Más allá del hecho de que la "realidad política actual" no
pertenece a la historia hasta que, virtud de lo inexorable de la flecha del
tiempo, se convierta en pasado, resulta crucial para nosotros utilizar
cualquier espacio de difusión pública (bajo control nuestro, claro) para
establecer nuestra propia interpretación teórica respecto de los niveles de la
realidad y la situación política actual de Venezuela, sujeta en adición a nuestra
particular idiosincrasia, característica social que aporta a nuestra vida una
manera singular de aproximarnos a la realidad.
Hacer afirmaciones sobre la "conducta de los pueblos" sin
el debido sustento científico, pudiese ser fácil y evidentemente reputable de
empirismo. En tal sentido, nos limitaremos a emitir una conjetura inicial, con
la única base empírica de nuestra propia experiencia personal, misma que data
de más de sesenta y cinco años de existencia venezolana: los venezolanos no nos sentimos parte de la realidad, más bien la
entendemos como "algo diverso" que nos circunda, en suerte de visión
concéntrica, tal cual lo hace un actor principal sobre un escenario. Si
partimos de una sentencia, también susceptible de prueba desde la visión
empírica, cual es que "la realidad
no es lo usted cree que ve, sino más bien la realidad es", los
venezolanos solemos creer que la realidad es lo que "exactamente vemos", acotada además, única e
ineluctablemente, a lo que percibimos por los sentidos. Así se han construido
buena parte de nuestras afirmaciones criollas, como por ejemplo: "los negros son malos";
"hombre que llora públicamente, es cruel en la privacidad"; "todo
cura es bueno, porque es un hombre de Dios"; "no hay mujer que no lo
dé, ni hombre que no lo pida", etc,
etc, etc. Se trata de "juicios
de valor" que aunque inofensivos, por la aparente intencionalidad inocente en su construcción, impulsan un mecanismo propio de
creación de verdades, que sirve luego a cualquier propósito, especialmente en aquel que conduce a la creación de recortes de realidad, al interior de la realidad política.
En la pugna interpartidaria venezolana
existen casos históricos; por ejemplo "los
capacheros de Gómez son asesinos por naturaleza"; "los adecos son
negros empingorotados"; "hay dos cosas bien difíciles, bien difíciles
de ver: mujer orinando en frasco y negro inscrito en COPEI". Aunque
estos tres ejemplos caían en las expresiones jocosas criollas en cada
oportunidad histórica de su emisión, a medida que se iba descendiendo en el
imaginario popular, aquellas consejas al principio, terminaban convirtiéndose
en sólidas verdades, en ocasiones alimentadas con amargas prácticas de
violencia política. De manera que idiosincrasia y formas de aproximación a la
realidad, inducen lo que nosotros llamamos "niveles
de realidad", siempre condicionados respecto a lo que "percibe el observador con visos de exclusividad" y no a la realidad política en su conjunto.
En la Venezuela actual, la evidencia empírica
disponible permite identificar varios niveles de realidad política que
transitan vertical y transversalmente la realidad total. Una percepción de la
realidad que discurre en una suerte de estructura social de clases, hoy comprimida por la cuasi práctica desaparición de las llamadas clases medias y
otra transversal que, en lo político, va desde la extrema derecha a la extrema izquierda.
Realidades que se superponen y se enfrentan en la medida en que avanzamos en la
realidad política y que, desde nuestra muy humilde óptica de científicos
políticos, entendemos colisionaran en algún momento, con la desgraciada
conclusión que todos tememos: la guerra
civil.
La primera de esas realidades es la que
llamamos "roja-rojita".
Ciertamente el chavismo existe, es sólido pero, en la actualidad, definitivamente
minoritario, si se lo compara con "los
gloriosos años del Supremo y Eterno". Hoy día recoge en su seno a
cinco tipos de “seguidores duros” y
de naturaleza mayoritaria: los
militantes incondicionales, que contienen a los llamados “colectivos”; los
círculos internos del Madurociliato, en cualquier nivel de gobierno; los
militares a su servicio, en cualquier graduación militar; los funcionarios
públicos y los prebendados de ocasión. Sin importar ya los "contenidos ideológicos" la existencia vital, entiéndase bien, "vital" de estos grupos, depende de la
conservación del Poder Político y la administración directa de los recursos
públicos; armas, dinero, poder, negociado, asistencia médica, protección física
y, finalmente, alimento seguro, hacen parte de los ingentes "beneficios" de ser y hacer
parte del "rojo establishment".
No queda de otra: la vida depende de
quedarse y conservar el poder a cualquier costo. La percepción de la
realidad es que "no
pueden salir de su mundo rojo-rojito", dicho en otros términos y en
primera persona: "la
realidad que veo, es mi única opción de realidad". Por otra parte
e ideológicamente hablando, las revoluciones socialistas llegan para quedarse,
dado que el socialismo desestima los mecanismos alternativos y representativos
de la democracia burguesa. Así las cosas, en términos ideológicos, tampoco hay
otra percepción, esto es y puesto de nuevo en primera persona: "la
realidad que veo, es mi única opción de realidad". Sumando ambas
situaciones: la realidad que veo, es la que es...No existe otra.
