"Libertad, valor, templanza,
justicia y fortaleza; honor; igualdad y fraternidad". "Pueblo, como un todo y todos para todos”. "Amor a las leyes y a los magistrados; frugalidad,
seriedad, virilidad; heroísmo". "La Patria: morir por ella..."
Todos los conceptos anteriores hacen parte esencial del discurso político
venezolano; venidos del siglo XIX, al originarse en la gesta emancipadora, son
nutridos a lo largo de nuestras revoluciones decimonónicas, para decantarse al
fin en los siglos XX y XXI. Son conceptos republicanos por derecho propio,
todos apelando a la base esencial de “la
República” como creación política: “la
pasión”.
El
alma encendida de “pasión patria”,
que construye colectivos humanos para el bien común, bajo el imperio de la ley;
la “República”, como ninguna otra
creación equivalente, apunta a los “sentimientos”
humanos. El liberalismo se centra en el ejercicio de la libertad individual: “soy libre antes que cualquier otro”. En
el liberalismo, el colectivo es la simple suma de las voluntades individuales; el
republicanismo, por el contrario, es el encendido deseo de un “todo” que más que las partes, logra
grandes epopeyas gracias a un sentir “común”:
el amor a la Patria[1].
La
Patria que “nos” vio nacer; que
recoge nuestras vivencias más sentidas; la
Patria que al final, tal y como lo hizo con nuestros ancestros, recogerá en
su seno nuestros restos mortales, haciendo de sí y en sí misma, nuestra última
sustancia vital. La Patria es la esencia del sacrificio máximo porque “…quien da todo por la Patria, nada pierde y
gana todo cuanto le consagra…”[2]
Los
auténticos protagonistas de la pasión-patria, los republicanos puros no son individuos comunes. Sobre ese
particular hace saber Castro Leiva:
“Héroes
impolutos, poderosos, ángeles exterminadores de vicios, jinetes de la pulcritud
de las costumbres. Tanto celo, tanta devoción sentimental de manera insensible
conducen a este radicalismo a la aceptación de otras relaciones, pasiones y
acciones adicionales en nuestra buena sustancia republicana. Así purificado el
practicante en las virtudes se hace la norma en la vida activa, de
participación religiosa que requiere esta búsqueda del bien.”[3]
Una
suerte de "ciudadano virtuoso", quien
además tiene como tarea fundamental la búsqueda
del “bien común”, “bien” que pudiese ser equiparado al
concepto de “vida buena” de
Aristóteles[4]. Existen
virtudes republicanas para el tiempo de paz y virtudes republicanas (exacerbadas)
en los repúblicos, para los tiempos de beligerancia. Castro Leiva acota al
respecto:
“Desde
la perspectiva de la acción, el sujeto revolucionario concibe la virtud como
forma de la voluntad. Ser virtuoso en el hacer de la revolución significa ser
héroe. Esta heroicidad vive del afán de la gloria y de la “liberalidad” de
sentimientos. De la magnanimidad o entrega total a la causa de la revolución.
En ese escenario estético, ético y retórico, solo el sacrificio o la muerte
persuaden absolutamente. Ser virtuoso durante la tranquilidad de la república
significa ser fraternal, moderado, frugal, severo, prudente, viril, enemigo del
lujo y de la afeminación de las costumbres.” [5]
De
manera que el doble enfoque, el de “la
revolución” o sus etapas previas y el de la “paz republicana” implica actitudes distintivas: la guerra, a la propensión al máximo
sacrificio; la paz, a la integridad máxima como individuo. En cualquier
caso: “el republicano encarna al luchador
excelso por las causas justas”. La apelación a “Republicano” (Repúblico) sugiere automáticamente la asociación a
héroes íntegros y sacrificados por el bien de la Patria, un tipo de individuo
que se merece, más que ningún otro, el título de “ciudadano”; y aquel de “conciudadano”,
solo los “igualados” por el mismo
sentido de entrega y sacrificio.
Así
las cosas, para cuando amanecemos al siglo XX, la sombra del Positivismo en ciernes aporta al “Republicanismo Bolivariano” un nuevo
vocablo: “el progreso”. Ese “progreso” comtiano solo posible en el
contexto del “orden”[6],
para que “…hombres de trabajo disfruten
de la paz y los frutos de sus industrias...”[7].
