que los presos somos nosotros?!...Al punto me gritó Mario Vargas: “Edito ¡Háblale a los cadetes!...”…”[4]

Por su parte y en el cuartel de Miraflores, nos dice el entonces Mayor Celestino Velasco, jefe de aquella unidad y pariente por cierto del coronel Velasco preso en la Escuela Militar: “A las 9 y media del día 18, me dijo el teniente Carlos Morales que “estuviéramos listos”. Enseguida me entrevisté con mis oficiales y con Nucete Paoli. Casi de inmediato recibía órdenes del teniente coronel Varela de reforzar los servicios de la parte de atrás del cuartel. A las diez y media se observó mucho movimiento de los oficiales superiores, tanto en el Palacio de Miraflores, como en el Ministerio de Guerra, habiendo sido llamado a este el teniente coronel Varela. Pocos minutos después salía yo a la puerta del cuartel y observé que en el carro de Varela se encontraba el mayor Pérez Jiménez, en calidad de detenido. Notifiqué entonces a mis oficiales “que estábamos descubiertos” (…) Estábamos decididos a dar el golpe ese mismo día. Como de diez a doce de la mañana, llegó el teniente Illaramendi, y dándome una palmada en el hombro me dijo “Mi Mayor, que ya…” Esta fue toda la orden que recibí del Comité…”[5].

El gobierno en pleno fue cayendo  poco a poco bajo poder de los insurrectos y como hace saber el Coronel Ramírez para “… las 15:00 horas (…) del día 18, los calabozos del Instituto eran insuficientes para poner bajo seguro a tantos peces gordos: general López Contreras, ex Presidente de la República y candidato para un nuevo período, arrestado en la habitación de un oficial; doctor Uslar Pietri, Ministro de Relaciones Interiores; doctor Mario Briceño Iragorry, Presidente del Congreso Nacional; general Manuel Morán, Jefe del Estado Mayor General; general Antonio Chalbaud Cardona, Inspector General de las FF.AA. y tantos otros.”[6]. En estos emocionados relatos de los oficiales comprometidos, pareciese vislumbrase una “masiva participación” del personal militar profesional en el alzamiento y sus prolegómenos, apariencia que algunos números parecen contradecir.

Las Fuerzas Armadas para ese momento contaban con 950 oficiales. Los comprometidos, según una lista parcial que cita José Agustín Catalá, miembros todos de la UMP, sumaban 125 oficiales del Ejército y 22 oficiales de la Armada, para un total de 147 oficiales, esto es, 15% de la totalidad de la oficialidad, de lo que  se pudiera colegir que el 85% o no estaba de acuerdo o esperaban a buen recaudo el desarrollo de los acontecimientos o no sabían nada de aquella asonada. Un detalle interesante que vale la pena citar es la proporción de oficiales subalternos participantes del movimiento, respecto de los superiores y, como era de esperarse, la ausencia total de los generales. De un total, como ya se dijese, de 147 oficiales, 28 son Capitanes y 70 suman los Tenientes, Subtenientes y Alféreces de Navío, esto es, casi la mitad de los comprometidos correspondía a jóvenes o muy jóvenes oficiales. Solo 8 eran Mayores para entonces,  acaso los 8 oficiales que cita Medina le había avisado eran los jefes de la conspiración, a saber, Carlos Delgado Chalbaud, Hugo Fuentes, Miguel Nucete Paoli, Juan Pérez Jiménez, Enrique Rincón Calcaño, Julio César Vargas Cárdenas, Celestino Velasco y Marcos Pérez Jiménez.

Para conocer de viva voz de un oficial comprometido las razones del alzamiento, sea propicio citar al Teniente Rolando Loscher Blanco, quien “carcelero” de Don Mario Briceño Iragorry, sostuvo una larga conversación con él y  cuyo contenido refiere Don Mario en los siguientes términos: “El fin de la revuelta era, según expresión de Loscher, borrar el personalismo que venía privando en la organización del Ejército, cuyos oficiales subalternos se sentían molestos por el trato que se les daba. Dijo Loscher que el oficial carecía de asistencia y que lejos de distribuirse por medio de un procedimiento lógico de justicia la suma destinada a protección del Ejército, eran los servicios prestados como favor personal al Presidente, a cuyo arbitrio pensaba él dar o no la pequeña suma que en cada caso se destinaba a favorecer al oficial. Le invocó también la falta de preparación de los oficiales superiores como motivo de molestia para los jóvenes que habían alcanzado un grado de cultura. Alegaban los oficiales como actitud ofensiva para el Ejército el hecho de que el Presidente Medina pretendiera utilizar la fuerza del Ejército como elemento ciego dispuesto a respaldar sus aspiraciones de gobernar e imponer un nuevo Presidente.”[7] .

