Pal
Rosti, aristócrata húngaro, además de fotógrafo y naturalista, pero también “revolucionario republicano”[1],
ha recalado en esta “tierra de gracia”
en plan de exploración. Rosti expresa, sin tapujos, su opinión en materia de política interna. No
toma rutas alternas y es firme en denostar a quienes dirigen la República.
Siendo un “caballero republicano”,
critica con dureza a los “detentadores
del poder” de entonces; dice de ellos:
“Los
hombres del gobierno – que llevan en su corazón más que la honra y el bienestar
de la nación, su propio interés – anhelan el poder y las riquezas y emplean
todos los medios e influencias que tienen en la manos en provecho propio y el
de su partido. De aquí el permanente descontento y la continua guerra civil;
aunque luego forman un nuevo gobierno, en la mayoría de los casos solo cambian
las personas y no los principios.” [2]
Rosti
los identifica plenamente: “los hombres
del gobierno”. Y como buen republicano, les arrostra su falta de “honra” y la ausencia de interés por el
bienestar de la nación, mismo que ha sido sustituido por el propio. Como
individuos sin “honra” no anhelan
otra cosa que “el poder y las riquezas”
empleando “todos los medios e influencias
que tienen en la manos en provecho propio y el de su partido.” De esta
situación se deriva “el permanente
descontento y la continua guerra civil” y aunque se termina sustituyendo el
gobierno en cada episodio, finalmente lo que ocurre es un cambio de “personas y no de principios”. El afán por la riqueza y el poder, la
corrupción, el cohecho y la apropiación indebida del tesoro público, parecen
ser las mismas prácticas condenables que Porter observase en 1825 y 1827,
haciéndolo ahora Rosti en 1857; los “hombres
del gobierno” condenados por sus prácticas “reprobables”, luego de 30 años de vida republicana. Entonces ¿Serán cosas de la “burguesía apátrida” o de casta le viene
al perro?...
[1] Pal Rosti luchó en la
Revolución Húngara de 1848, movimiento que devino, posteriormente, en suerte de
gesta emancipadora de Hungría del Imperio Austrohúngaro.
[2] Pino Iturrieta, Elías y Calzadilla, Pedro; La mirada del otro.
Viajeros extranjeros en la Venezuela del siglo XIX. ARTESANO EDITORES.
Caracas, 2012.Pág. 134. Las negrillas son nuestras.
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