En
sentido contrario, el Republicanismo viene
soportando el ataque transversal de un nuevo lenguaje, nacido del fondo
filosófico germano de las postrimerías del siglo XIX, en el contexto influyente
de la Revolución Industrial y parido luego, “a sangre y fuego”, al
amanecer del XX, en una versión práctica de raigambre eslava: “el lenguaje Marxista”.[8]
El
“lenguaje Marxista” parece infiltrarse en el republicanismo bolivariano por la vía de las virtudes y de los valores
republicanos. “La Libertad, la Igualdad y
la Patria; la frugalidad, el valor,
la justicia y la templanza”. "Solo el marxismo libera, porque revierte la explotación del hombre por el hombre,
en tal sentido, al acabar con los patronos y los latifundistas, iguala y al pensar en el bien común, solo el marxismo construye
Patria...”. Los gobernantes
positivistas y liberales, no son “frugales”,
tampoco son justos y, además, son cobardes: los hechos así lo respaldan. Los
comportamientos de Cipriano Castro y Juan V. Gómez son pruebas palmarias de
ello[9]. Finalmente, los marxistas hacen “suyos” los héroes de la Patria y
denuncian como “beatón” el
patriotismo de los gobernantes, a quienes acusan de abusar de los “valores y figuras” patrias en su propio
beneficio político. Su contraparte los acusa de “anti bolivarianos y antinacionalistas”[10].
De manera que se continúa viendo, en el discurso político venezolano (aún hoy
en nuestros días), una disputa vehemente entre los factores confrontados en la
pugna interpartidaria, por la “posesión
exclusiva” de las "virtudes, valores y héroes republicanos de nuestra
historia patria".
La
República (y su bien) es la única creación posible y solo el camino que muestra
cada parte en confrontación, senda exclusiva para su construcción. Las
sucesivas Constituciones del siglo XX hablarán de Repúblicas, de la división de
poderes, de “representatividad y
responsabilidad”[11];
se hará, por otra parte, mención permanente a “la libertad de industria y comercio”[12],
unido a parchazos al “bien común
republicano”; se ensalzará ad nauseam
a la propiedad privada e individual, un resabio liberal indiscutible, junto a
la expresión del libre comercio, originado en la República de la Sociedad
Comercial estadounidense, trocado luego en principio esencial del ejercicio de
la propia libertad individual liberal, al concebirse el disfrute y despliegue
de las libertades creativas e industriosas del ser humano, asociadas al
comercio, como demostraciones palmarias de su par liberal. En suma: serán
exquisitas mezclas en algunas ocasiones, mezclotes vulgares en otros, de “republicanismo retórico” con “liberalismo en la acción”; “republicanismo retórico” que servirá al
propósito de apelar a “la pasión para la
acción”, y al exordio emocionado que desde “la pasión”, sirva al propósito de construir “la convicción” o alguna suerte de ella.
La
presencia del líder carismático[13]
en el devenir del sistema político venezolano (desde que podemos hacer uso de
tan complejo concepto político) resulta moto esencial para entender su marcha,
desde nuestra muy particular manera de aproximarnos a la historia política
nacional.
Siete,
como los brazos del Cuerno de David[14],
planteamos son los líderes carismáticos[15]
que han signado la historia política criolla en los últimos doscientos años.
Simón Bolívar, José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Cipriano Castro, Juan
Vicente Gómez, Rómulo Betancourt y Hugo Chávez, son los hacedores, con sus
pensamientos exclamados a viva voz, en su discurso político y las acciones
concretas derivadas,
de la Venezuela que fue, es y parece seguirá
siendo, al menos en los años por venir, sin atrevernos a determinar con
exactitud el tracto temporal de la locución “por
venir”.
La
presencia de cada uno de esos líderes carismáticos ha dejado tras de sí una
categoría de sujetos que aquí nos atrevemos a definir como “líderes menores”, entendiendo como tales a aquellos líderes que heredando del líder
carismático, mando y poder, bien sea por su creación institucional, bien sea
por su “unción”, terminasen en posición preeminente, pudiendo llegar a
conservar la construcción institucional y/o política primaria, reforzándola
incluso en función de sus propios intereses o perdiéndola y, por consecuencia,
perdiéndose, al no poder reproducir las cualidades del líder carismático de
cual devienen.
Como evidencia empírica, baste citar un
conjunto interesante de casos; en el caso del General José Antonio Páez, líder
carismático guerrero, supremo héroe de la guerra de independencia, venido al
poder nacional gracias al fracaso de la Gran Colombia, devienen como líderes
menores que se crecen en la construcción institucional derivada, por ejemplo,
el General Carlos Soublette o los hermanos Generales José Tadeo Monagas y José
Gregorio Monagas. En el caso del General Antonio Guzmán Blanco, líder
carismático que deviene de la muerte del conservadurismo paecista, derivan (de
él) el General Francisco Linares Alcántara y los Doctores Raimundo Adueza
Palacios o Juan Pablo Rojas Paúl en el mismo sentido que lo hiciesen quienes
devinieron del Centauro de los Llanos; no así, en el caso del General Joaquín Crespo,
líder menor de Guzmán, quien pasa el testigo al General Ignacio Andrade,
también de la menoridad del Guzmanato; Andrade releva a Crespo, por voluntad de
este último y sin embargo pierde y se pierde en la declinación mortal del
liberalismo amarillo.