Don Mario pone fin a aquel aciago momento ( especialmente para quienes hasta ese instante llevaban las riendas del Poder Público Nacional en sus diversas ramas) con la siguiente narración, misma que tiene lugar a las 03:30 horas del día 19 de octubre de 1945 y en la Escuela Militar de Venezuela: “…se abrió la puerta de nuestra habitación y apareció el general Medina, acompañado del Ministro de Guerra, coronel Delfín Becerra; doctor Manuel Silveira, Ministro de Obras Públicas y el mayor Francisco Angarita Arévalo, Presidente del Estado Táchira. Medina estaba vestido de civil y llevaba puesto el sombrero. Estaba visiblemente emocionado, aunque mantenía dominio completo sobre sí mismo. Su voz era entera, el ceño duro y la barba ennegrecía notablemente su rostro. (…) Nos abrazó a los tres y con palabra llena asumió la responsabilidad de la entrega…”No quise que se derramara más sangre inútilmente” dijo. Después se dirigió en tono altivo al mayor Delgado Chalbaud, que había llegado en su compañía y le dijo: “Carlos ahora tienen la responsabilidad del orden. Eviten enérgicamente que Caracas vaya al caos y con Caracas la República. Procedan a constituir una Junta Militar que asuma el poder. Una Junta Militar; por ahora no cometan el error de poner en manos de civiles la autoridad.” [8]

Delgado Chalbaud, como resulta lógico suponer, hizo caso omiso de la recomendación del General Medina Angarita. A las 20:00 horas del día 19 de octubre, Rómulo Betancourt Bello, el líder político carismático de un tiempo histórico que hacía eclosión, asumió la Presidencia de la “Junta Revolucionaria de Gobierno”, llevado de la mano de la joven oficialidad, agrupada en la Unión Militar Patriótica, logia de profesionales militares a la que se sumó Delgado Chalbaud apenas cuatro días antes del golpe. El pronunciamiento castrense fue hábilmente bautizado por Rómulo Betancourt con otro mote “épico” para librarse de la mácula del simple Golpe Militar, iniciándose así uno de los grandes mitos revolucionarios de nuestra historia política contemporánea: la Revolución de Octubre.





[1] Consalvi, Simón Alberto; La Revolución de Octubre.1945-1948. La Primera República Liberal Democrática. SERIE ANTOLÓGICA DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE VENEZUELA. FUNDACIÓN RÓMULO BETANCOURT. Caracas, 2010. Pags.45 y 46.
[2] Suárez Figueroa, Naudy; Rómulo Betancourt. Selección de escritos políticos.1929-1981. FUNDACIÓN ROMULO BETANCOURT. Caracas, 2006. Pág.182. 
[3]Catalá, José Agustín; Papeles de Archivo. 1945-1947. Del Golpe Militar a la Constituyente. Cuaderno Nª9. CENTAURO. Caracas, 1992. Pág.37
[4] Catalá…Op.Cit…Pág.12.
[5] Catalá…Idem…Pág.29.
[6] Catalá…Ibíd…Pág.13
[7] Catalá…Ibíd…Pág.37.
[8] Catalá…Ibíd…Pág.41

13 de octubre de 2016

Bayonetazo #7… Casi un siglo más tarde…

El 30 de octubre de 1945, a ochenta y ocho años de distancia de la emisión de los juicios de Pal Rosti, cuando denostase a los gobernantes de turno, Rómulo Betancourt, como cabeza de un nuevo “movimiento revolucionario” le arrostra a sus predecesores, en teoría “defenestrados” por “Pueblo y Ejército unidos”, la siguiente acusación:

