13 de octubre de 2016

Bayonetazo #5: La corrupción funcionarial: ¿Mal endémico y secular?...

Una de las “preocupaciones” constantes de los gobiernos venezolanos (y por ende de la población  en general), sobre todo  en el contexto de la historia  contemporánea, ha sido el tema de la “corrupción funcionarial”. Es insistente la acusación que radica en un mal cuyo origen inmediato ubican en la explotación petrolera “gringa” y en las prácticas corruptoras de  las oligarquías de turno, en los arrestos ideológicos tumultuosos de los neo-vengadores de ocasión. No se hace nunca referencia al pasado remoto en relación a las acusaciones  por peculado y concusión. Deviene, para el orador de templete y más reciente factura, de la más cercana “burguesía apátrida” u “oligarquía parasitaria”. Este y el próximo bayonetazo van dirigidos directamente al cuello de esos “parlanchines de oportunidad” que en su estentórea y vocinglera parla de momento, ubican el vicio en el horizonte más próximo de visión, cosa para nada rara en un país de tan corta memoria histórica y supino interés actual por el conocimiento formal.
Sir Robert Ker Porter arribó a Venezuela en el año del señor de 1825, en calidad de Ministro Plenipotenciario de la Gran Bretaña ante el gobierno del Departamento de Venezuela, República de Colombia. Deja constancia en su diario de la primera impresión que se lleva del gobierno republicano y del reciente Estado creado con ocasión de la gesta independentista:
“La pobreza del Estado es extrema, y los gastos mensuales sobrepasan las rentas por muchos millares de dólares: el déficit del año pasado fue de 9.000.0000 $. De hecho el gobierno ha estado gastando el préstamo británico, y cuando se haya acabado, entonces se verán los efectos de unas arcas vacías. Tiene que aplicarse algún remedio drástico o las consecuencias serán muy graves. Hay un sistema general de pillaje por parte de todos los empleados y estos, al ser descubiertos, solo son desplazados para llenar otros cargos de mayor peso y recursos conque saciar su falta de patriotismo y virtud verdaderos.”[1]
En 1827, concretamente durante el mes de enero, realiza Su Excelencia el Libertador Simón Bolívar, la que será su última visita a la ciudad de Caracas. En calidad de Presidente de la República de Colombia, toma contacto con Sir Robert y enseguida hace amistad con él. Para nadie era un secreto la proximidad del Libertador con Inglaterra y la especial relación que rápido establecía con sus representantes diplomáticos.
En conversación privada que sostienen el Ministro inglés y el Libertador, en la casa del Marqués del Toro y con ocasión de un baile preparado en su honor, Bolívar le confía que son muchas sus preocupaciones respecto del estado de cosas imperantes en los departamentos. Relata el “caballero inglés” alguna de las incidencias de aquella conversa:
“Habló de prestarle gran atención a los cargos, algunos de los cuales existen como sinecuras, así como de tomar otras medidas para restablecer la confianza y poner en mejor orden la renta comercial de los departamentos. Puede hacer el intento, pero primero hay que refrescar un poco la honestidad y virtud de los funcionarios. La tarea es más difícil de lo que él cree y, de hecho, la corrupción de los gobernantes y sus satélites durante su ausencia es la causa del descontento y la rebelión que actualmente aquejan a la República.”[2]
El Libertador parece hacer referencia a una burocracia inoficiosa al sugerir la presencia de cargos que “existen como sinecuras”. Pero lo más “preocupante” son los señalamientos del inglés, ya no en plan de “caballero” sino del frío funcionario quien, luego de dos años en la República, no ve cambio alguno en su manejo. Vanos serán los intentos del General Bolívar, si primero no se “refresca”, al menos un “poco”, la “honestidad y virtud de los funcionarios”, poniendo en evidencia de nuevo la venalidad  y  “holgazanería” funcionarial, situación que se hace “más grave” cuando responsabiliza a “la corrupción de los gobernantes y sus satélites”  como “la causa del descontento y la rebelión”. A veces es mejor “mirarse en el espejo del pasado” que gritar las culpas sobre quien nos mira sorprendido desde la silla vecina.




[1] Ker Porter, Robert;  Diario de un diplomático británico en Venezuela. FUNDACION POLAR. Caracas, 1997.
Pág.81. Las negrillas son nuestras.
[2] Ker Porter…Ibid…Pág. 184. Las negrillas son nuestras. 

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