Respecto
del General Juan Vicente Gómez, lider carismático que inicia junto al General
Cipriano Castro[16], el
siglo XX venezolano, pudiésemos derivar a los Generales Eleazar López Contreras e Isaías
Medina Angarita, supervivientes inmancables como resultado del mantenimiento
del constructo institucional, misma que pudiera extenderse y justificar más
adelante el origen del General Marcos Pérez Jiménez.
En
los tiempos de la democracia de partidos, Rómulo Betancourt Bello asume la
condición del líder carismático indiscutible; los presidentes de la era
democrática, en particular militantes de AD, líderes menores derivados de su
presencia; el Doctor Rafael Caldera, es un producto evidente de la construcción
institucional de Betancourt.
Ambas
categorías de líderes, mayores y menores, han entonado el cántico que les
impone el lenguaje republicano bolivariano, en su versión “demo-liberal” o en su versión “marxista-socialista-revolucionaria”.
Así
las cosas, a lo largo de dos centurias, hemos visto y oído hablar de “Repúblicas”; del “interés de la República”; de “moral
republicana”; de “ciudadanos
virtuosos” de “repúblicos”; de
ofrecimientos emocionados al “…máximo sacrificio por la Patria”. También
de “Libertad” y de “Libertades”; “Libertad de Cultos”, “Libertad de Expresión”, “Libertad de Ideas”; pero
también “Libertad de Comercio”, “Libertad
de Industrias”, “Libertad de Lucro…”[17]
En
otro orden de ideas, un viento de suprema igualdad ha soplado con fuerza cada
vez que nuestros líderes carismáticos han hecho uso del púlpito de la encendida
opinión; “…somos iguales ante la ley…”
“…obreros y estudiantes somos iguales.
Los banqueros y comerciantes al servicio del régimen, no…”[18] “La
vida de la república reclama nuestro sacrificio y el castigo de aquellos al
servicio del régimen…”[19]
según sea el bando que ocupen
alternativamente.
Vemos
entonces que de estar en un bando de lucha, de confrontación, el orador hace
uso del discurso republicano porque este apela, esencialmente, a la pasión, es decir, siempre con sentido de “acción” desde la “pasión”[20]. Cuando
se está en el poder, el discurso republicano se atenúa y se troca en parla
institucional, con tendencia al ejercicio supremo de las “libertades liberales” y con una acción concreta dirigida al
mantenimiento del “orden”[21].
La
República pura, de “civismo activo”,
como la llama Castro Leiva, se troca en “República
Retórica”, destinada al ornato del discurso, a la loa de ocasión, a la
oportunidad del templete festivo; la acción discursiva en la “acción”, se hace “liberal” y la “protección de
la industria y el comercio” acción
fundamental de gobierno.
La
República adquiere entonces condición “estatuaria”;
se hace monumento construido y levantado a las glorias del pasado; se convierte
en ofrenda floral en el panteón de los héroes; bandera al viento en las fechas
patrias; saludo militar ante el fuego eterno de la tumba del soldado
desconocido; lágrima furtiva por algún recuerdo propio; apretón de manos a la
viuda del compañero caído; recuerdo, discurso y evocación. Se transmuta así en
pieza broncínea que al sol, queda sometida impertérrita a las inclemencias del
tiempo, sin otra utilidad que la de honrar el pasado e irremediablemente destinada
al requiebro impío de postrimerías de alguna desprevenida ave de paso.
Así
“la República”, en su largo viaje
desde la antigua Grecia, pasando por las glorias romanas, vestida de egregio
humanismo renacentista, bañada luego en las frías playas de una inglesa guerra
civil; en el reclamo comunitario del Highland escocés; en la visión de comercio
de las trece colonias norteamericanas; en la negritud confundida de una Haití
preñada de igualitarismo; tocada de gorro frigio, senos casi al aire y bayoneta
en mano, de una revolucionaria Francia; y finalmente, tiznada de carbón,
pólvora y sangre en nuestros campos de batalla, termina su camino hoy en nuestra
tierra de gracia, convertida solo en palabras, versos y evocación. Discurso de
ocasión, propio al dicterio, cuando la estabilidad en el poder se ve en
peligro; panegírico de oportunidad en quien, al sentirse en peligro por sus
acciones, en los difíciles intercursos de la pugna interpartidaria, apela a sus
“virtudes”, ora para defenderse, ora
para atacar a sus perseguidores.