“El régimen, imbuido de orgullo demoníaco y resuelto a mantener a todo trance la situación que le permitía a sus más destacados personeros enriquecerse ilícitamente y traficar con el patrimonio colectivo, desoyó ese llamado de la opinión democrática…”[1]

Apenas tres años más tarde, sujeto el gobierno revolucionario de las mismas acusaciones de concusión, cohecho, tráfico de influencias y corrupción galopante, el 12 de febrero de 1948, en su último mensaje al Congreso, con ocasión del final del gobierno trienal, el entonces Presidente saliente afirma:

“…faltaríamos a la verdad si dijéramos que en todos los cuadros de la Administración Pública ha habido la misma asepsia y la misma pulcritud para manejar los dineros nacionales. Más de un funcionario subalterno ha desfalcado al Erario, cometiendo acto delictuoso debidamente comprobado; y ha pesado sobre otros la sospecha de que percibían estipendio cohechador de comerciantes nacionales o extranjeros, habituados a competir en el mercado donde se trafica con las influencias…”[2]

El Presidente lo reconoce: “…faltaríamos a la verdad si dijéramos que en todos los cuadros de la Administración Pública ha habido la misma asepsia y la misma pulcritud para manejar los dineros nacionales”.  Admite la existencia de la concusión en el manejo de los fondos públicos durante la gestión de la administración pública que correspondió al gobierno revolucionario, pero culpabiliza expresamente a “más de un funcionario subalterno” a quienes acusa de “haber desfalcado el Erario” mediante la comisión de “acto delictuoso debidamente comprobado”, con la complicidad de "comerciantes nacionales o extranjeros, habituados a competir en el mercado donde se trafica con las influencias". De manera que quedan excluidos los militares, en particular los de alta graduación, los funcionarios públicos de jerarquía superior y los jefes políticos del partido, y, por primera vez, se responsabiliza a comerciantes nacionales y extranjeros como aquellos promotores del "estipendio cohechador". Quien sabe que razones lo impulsan para librar de la práctica a los más altos personeros, depositando su ocurrencia en “más de un funcionario subalterno” pero cuando el perro muerde a su amo, así será de malo. Que arroje la primera piedra quien esté libre de pecado…Sin mácula, solo la virgen María…a menos que estuviese “enchufada” en algún gobierno venezolano…



[1] Consalvi, Simón Alberto; La Revolución de Octubre 1945-1948. La primera república liberal democrática. Serie Antológica de Historia Contemporánea de Venezuela. FUNDACIÓN RÓMULO BETANCOURT. Caracas, 2010. Pág.134 y 135.
[2] Suárez Figueroa, Naudy; Rómulo Betancourt. Selección de escritos políticos. 1929-1991. FUNDACIÓN RÓMULO BETANCOURT. Caracas, 2006. Pág. 234

Bayonetazo #6: …Y tres décadas después…


Pal Rosti, aristócrata húngaro, además de fotógrafo y naturalista, pero también “revolucionario republicano”[1], ha recalado en esta “tierra de gracia” en plan de exploración. Rosti expresa, sin tapujos, su opinión en materia de política interna. No toma rutas alternas y es firme en denostar a quienes dirigen la República. Siendo un “caballero republicano”, critica con dureza a los “detentadores del poder” de entonces; dice de ellos:

“Los hombres del gobierno – que llevan en su corazón más que la honra y el bienestar de la nación, su propio interés – anhelan el poder y las riquezas y emplean todos los medios e influencias que tienen en la manos en provecho propio y el de su partido. De aquí el permanente descontento y la continua guerra civil; aunque luego forman un nuevo gobierno, en la mayoría de los casos solo cambian las personas y no los principios.” [2]
Rosti los identifica plenamente: “los hombres del gobierno”. Y como buen republicano, les arrostra su falta de “honra” y la ausencia de interés por el bienestar de la nación, mismo que ha sido sustituido por el propio. Como individuos sin “honra” no anhelan otra cosa que “el poder y las riquezas” empleando “todos los medios e influencias que tienen en la manos en provecho propio y el de su partido.” De esta situación se deriva “el permanente descontento y la continua guerra civil” y aunque se termina sustituyendo el gobierno en cada episodio, finalmente lo que ocurre es un cambio de “personas y no de principios”. El afán por la riqueza y el poder, la corrupción, el cohecho y la apropiación indebida del tesoro público, parecen ser las mismas prácticas condenables que Porter observase en 1825 y 1827, haciéndolo ahora Rosti en 1857; los “hombres del gobierno” condenados por sus prácticas “reprobables”, luego de 30 años de vida republicana.  Entonces ¿Serán cosas de la “burguesía apátrida” o de casta le viene al perro?...



