14 de febrero de 2017

23 de diciembre de 1934: una fotografía de militares venezolanos “curiosamente interesante”.

El 23 de diciembre de 1934, el señor General Juan Vicente Gómez Chacón fue sujeto de la imposición de la recién creada condecoración Orden Francisco de Miranda. A tal efecto, se realizó en una mañana rutilante de Maracay, capital del Estado Aragua, en la entonces República de Venezuela, una “brillante” parada militar que el señor General Eleazar López Contreras, Ministro de Guerra y Marina, organizara en homenaje al Benemérito Presidente.

Para la preparación de esa parada militar, se reunió en la capital aragüeña a un nutrido grupo de oficiales del Ejército y la Marina Nacional, a los fines de la práctica respectiva, ensayo que también fuese presenciado por el señor General Gómez. Gracias al esfuerzo del estudioso e investigador de nuestra Historia Militar y Naval, Ramón Rivero Blanco, quien además alimenta consuetudinariamente la biblioteca virtual que lleva por nombre el de su padre, ese  distinguido oficial de nuestra Armada Nacional quien fuese el Capitán de Navío Ramón Rivero Núñez, pudimos tener acceso al folleto que con ocasión de aquellos fastos, editara el entonces Ministerio de Guerra y Marina.

Hay allí una fotografía que no podemos más que calificar de “curiosamente interesante”. Corresponde la gráfica, como afirmáramos previamente, a esos “extrañamente interesantes” instantes de la vida, donde se reúnen personajes que, en un futuro que aún desconocen, se encontrarán en cruces de caminos, algunos como amigos, otros como cuasi compadres y finalmente como enemigos, terminando todos en la desgracia o en el olvido o en el honroso recuerdo por sus obras. Hay un luenga nómina de más de 200 nombres, hoy, acaso, sin ninguna significación para estos muchachos de “celular e internet” pero mucho para quienes conocimos en vida a algunos de ellos y, a otros, como millones de venezolanos, los vimos cubrirse de gloria, en unos casos, de oprobios, en otros y fugaz figuración para unos terceros.

Hemos hecho una escogencia de los nombres de los oficiales que, desde nuestro punto de vista, terminaron haciendo historia en Venezuela en los siguientes 30 años (o acaso más) luego de tomada la gráfica, para posteriormente referir como se fueron cruzando sus vidas; finalmente, en calidad de qué y quienes terminaron haciendo parte de esa  historia patria de las siguientes décadas y como hoy, seguramente, ya pocos (salvo aquellos que fuimos testigos de su paso por esta tierra y estamos, virtud de la gracia de Dios, aun en ella) los recordamos. Estas líneas son en su homenaje, más allá de las miserias que puedan arrostrarles a algunos, en la ceguera que produce la imposibilidad del perdón o la pervivencia de la envidia más allá de la muerte.

En estricto orden de “rango y puesto” comenzaremos nuestra reláfica, advirtiendo que de los grados de Mayor hasta el grado de Subteniente, desconocemos los “puestos” que tuviesen esos oficiales para el momento de la gráfica. Comencemos por los dos más importantes y que creo que de ambos “algo” saben “algunos cuantos”. Se trata del General Juan Vicente Gómez Chacón y el General en Jefe Eleazar López Contreras; el primero, Presidente de la República en funciones para el momento de la foto; el segundo, Ministro de Guerra y Marina. El 19 de diciembre de 1935, luego del fallecimiento del primero el 17 de ese mes y ese año, el General López Contreras fue nombrado por el Consejo de Ministros, con arreglo a la Constitución Nacional vigente, Presidente Encargado de la República, siendo electo por el Congreso como Presidente Constitucional de la República en 1936, puesto que ejerciese hasta 1941. Allí están los dos jefes, en sendos caballos, encabezando el primer plano de la foto, flanqueados por su Estado Mayor. Unidos están por una relación casi paternal.

Entre los Coroneles, que montan 37 nombres, hemos escogido a 9. El primero que observamos es el Coronel Antonio Chalbaud Cardona. Figura prominente del Ejército Nacional, hace parte de los primeros oficiales que empuja la organización y profesionalización de la institución armada. Amigo personal del General López, terminará siendo por muchos años, elemento singular en el Alto Mando Militar. El Coronel Antonio Chalbaud Cardona, ya General, también terminará siendo suegro de un Subteniente, actor presente en esta foto, que se casará con una de sus “niñitas” quien para el instante de la gráfica, acaso anduviese con su madre “pintando postalitas”, “cosiendo bordados” o “aprendiendo a remendar”. Cuando lleguemos a los Subtenientes verán de quien se trata.

De la misma intencionalidad profesional de Chalbaud Cardona y gran impulsor del “modernismo militar”, alumno además del General López Contreras en esas lides, está el Coronel Juan Pablo López Centeno, hijo del viejo caudillo oriental General José Mercedes López; parte de la primera promoción de la nueva Escuela Militar, egresada de la institución el 5 de julio de 1911, con ocasión del primer centenario de nuestra independencia, será junto a los Generales López Contreras y Celis Paredes, puesto preso el 18 de octubre de 1945, con ocasión de la Rebelión Militar en contra del Gobierno Constitucional, cuya Primera Magistratura, fuese ocupada por otro de los oficiales que nombraremos más adelante. Algunos de los cabecillas de esa rebelión, esa tarde maracayera, se “retrataran” con ellos. El velo de la inocente ignorancia acerca del futuro, cubre sus primeras “estrellas” juveniles.