Desde
otra ruta, “el liberalismo”, al
propender a la defensa de la libertad individual a todo trance, consigue en su
camino “interpretes” quienes, desde
la ciencia económica, consiguen suelo propicio en sus contenidos para sembrar
la semilla de una madreselva conceptual
y luego subsumirlo al ejercicio exclusivo de la libertad individual para
“producir y comerciar”, al punto de
hacerlo coincidir, en algunos casos, con “el
utilitarismo y su racionalidad económica”.
Por
otra parte, la “República de la Sociedad
Comercial”, favorece estas argumentaciones de hecho y de derecho, siendo
fagocitada por “el liberalismo”,
entendido desde su perspectiva exclusivamente económica, y desprovisto de su
contenido político, contenido por el que pugnan hoy día únicamente los
entendidos y los filósofos políticos. Así, la acción de gobierno se hace “liberal”, por los arrestos y las obligaciones derivadas del “texto y el contexto”, al convertirse
el liberalismo y como ya dijésemos, en suerte de “padre natural de nuestra República” o, acaso, “padrastro obligado” de nuestras concepciones republicanas
contemporáneas. …¡Malo mori quam foedari…!
[1] ”Es el amor a la Patria que produce en las
repúblicas aquel conjunto de cualidades que llamamos costumbres. Si no puede
existir república alguna sin virtudes, ninguna virtud hay sin costumbres.”
Francisco Espejo en Castro Leiva. Lenguajes Republicanos. Castro
Leiva…Ibid…Pág.413. “El amor a la Patria
purifica los corazones, corrobora la virtud fija y asegura la independencia del
universo: él solo produce héroes y los grandes hombres, y con él se puede
todo.” Pedro Grasses, Máximas Republicanas, en Castro Leiva. Castro
Leiva…ibid…Pág.622.
[2] Paráfrasis de
cita del Libertador Simón Bolívar, en carta de fecha 10 de septiembre de 1815.
La cita textual es la siguiente: “El que
abandona todo por ser útil a su Patria,
no pierde nada y gana cuanto le consagra.”
[4] “Puede decirse que hay un objetivo, tanto
para cada uno en particular como para todos en común, a la vista del cual
elegimos o evitamos. Se trata, en suma, de la felicidad y de sus componentes.
(…) Sea, pues, la felicidad prosperidad unida a la excelencia o suficiencia de
medios de vida, o la vida más agradable acompañada de seguridad o plenitud de
propiedades y del cuerpo asistida de la capacidad de salvaguardarlos y de
usarlos, pues puede decirse que todos coinciden en que la felicidad consiste en
una o más de esas cosas.” Aristóteles, Retórica. CLASICOS DE
GRECIA Y ROMA. ALIANZA. Madrid, 2007. Pág.71. “Cuando llegamos al final y a la asociación perfecta, formada por la
reunión de diversos pueblos, ya hemos alcanzado la polis – una asociación de la
que podríamos decir que ha alcanzado la plena autosuficiencia; o mejor, para
hablar con más exactitud, podemos decir que mientras está en crecimiento lo
hace en función del mero vivir (y por tanto en esa fase y ese estado de
crecimiento háyase aún ubicado en un estadio anterior al de su
autosuficiencia), y existe (una vez alcanzada la plenitud) en virtud de una vida
buena (y por ello se hace autosuficiente).” Aristóteles. La Política, Libro
I, citado por Castro Leiva. Castro Leiva…Ibid…Pág.602.
[6] Tal y como
Comte plantea, el progreso debe cederle paso al orden, mientras la construcción
del camino hacia el destino se culmina; además han de surgir en las mentes de
aquellos hombres, interrogantes inquietantes y angustiosas ¿Puede un pueblo
como el nuestro asumir su propio destino en una democracia plena? ¿Cómo? Si resulta un hecho cierto que el mismo
Augusto Comte en su Francia natal afirma que “…la democracia es el peor de los regímenes al ser un sistema político
dónde todos tienen el poder, nadie obedece y, lo peor, no existe quien asuma la
responsabilidad…”. “Comte cree que su
misión intelectual es que la política entre en el estado positivo, es decir,
esté fundada en la observación que descubre constantes, formula leyes y
describe la organización única y necesaria (científica) de la sociedad. Solo
una sociología o física social puede ser hoy la base de la reorganización de
las sociedades modernas. La sociología nos descubre dos motores de la historia:
el orden (condiciones de existencia de una sociedad) y el progreso (condiciones
de su evolución). La ciencia política positiva tiene el objetivo de recuperar
el principio de orden de la doctrina “orgánica”, pero depurado de nociones
sobrenaturales, y el principio de progreso de la doctrina “ilustrada”, pero
depurado de nociones metafísicas (…) decimos que si Comte aspiraba a un
equilibrio entre el orden y el progreso, es evidente que en la sociedad
positiva que preconiza, el orden triunfa sobre el progreso.” Prieto,
Fernando; Manual de Historia de las Teorías Políticas. UNION EDITORIAL.