[1] Pal Rosti luchó en la Revolución Húngara de 1848, movimiento que devino, posteriormente, en suerte de gesta emancipadora de Hungría del Imperio Austrohúngaro. 
[2]  Pino Iturrieta, Elías y Calzadilla, Pedro; La mirada del otro. Viajeros extranjeros en la Venezuela del siglo XIX. ARTESANO EDITORES. Caracas, 2012.Pág. 134. Las negrillas son nuestras.

Bayonetazo #5: La corrupción funcionarial: ¿Mal endémico y secular?...

Una de las “preocupaciones” constantes de los gobiernos venezolanos (y por ende de la población  en general), sobre todo  en el contexto de la historia  contemporánea, ha sido el tema de la “corrupción funcionarial”. Es insistente la acusación que radica en un mal cuyo origen inmediato ubican en la explotación petrolera “gringa” y en las prácticas corruptoras de  las oligarquías de turno, en los arrestos ideológicos tumultuosos de los neo-vengadores de ocasión. No se hace nunca referencia al pasado remoto en relación a las acusaciones  por peculado y concusión. Deviene, para el orador de templete y más reciente factura, de la más cercana “burguesía apátrida” u “oligarquía parasitaria”. Este y el próximo bayonetazo van dirigidos directamente al cuello de esos “parlanchines de oportunidad” que en su estentórea y vocinglera parla de momento, ubican el vicio en el horizonte más próximo de visión, cosa para nada rara en un país de tan corta memoria histórica y supino interés actual por el conocimiento formal.
Sir Robert Ker Porter arribó a Venezuela en el año del señor de 1825, en calidad de Ministro Plenipotenciario de la Gran Bretaña ante el gobierno del Departamento de Venezuela, República de Colombia. Deja constancia en su diario de la primera impresión que se lleva del gobierno republicano y del reciente Estado creado con ocasión de la gesta independentista:
“La pobreza del Estado es extrema, y los gastos mensuales sobrepasan las rentas por muchos millares de dólares: el déficit del año pasado fue de 9.000.0000 $. De hecho el gobierno ha estado gastando el préstamo británico, y cuando se haya acabado, entonces se verán los efectos de unas arcas vacías. Tiene que aplicarse algún remedio drástico o las consecuencias serán muy graves. Hay un sistema general de pillaje por parte de todos los empleados y estos, al ser descubiertos, solo son desplazados para llenar otros cargos de mayor peso y recursos conque saciar su falta de patriotismo y virtud verdaderos.”[1]
En 1827, concretamente durante el mes de enero, realiza Su Excelencia el Libertador Simón Bolívar, la que será su última visita a la ciudad de Caracas. En calidad de Presidente de la República de Colombia, toma contacto con Sir Robert y enseguida hace amistad con él. Para nadie era un secreto la proximidad del Libertador con Inglaterra y la especial relación que rápido establecía con sus representantes diplomáticos.
En conversación privada que sostienen el Ministro inglés y el Libertador, en la casa del Marqués del Toro y con ocasión de un baile preparado en su honor, Bolívar le confía que son muchas sus preocupaciones respecto del estado de cosas imperantes en los departamentos. Relata el “caballero inglés” alguna de las incidencias de aquella conversa:
“Habló de prestarle gran atención a los cargos, algunos de los cuales existen como sinecuras, así como de tomar otras medidas para restablecer la confianza y poner en mejor orden la renta comercial de los departamentos. Puede hacer el intento, pero primero hay que refrescar un poco la honestidad y virtud de los funcionarios. La tarea es más difícil de lo que él cree y, de hecho, la corrupción de los gobernantes y sus satélites durante su ausencia es la causa del descontento y la rebelión que actualmente aquejan a la República.”[2]
El Libertador parece hacer referencia a una burocracia inoficiosa al sugerir la presencia de cargos que “existen como sinecuras”. Pero lo más “preocupante” son los señalamientos del inglés, ya no en plan de “caballero” sino del frío funcionario quien, luego de dos años en la República, no ve cambio alguno en su manejo. Vanos serán los intentos del General Bolívar, si primero no se “refresca”, al menos un “poco”, la “honestidad y virtud de los funcionarios”, poniendo en evidencia de nuevo la venalidad  y  “holgazanería” funcionarial, situación que se hace “más grave” cuando responsabiliza a “la corrupción de los gobernantes y sus satélites”  como “la causa del descontento y la rebelión”. A veces es mejor “mirarse en el espejo del pasado” que gritar las culpas sobre quien nos mira sorprendido desde la silla vecina.