La "otra
realidad" es la de
aquellos que hacen el intento por sobrevivir "en
la otra acera". Hoy mayoría, porque incluye ciudadanos de a pie,
muchos de los cuales están alimentándose de la basura; chavismo disidente y
oposición política; simpatizantes decepcionados y gente muy molesta, quienes,
además, han visto morir a familiares por falta de medicamentos o asesinados en
las calles, tanto por el "hampa roja colaboradora" organizada
en los llamados "colectivos" como
por el hampa común; gente que se ha arruinado porque ha perdido su negocio, su
medio de vida, empleos y hasta vida cotidiana, lanzados por fuerza a una
pobreza que creían haber dejado muchos lustros atrás, van acumulando una suerte
de desesperación agónica, porque la única realidad que "logran ver" es su "realidad de menesterosos por
obligación". Cercada en
sus posibilidades de inducir un cambio por aquellos que no quieren y no pueden
ver cambiar su realidad "roja-rojita", no
se le deja otra opción a esa mayoría que lanzarse por el primer despeñadero que
vea o tras el primer líder con opción de que dispongan. Es fácil pedirle al
enfermo terminal de cáncer que tenga paciencia frente al dolor físico, cuando
no se padece; es sencillo pedirle al ciego que ha visto o al manco quien poseía
ambas manos, resignación frente a su nueva situación de pérdida total. Pero no es fácil ni
sencillo el sentir y menos el padecer. La realidad que mira esa mayoría es,
dicho en primera persona: "la realidad que veo y, definitivamente, es
la que es". Y esa mayoría desesperada se pregunta: ¿Es que no existe otra?...
La respuesta a la pregunta anterior es
tremendamente preocupante: ambas
realidades son mutuamente excluyentes. Los "rojos" sobre todo en los últimos cinco
años, han hecho tanto daño, en su desesperación por aferrarse a ese poder y sus
recursos, que han quemado sus naves en una hoguera de odio y venganza incontrolados,
sembrándolo como ortigas en los otros, reiteramos, ahora mayoría, que sufren,
cada vez con mayor desesperación, la sentencia que, el tribunal inexorable de “la roja realidad" (paradójicamente
también en la desesperación que provoca la auto defensa y la sensación de caída),
le ha impuesto al resto de la población que no
los acompaña, sentencia además materializada en las más pasmosas condiciones de
vida extrema: hambre, muerte,
miseria y escasez.
Si lo vemos en
términos de los niveles de realidad, “la realidad roja-rojita es la que es y
no hay otra” y respecto del resto de la población “la realidad que
veo no es la que quiero y la realidad roja-rojita me impide mirar la que quiero”.
Puesto así, el razonamiento más elemental indica que “la realidad
roja-rojita” es la negación de “la realidad que quiere ver el resto de
la población”, ergo, la que quiere ver el resto de la población impide
la existencia de aquella roja-rojita; en términos más simples y reiterando el
razonamiento anterior: ambas son mutuamente excluyentes. Y ambas, por
paradoja, si no se imponen en sus fueros, implican una lesión cancerígena en la
vitalidad de cada grupo, ergo, la vida se va en ambas y la solución
coloca a ambos grupos en modo de supervivencia.
Tal situación
favorece intereses foráneos en uno y otro bando, que pretenden ganar en la
contienda, dándole oxígeno (y combustible) a cada percepción de la realidad.
Cubanos (sobre todo el castrismo, obstinado en seguir insuflando energía a un
cuerpo agostado por el tiempo, la corrupción y la maldad), rusos, chinos,
turcos e iraníes, en el contexto de su lucha geopolítica con los Estados Unidos
republicanos y de Trump, así como sus propios (y particulares) intereses
económicos; y los Estados Unidos republicanos y de Trump, con la UE, más sus
aliados suramericanos, en su lucha geocontinental contra rusos, chinos, iraníes
y turcos, por la recuperación de su papel hegemónico en el mundo. Ambos, como
ya dijimos, alimentan su propio “recorte de realidad”, tratando de
estimar sus ganancias luego que el cuerpo venezolano se termine destazando así
mismo. Total la sangre ajena nunca ha importado cuando de oro se trata.
Así, los niveles
mutuamente excluyentes de realidad, siguen avanzando uno contra el otro, en un
curso de colisión inevitable, donde la acumulación de los odios y los deseos de
venganza van en aumento y como carbón a calderas de vapor, chirriando las
ruedas, emitiendo humo cada vez más negro, van rugiendo sobre los rieles de la
estulticia, bajo la sombra del miedo-pánico a ser el próximo e inevitable
descarrilado. No hay forma ni manera: vamos hacia un final impredecible…Dios
tenga misericordia de nosotros…