Madrid, 1973. Pág.776.
[7] “Hace algún tiempo que nuestra Patria oscila
entre dos extremos: la tiranía oficial y la intolerancia de los partidos
políticos. Esos extremos nos han llevado siempre a la muerte de las libertades,
a la guerra civil, y a la desolación de la República: males terribles que
pueden curarse radicalmente en el actual momento histórico...(…) A ustedes
tocará la envidiable dicha de extinguir para siempre las guerras civiles, de crear la atmósfera de la
tolerancia, de fundar el respeto entre los partidos, de acrecentar el buen
trato entre los hombres, de robustecer el imperio de la ley, de abrir
corrientes del trabajo, de impulsar las productoras industrias, de guiar a la
prensa periódica por derroteros de luz y de llevar, en fin, a Venezuela a igualarse con sus hermanas del Continente en vida
civilizada y progresos de todo linaje.” Salazar Martínez,
Francisco; Tiempo de compadres. LIBRERÍA PIÑANGO. Caracas, 1972.
Págs.156 y 157.
[8] “El tercer y último elemento a disposición
interpretativa de la viabilidad de la metáfora está constituido por el surgimiento
y expansión del marxismo en Venezuela y América Latina (…) Desde un comienzo ha
estado debatiéndose el marxismo emergente (no como “ideario” secretado
abstractamente) dentro del espacio retórico-persuasivo dejado en consignación
intelectual en el domicilio de la conciencia epistemológica de los
“intelectuales” positivistas por una parte, y dentro de la conciencia colectiva
del “patriotismo popular” (ilustrado, liberal, republicano y por ello patético)
y su culto a los héroes, v.g Simón Bolívar, por la otra. Inicialmente los
nuevos “intelectuales” sucumben al encanto de la guerra contra la metáfora,
propia de la asepsia estilística de la simplicidad de la ciencia. El legalismo
causal universal, la fuerza de la necesidad y el encanto del determinismo hacen
de los procesos sociales, políticos e históricos, un sucesivo y progresivo
suceder de cambios.” Castro Leiva…Ibid…Pág.77.
[9] “El “chácharo” se vino con los 60 de El Cabito y el resto abandonó la tierra
para colmar “sagradas” y “jefaturas civiles”, después del 19 de diciembre de
1908.” Rómulo Betancourt citado por Germán Carrera Damas. Rómulo Histórico.
Ensayo preliminar. FUNDACIÓN RÓMULO BETANCOURT. Caracas, 2010. Pág.37. “…el triunfo de la revolución, o de la acción
cualquiera que termine con el régimen de Gómez, nos hallaría profesando la
tesis simplista y antisociológica de que la” zamarrería” y la “ausencia de
fronteras morales” en aquél explican y justifican el cuarto de siglo de rehabilitación”
Rómulo Betancourt. Plan de Barranquilla. 31 de marzo de 1931. Suárez Figueroa,
Naudy, Selección de escritos políticos 1929-1981. FUNDACIÓN RÓMULO BETANCOURT. Caracas,
2006. Pág.47.
[10] “A la gente de ORVE se le sindica por su
militante posición de izquierdas entre las interesadas, según el arbitrario
decir de quienes militan en la trinchera opuesta, en arrancar del corazón
venezolano la admiración por la vida y la obra de Simón Bolívar. (…) Somos
bolivarianos, en el sentido de que vemos en el Libertador el símbolo más cabal
de la nacionalidad y en su acción sin desmayos una norma obligadora de nuestra
propia acción. (…) Más no practicamos ese bolivarianismo superficial y beatón
que consiste en considerar que las formas político-sociales preconizadas por el
grande hombre son valederas para todos los tiempos.” Rómulo Betancourt.
Ubicación histórica del Libertador. Semanario Orve. Nº36. 17 de diciembre 1936.
Suárez Figueroa…Op.Cit…Pág.91 y 93
[11] “Art.13. El gobierno de los Estados Unidos
de Venezuela y de cada uno de los Estados de la Unión, es y será siempre republicano,
federal, democrático, efectivo, representativo, responsable y alternativo.” Constitución
de los Estados Unidos de Venezuela. 1931 y 1936. “Declaración Preliminar. (…) con el nombre de República de Venezuela,
que se rige por los principios de Gobierno Federal, Democrático, Efectivo,
Representativo, Responsable y Alternativo y que es libre de toda dominación o
protección extranjera…” Constitución de la República de Venezuela. 1953. “Art. 3. El gobierno de la República de
Venezuela es y será siempre democrático, representativo, responsable y
alternativo.” Constitución de la República de Venezuela. 1961. “Art.6. El gobierno de la República
Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será
siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo,
responsable, pluralista y de mandatos revocables.” Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela. 1999.