[1] Ker Porter, Robert;  Diario de un diplomático británico en Venezuela. FUNDACION POLAR. Caracas, 1997.
Pág.81. Las negrillas son nuestras.
[2] Ker Porter…Ibid…Pág. 184. Las negrillas son nuestras. 

12 de octubre de 2016

Líderes carismáticos y Revoluciones en Venezuela: ¿Relación inextricable?...De Bolívar a Guzmán.

Una interpretación posible de las revoluciones como ocurrencia política, bien podría situarse en el espacio de la inflexión abrupta de los Sistemas Políticos como consecuencia de la acumulación de perturbaciones socioeconómicas y políticas (a su vez), que, en un instante determinado, se sobrecargan de tal grado de perturbaciones, pulsiones y choques que, finalmente, el Sistema Político imperante, es conducido hasta su “umbral de máxima inestabilidad”.[1]

Ahora bien, surge una pregunta que como todas aquellas de naturaleza histórico-política, llama poderosamente la atención a las inteligencias movidas por el afán de la investigación: ¿Existe, al menos en Venezuela, relación entre los movimientos bautizados como “Revoluciones” y la presencia de un líder carismático en su conducción?

Desde nuestra perspectiva comenzamos a responder la interrogante, pensando en al menos siete grandes inflexiones sistemicas a  lo largo de los últimos doscientos años, muchas de ellas bautizadas como “Revoluciones” y que llevan al frente un líder carismático. Abordaremos en este artículo las tres primeras. Pero esencial para este desarrollo (si se aspira ser reputado de serio desde el punto de vista científico) definir que entendemos por Líder Carismático.

Max Weber, sociólogo, filósofo político y pensador alemán en el siglo XIX y principios del XX, afirma que un líder carismático es aquel que percibido por quienes lo siguen como una persona de cualidades extraordinarias, no poseídas por todo el mundo, modélica o enviada por Dios, se convierte en consecuencia y por fuerza de esas condiciones, precisamente en líder.[2] Weber no fue el primero en tocar el tema. Hemos identificado, por vía empírica, al menos dos reflexiones equivalentes sobre la presencia de un liderazgo trascendente: la referencia que en el siglo XVI hace Giovanni Botero en su trabajo “Da la reputazione” y respecto de la posibilidad del príncipe de despertar el recuerdo (Re-putare) más por miedo que por la bondad; y aquella que, en el siglo XIX, hace Gustav Le Bon respecto del “Prestigio” indispensable en un líder que aspira a conducir masas, ese suerte de “Prestigio” que nace de la “fuerza de la auto-convicción”.