[12]El principio
de la propiedad privada y la promoción de la industria y el comercio se
consagra de manera uniforme en, al menos, las cuatro constituciones antes
referidas, redactados en términos de “promoción”, “derechos económicos” ,
“…ocupación productiva…”, “…desarrollo de las artes y el comercio…” .
[13] Entendemos
por “lider carismático” al definido
por Max Weber como aquel poseedor del “carisma”
como cualidad. Dice Weber: “Llamamos
“carisma” a la cualidad de una persona individual considerada como una cualidad
extraordinaria (…) Por esta cualidad se considera que la persona que la posee
está dotada de fuerzas o propiedades extraordinarias, no accesibles a cualquier
persona o que es una persona enviada por
Dios o una persona modélica y que, por lo tanto, es un “líder”
Weber, Max; Sociología del Poder. ALIANZA. Madrid, 2007; Pág.113.
[14] “…de fuerza o poder político (porque los
cuernos de un animal eran símbolo de su fuerza; Sal. 132:17, literalmente
"Cuerno de David"; Jer. 48:25, literalmente "Cuerno de
Moab"). En el simbolismo profético, los cuernos representan reyes, reinos
u otros poderes.” Diccionario Bíblico Cristiano Gratis - Concordancia
Bíblica Online - Significado o definición de Cuerno.
[15] “Los
líderes carismáticos y fuertes están dotados de extraordinarias cualidades congénitas, muy por encima de la generalidad. Por esos atributos se les
identifica
como capaces de
realizar diversas proezas. Sólo el líder carismático tiene la capacidad de superar el conservadurismo que
produce la organización y de soliviantar a las masas en
apoyo
de grandes cosas, tiene una profunda fe
en sí mismo,
producto de un pasado
de luchas victoriosas que lo hacen tener conciencia de sus aptitudes….” Robert Michels en Antonio Bolivar Meza. La Teoría de las
élites. Pareto, Mosca y Michels.ITZAPALAPA. Pág.401.
[16]Es posible
argumentar que el general Juan V. Gómez no ofrece la oportunidad, a título
personal, de ser considerado “líder
carismático”. El “histrionismo” del general Cipriano Castro es posible que
opaque esa opción; acaso sirva un ejercicio comparativo, para probar nuestra
opinión sobre el particular. Dice Max Weber que líder carismático es aquel
dotado de “… una cualidad
extraordinaria…” y que por esta cualidad “…se considera que la persona que la posee está dotada de fuerzas o
propiedades extraordinarias, no accesibles a cualquier persona o que es una persona enviada por Dios o una
persona modélica y que, por lo tanto, es un “líder”…” La cualidades
extraordinarias que consideramos poseía Gómez, acaso, de nuevo, las necesarias
para ese difícil período de la historia nacional, distan con mucho de ser virtudes, pero sin duda resultaban cualidades para un líder del
momento. Francisco Segundo Alcántara dice del general Gómez “No bebía, no danzaba, no gritaba. Era
mujeriego e implacable. Y mucho, pero mucho, avaro de tierras de oro y de
poder. Este era su pecado capital.” Es posible que estas particulares características que menciona Alcántara,
disten con mucho de la “cualidad
extraordinaria” que podría
asignársele a un líder carismático, bajo el espectro moral de las virtudes
republicanas, pero ¿No serían acaso esas “cualidades”
de poco o casi ningún valor moral, las que permitiesen a Gómez pacificar un
país díscolo y calenturiento, luego de casi una centuria de guerra intestina y
encauzarlo a lo que fue después?¿Cómo puede un hombre sin “cualidades extraordinarias” conservar el poder por veintisiete
años?¿No surgió de él acaso una sociedad cómplice pero organizada? Representan
las respuestas a esas interrogantes, un estudio particular que escapa al
alcance de estas líneas. Pero son sus solas conjeturas, las que nos permitimos
utilizar para calificar a Gómez de carismático líder. La cita de Alcántara fue
extraída de su libro titulado “La
Aclamación (1906). La Conjura (1907). La Reacción (1908)”, editado por la
Librería Europa, en 1958. El texto en referencia corre inserto en la página
número 80.
[17] Como
testimonios de estas menciones republicanas, hemos tomado textos de varios
documentos de cuatro de quienes proponemos representan los siete líderes
carismáticos venezolanos. Así, respecto de Simón Bolívar, en su vehemente
defensa de un sistema republicano centralista, afirma en su muy conocido Discurso de Angostura, el 15 de febrero
de 1819: “El primer Congreso en su Constitución
Federal más consultó el espíritu de las Provincias, que la idea sólida de
formar una República indivisible y central. (…) Cuando deseo atribuir al
Ejecutivo una suma de facultades superior a la que antes gozaba, no he deseado
autorizar un Déspota para que tiranice la República. (…)…he sido arrastrado a
rogaros para que adoptéis el Centralismo y la reunión de todos los Estados de
Venezuela en una República sola e indivisible.” Simón Bolívar, Libertador, Discurso
de Angostura. GOBIERNO BOLIVARIANO. MINISTERIO DE EDUCACIÓN E INFORMACIÓN.
Caracas, 2005. Pág. 17 y Págs. 40 y 41. El general José Antonio Páez, en carta
oficio que dirigiese al Libertador Simón Bolívar, en fecha 24 de mayo de 1826,
en la oportunidad de sofocar una insurrección en la plaza de Puerto Cabello, acaudillada por el
capitán de navío Sebastián Boguier, y dónde solicita la presencia del máximo jefe,
culmina aquella misiva en los siguientes términos: “Venga V.E a satisfacer los votos de estos pueblos, á perfeccionar la
obra de sus sacrificios y á asegurar la estabilidad de la república.” En
manifiesto dirigido a los colombianos
del norte, el 7 de febrero de 1829, el general Páez dice allí: “…solamente una necesidad forzosa, unida á
la voluntad imperiosa del pueblo, me habría sometido al terrible y peligroso
encargo de dictador, jefe supremo la república (…) En este momento, el jefe
supremo de la república no es más que un simple ciudadano y tal quiere quedar
hasta la muerte…” Páez, José Antonio, Autobiografía. Volumen I.
IMPRENTA HELLEY y BREEN. New York, 1869.
Reproducida por HR.ELLIOT. New York, 1946. Págs., 305 y 526. El general Antonio Guzmán Blanco,
exponiendo su idea de lo que para él significa una revolución, en discurso que
dirige al Congreso de los Plenipotenciarios de los Estados, el 15 de junio de
1870, afirma: “Dividida Venezuela desde
1840 en dos partidos, el uno pugnando por la libertad, el otro armado con la
autoridad; éste heredero de la colonia, aquel hijo de la república; el primero
que marcha hacia el porvenir, el segundo que se aferra a lo pasado; entre el
oligarca i el liberal ha existido siempre una distancia que no han podido acercar
ni el tiempo, ni sus lecciones, ni el prestigio de la mayoría popular ni sus
triunfos materiales, ni sus conquistas
morales, ni su magnanimidad, en fin…” En
discurso pronunciado el 5 de julio de 1874, dice Guzmán a un atento auditorio: “Cada camino que abrimos, cada empresa de
navegación realizada, cada línea de telégrafo, cada código que formamos, toda
esta máquina de la educación popular, tan complicada, difícil, laboriosa, i la
milagrosa inmigración que estamos ya realizando: eso es habernos tocado á
nosotros el hacer prácticos los votos, las patrióticas esperanzas de nuestros
antepasados. Si: ambicionemos la plena luz de esa gloria, como viera faz á faz
al sol sin que la deslumbrase: aspiremos a que la posteridad diga que los
hombres del 5 de julio i los del 27 de abril de 1870, son los hombres de la
grandeza de la patria.” Ponencia
presentada por el profesor Tomás Straka Moreno, que llevó por título “Características de un modelo civilizador.
Idearios e ilusiones del guzmancismo”, en el marco de simposio titulado “Los tiempos envolventes del guzmancismo”.
Pino Iturrieta, Elías y Boulton, María Teresa (Coordinadores), Los tiempos
envolventes del guzmancismo. FUNDACIÖN BOULTON-UCAB. Caracas, 2009. Pág.