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Ponte, El Libertador, es la primera presencia carismática en nuestra historia política patria. Va a grupa de un “albo caballo” inventado por lo que podríamos definir, con temeridad, como la “propaganda política en ciernes”. Lo hace al frente de la creación del primer “mito revolucionario” de nuestra impronta histórica: la Revolución de Independencia.[3] Epítetos como “Hijo del Cielo”, “personaje esclarecido”, “…genio superior e inmortal…”[4] son apenas algunas mínimas invocaciones a Bolívar, algunas hechas en vida y en el epítome de su gloria. Una gesta que se inicia con una presencia casi anónima e incluso reprochada tras la pérdida del castillo de Puerto Cabello, la prisión de Miranda y la caída de la Primera República, pero que crece y va tomando fuerza desde el año 12, la Campaña Admirable y aun después de la pérdida de la Segunda República. Bolívar se hace grande en Angostura y se lanza por el resbaladero de la creación de Colombia, acto político temerario que va haciendo declinar su gloria hasta su muerte. Sin embargo y a pesar de la presencia de muchos hombres de talla inmortal, más por su coraje y capacidad de resistencia, que por sus virtudes republicanas, es Bolívar quien lleva la tea de la Revolución que, de manera también muy interesante, va cambiando sus contenidos doctrinales, más por los acomodos que exige la guerra, que por las convicciones “revolucionarias” de su líder. Un ejemplo de ello lo constituye su postura respecto de la libertad de los esclavos, la presencia de negros, zambos y mulatos en posiciones de poder, y sus planteamientos acerca de Presidentes, Senado, Colegios Electorales y Jueces vitalicios, en el contexto del discurso de Angostura y luego en los planteamientos formales de la Constitución Boliviana de 1826.

Sobre el cadáver humeante del proyecto colombiano, pero desde cuando ya acusaba “efluvios” de descomposición, surge el segundo líder carismático de ese tiempo: el General José Antonio Páez Herrera. Viene en los destellos de su “lanza vengadora”. Conductor de la tropa llanera, “Héroe de mil batallas”, “Ciudadano Esclarecido”, “Primera Lanza del País” y “Centauro de los llanos” son algunas de las máximas por las que se le convoca e invoca. De la acerada presencia que da el combate militar viene Páez y viene con el nacimiento de la República de Venezuela. Si Bolívar es el “Padre de la Patria”, el General Páez lo es de la “República de Venezuela”. Páez es líder de una inflexión singular: la que separa a Venezuela de la Nueva Granada, en el “invento político” que el Libertador ha creado bajo el nombre de Colombia, que también integra a Quito y a Guayaquil. Todos los involucrados “se abren” a su tiempo y toca a Páez guiar esa separación hacia lo que será un “nuevo” Sistema Político de “inspiración republicana” en lo institucionalmente político y de “aspiración liberal” en el ejercicio de las libertades económicas. Como parece ocurrir con el metabolismo que genera la presencia de un Líder Carismático, se forma en su entorno una célula pentagonal de poder[5]. Cinco son los personajes que se nuclean en su entorno: el romántico, el ideólogo, el político de oficio, el soldado y el negociante aventurero. El primero da la vida por el líder, el segundo convierte en “doctrina" a sus ideas y, un tiempo más tarde, troca esa “doctrina” en ideología, plataforma política de la que deviene luego el “Partido”.


El poder político fáctico (y, por tanto, real) termina en las manos de los otros tres, esto es, el político de oficio, quien sirve de operador entre fuerzas encontradas; el soldado, que aporta los “aceros letales” a las acciones y se constituye en escudo protector frente a la adversidad; y el negociante-aventurero quien se enriquece en el negociado y enriquece a soldados y políticos de oficio, mediante el manejo oportuno, con terceros, de ese botín que llaman “erario público”.

La célula se va multiplicando, trayendo como consecuencia la aparición de una retícula celular oligárquica, donde “Poder Político y Negociado Material” se intersectan, convirtiendo la existencia de ambos en “coexistencia vital”. La estructura del Estado, los puestos públicos, la estructura legal, los principios doctrinales políticos, todo, absolutamente “el todo político- económico-social” se hace, lo hacen y lo impulsan los miembros de la retícula oligárquica, en función, precisamente, de esa “coexistencia vital”. Y el resultado esperado de esa forma de concebir el Estado, lo político, lo económico y lo social, genera como exhumo social, acaso el peor: el preterido. Real, justificado, inventado o arrimado por conveniencia por aquellos que execrados o aspirantes a una nueva retícula, promueven desde la sombra, sobreviene una “nueva inflexión” amparada bajo las banderas de la turbamulta: la Revolución.

La nación que se forma luego de 1830 bajo la égida del líder carismático que encarna Páez,  nacida como República de Venezuela, aún a pesar del incómodo episodio desestabilizador de 1835 y conocido como la Revolución de las Reformas (al frente de la cual por cierto no se coloca ningún líder reputable de carismático), cuando ha arribado a 1841 acusa nuevos estertores de disolución y en la agudeza de sus pulsiones y choques, a más de sus graves contradicciones internas, para 1859 está en plena guerra civil. De ella surge un personaje díscolo y cambiante, atrabiliario y astuto: el General Ezequiel Zamora, pero una bala asesina trunca su posible “rutilante futuro” y su cuñado, el Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, figura para nada carismática, termina a la cabeza de un nuevo “Estado Revolucionario”. Pero es su anónimo secretario, el que termina reclamando el papel del líder carismático: el General Antonio José Ramón de la Trinidad y María Guzmán Blanco.

Se pone a la cabeza de los nuevos Estados Unidos de Venezuela, denominación política que surge de la “impronta federal” del movimiento. Un “Quinquenio”, luego un “Septenio” y más tarde una “Aclamación” lo convierten también en “Ciudadano Esclarecido”, “Padre de la Patria Nueva” y también en el epítome de su gloria, en “Ilustre Americano”. Se hace construir estatuas, se le nombra Rector de la Universidad, presidente de todas las sociedades de fomento de la industria y el comercio. Guzmán convierte a Caracas en un remedo de Paris y “por toda la nación” se siente el progreso de “la modernidad” que ha traído la “Revolución a la Patria”. Sobre esos logros, dice el propio Guzmán, el 5 de julio de 1873:

“Cada camino que abrimos, cada empresa de navegación realizada, cada línea de telégrafo, cada código que formamos, toda esta máquina de la educación popular, tan complicada, difícil y laboriosa, i la milagrosa inmigración que estamos ya realizando: eso es habernos tocado á nosotros el hacer prácticos los votos, las patrióticas esperanzas de nuestros antepasados. Sí: ambicionemos la plena luz de la  gloria, como se viera faz á faz al sol sin deslumbrarse: aspiremos a que la posteridad diga que los hombres del 5 de julio i los del 27 de abril de 1870, son los hombres de la grandeza la patria.”[6]

Solo la grandeza es posible tras la “Revolución y su  Líder Carismático”. Y a cada nueva revolución, una nueva materialización de los “ideales patrióticos de los antepasados”.

Estas tres primeras presencias relevantes, al frente de inflexiones sustantivas de nuestro Sistema Político decimonónico, de manera parcial y muy breve, permiten inferir que tras cada una de ellas o más propiamente, al frente, existe un líder carismático que con sus acciones, discurso político y realizaciones materiales, impulsa los cambios, los choques y las pulsiones que inducen el devenir de los sistemas políticos. Pero ¿Y las otras cuatro?...Esas serán objeto de presentación en nuestros artículos siguientes.




[1] En nuestro blog www.miradainterdisciplinaria.blogspot.com haremos una  explicación más detallada sobre este y otros conceptos para interpretar el devenir de los Sistemas Políticos.
[2] Weber, Max. Sociología del poder. Los tipos de dominación. ALIANZA. Madrid, 2007. Pág.113
[3] Sobre este “bautismo” ya hicimos una referencia en el primer artículo de este blog.
[4]Entre las posibilidades humanas no podía contarse un suceso tan completo y raro como nuestro último triunfo, si no lo hubiese presidido un genio superior e inmortal. En nuestros conflictos en el campo de batalla, cuando iba a confiarse la suerte de una nación entera a la lucha más desigual, ocurrí al nombre de Bolívar para asegurar el resultado…” Palabras del General Antonio José de Sucre, pronunciadas en el palacio de la ciudad de La Paz, con motivo del arribo del Libertador a esa ciudad, el 19 de agosto de 1825. Sucre, José Antonio; De mi propia mano. BIBLIOTECA AYACUCHO. Caracas, 1981. Pág.263.
[5] Este concepto formal, que bien podría formar parte de una Teoría Política Nacional y creado por quien estas líneas escribe, se hizo público por primera vez en el artículo titulado “La Célula Pentagonal de Poder”, en el número 1 de la revista Memoria Política, del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Carabobo, en el año 2014.
[6] Straka Medina, Tomás; Características de un modelo civilizador. Idearios e ilusiones del Guzmancismo. Los tiempos envolventes del Guzmancismo. Simposio. Elías Pino Iturrieta y María Teresa Boulton, coordinadores. UCAB. Caracas, 2011. Pág.114.