112 y 114. El 5 de julio de 1902, el general Cipriano Castro se declara en
campaña para combatir a los alzados de la autodenominada Revolución
Libertadora. Emite una proclama emocionada a los venezolanos. Exclama allí el
general Castro: “La anarquía ha clavado
sus garras en las entrañas de la Patria, pero yo estrangularé esa anarquía en
los anillos de mis energías, y Bolívar recibirá una nueva sanción a las tantas
que han inmortalizado su genio esclarecido; la Patria, redimida de nuevas y
tremendas calamidades, seguirá con paso firme su carrera de grandezas, y los
hombres escogidos por la providencia para estos empeños humanos habremos
cumplido con nuestro deber.” El 9 de diciembre de 1902, el país es sujeto
de un ataque naval ejecutado por tres de las potencias internacionales de
entonces, con saldo de buques mercantes asaltados
y puertos bloqueados. Castro pronuncia entonces, en la proclama respectiva, su
famosa sentencia “¡La planta insolente
del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la Patria!” Habla Castro allí del sacrificio supremo: “Por mi parte estoy dispuesto a sacrificarlo
todo en el altar augusto de la Patria; todo, hasta lo que pudiera llamarse mis
resentimientos por razón de nuestras diferencias intestinas. (…) Delante de mí
no queda más que la visión luminosa de la Patria como la soñó Bolívar, como la
quiero yo. (…) El sol de Carabobo vuelve a iluminar los horizontes de la
Patria, y de sus resplandores surgirán temeridades como la de las Queseras del
Medio, sacrificios como el de Ricaurte, asombros como el de Pantano de Vargas,
heroísmo como el de Ribas y héroes como los que forman la Constelación de
nuestra grande Epopeya.” Salazar Martínez, Francisco, Tiempo de
Compadres. De Cipriano Castro a Juan Vicente Gómez. LIBRERÍA PIÑANGO. Caracas,
1972. Pág.17 y Págs. 30 y 31.
[18] “Con las clases explotadas, con el camisa-de
mochila, con el pata-en-el suelo, con las peonadas de los hatos, con los
siervos de los latifundios cafetaleros, con los obreros de las petroleras, con
los dependientes de las pulperías, con los medianeros de los ingenios, con el
pequeño comerciante arruinado por la competencia capitalista, con el pequeño
propietario absorbido por la gran propiedad, con el maestro de escuela y demás
intelectuales proletarizados que a precio miserable venden su ciencia o sus
cuartillas, con los soldados reclutados en leva forzosa, con el empleado
público subalterno, con toda clase, en síntesis, integrada por nuestros hombres
de músculo o de pensamiento que por salarios de hambre entregan su fuerza de
trabajo al Gobierno o a los patronos particulares, nacionales o extranjeros.”
Betancourt, Rómulo, Antología Política. 1928-1935. FUNDACIÖN RÖMULO
BETANCOURT. Caracas, 2006. Pág.278.
[19] “Nuestra revolución debe ser social y no
meramente política. Liquidar a Gómez y con él al gomecismo, vale decir, al régimen caudillista-latifundista, entraña la
necesidad de destruir en sus fundamentos económicos y sociales un orden de
cosas profundamente enraizado en una sociedad donde la cuestión de la
injusticia esencial no se ha planteado jamás.” Rómulo Betancourt.
Plan de Barranquilla. 21 de abril de 1931. Suarez Figueroa…Ibid…Pág.47
[20] “Cuando un orador traspasa los límites de la
comunicación y logra persuadir a su auditorio, pero al hacerlo lo alienta y
transporta causándole un rapto de
admiración, ese verbo alcanza lo sublime. En ese estadio la belleza alcanza la
verdad y su verdad. Lo que
“idealistamente” ocurre allí es la conducción de la persuasión hacia la
percepción de infinitud. Lo que hace especialmente apta a la política, a la praxis Republicana, para suscitar la búsqueda de
lo sublime, es su contacto con el
peligro y por esta vía con el acecho del fracaso y de lo terrible, v.g con la
muerte.” Castro Leiva…Ibid….Pág.57.
[21]“Tendencias políticas, filosóficas y
económicas nuevas penetraron a todos los sectores sociales. Esto conllevó a una
reestructuración de las fuerzas sociales y a nuevos programas políticos que
contemplasen la realidad nacional. (…) Para asegurar la estabilidad es
requisito indispensable al sistema democrático fortaleza y energía. Para algunos,
democracia es agobierno, régimen inerte e inerme, cruzado de brazos, esperando
como hecho inexorable que arrase con ella el hombre providencial o la montonera
ahora disfrazada de grupos totalitarios. En realidad, lo fundamental es la
firmeza institucional. La solidez del proceso democrático está en la armonía
institucional que garantiza a los ciudadanos libertad política y eficacia
administrativa, fundamentos de la estabilidad, porque estas condiciones
contribuyen a robustecer la estructura toda del gobierno popular. Ya el
Libertador, en forma casi axiomática, formuló lo esencial de esta concepción:
“el mayor vicio de un gobierno es la debilidad”…”. Alocución del ciudadano
Presidente de la República de Venezuela, Sr. Rómulo Betancourt, con ocasión de
los fastos del 5 de julio de 1962. Suarez Figueroa…Ibid…Págs. 355 y 356.