Figuran también entre los Coroneles, el nombre del Coronel Luis Manuel Bruzual Bermúdez, quien llegará a ser Inspector General del Ejército y Director de la Escuela Militar. Bruzual Bermúdez hace parte también de esa primera promoción del siglo XX, por tanto es compañero de López Centeno. Conocido como el “Viejo Cabeza e’Lata” fue en particular duro y firme con los entonces cadetes, durante su permanencia frente a la dirección de la Escuela Militar. Le decían así, porque se rapaba la cabeza como los prusianos y aquella solía “brillar” con el sol durante las revistas en el patio de honor. Su hijo mayor, Luis Manuel Bruzual Martínez, hará también carrera militar, especializándose en Armamento en la Fábrica Nacional de Armas de Guerra, en Bélgica. También están allí nombres de connotados “gomeros” que hicieron parte de la Ayudantía General del Benemérito, como los Coroneles Ulpiano Varela, Rafael Andrónico Rojas y Abelardo Mérida, por cierto este último epónimo del cuartel que guardase en su seno a una de las brigadas de infantería del Ejército de Venezuela muchos años después.

Por último se retrata entre los titulares de un “coronelato académico” (por cierto, no poseído por él), el “eterno espaldero” del General Gómez, el Coronel Eloy Tarazona. Silencioso, taimado y leal como un can, dormía en el suelo al pie de la puerta del dormitorio de su jefe. Se decía desempeñaba los trabajos “poco deseables” del Benemérito, desde la disposición rápida de enemigos hasta la propalación de “maledicencias” para generar “desgracias”. Tarazona muere asesinado en los años cincuenta, a manos de unos “esbirros de la Seguridad Nacional” pero no por razones políticas, sino porque se decía que él conocía el paradero del “gigantesco tesoro” que había dejado enterrado el General Gómez. Paradojalmente, murió a manos de sus equivalentes en vesania. Termina la lista el Coronel Marco Antonio Moros, el inicio de tres generaciones de militares: padre del General Marco Aurelio Moros y abuelo del Coronel Marco Antonio Moros Mejías.

Entre los Tenientes Coroneles, indispensable iniciarse con el nombre del más connotado de ese grupo: Isaías Medina Angarita, quien siendo Coronel le toca el traslado apresurado de la familia del General Gómez, tras su muerte y hasta el vapor que en Turiamo, los esperara para salir del país por instrucciones del General López Contreras, quien “temía por su seguridad”. El Coronel Medina será Ministro de Guerra y Marina. Ascendido a General de Brigada en 1940, será electo por el Congreso Nacional (elecciones de segundo grado) como Presidente Constitucional de la República de Venezuela, para el período 1941-1946. Está también allí el fundador de la moderna Armada Nacional, el Capitán de Fragata Felipe Larrazábal. Hijo del también Capitán de Fragata Felipe Larrazábal, hace parte de esos “nuevos oficiales” que aspiran a una Armada moderna. Felipe morirá en 1940, pero dejará echadas las bases de una nueva institución. Sus dos hijos varones, Carlos y Wolfgang serán también oficiales navales, alcanzando ambos el grado de Almirantes de la Armada. Wolfgang será también Presidente de la Junta Militar de gobierno (1958-1959) y candidato presidencial para el período 1959-1964. Carlos por su parte, será una figura decisiva en los sucesos militares del 23 de enero de 1958 y se le vinculará más tarde e indirectamente, a los alzamientos militares fallidos de 1962. Carlos, casualmente, hace parte de los dos únicos Guardiamarinas que figuran en esta foto. Y ambos tendrán que ver muy estrechamente con el auge y la caída del Subteniente al lado del cual se retratan. Una hija del Capitán Larrazábal, casará más tarde con otro oficial naval: Ricardo Sosa Ríos, quien no está en la foto, pero que llegará a ser también oficial Almirante y Comandante General de la Armada. Uno de sus hijos, Gustavo Ríos Larrazabal, hará carrera también en la Armada Nacional, alcanzando igualmente el grado de Almirante.

También figuran entre los oficiales del “dos de oro” los Tenientes Coroneles Delfín Becerra y Emilio López Mendez. Becerra (de quien dicen sus adversarios es “el hombre tres veces animal, Delfín, Becerra y el  mismo”) llegará a ser Ministro de Guerra y Marina durante la presidencia del General Medina Angarita. Será depuesto y apresado el 18 de octubre de 1945, tras la apurada rebelión militar que provocará la renuncia del Primer Mandatario Nacional, y que algunos de los Capitanes, Tenientes y Subtenientes que se toman la fotografía con él esa tarde, detonaran una mañana de octubre once años después. Ni el Coronel Becerra, ni aquellos noveles oficiales que inician su carrera militar, se imaginan lo que les depara la vida. Mientras tanto, se enjugan el sudor aquella mañana maracayera. El Coronel Emilio López Méndez está emparentado con uno de los artistas que será considerado con el tiempo, uno de los más grandes exponentes del paisajismo venezolano, miembro del llamado Círculo de Bellas Artes: Luis Alfredo López Méndez.

El Coronel Juan Jones Parra, será impulsor de la moderna industria nacional, así como suerte de puente entre los petroleros norteamericanos y los gobiernos sucesivos, al propio tiempo, será enlace futuro entre las misiones militares venidas del extranjero (especialmente de Estados Unidos) y el Ejército Nacional. Jones Parra (al igual que López Centeno) también será Director de la Escuela Militar y un hijo de él, por cierto del mismo nombre, será un reconocido ingeniero petrolero, entre el final de la década del cincuenta y los primeros años de la década del sesenta. Entre los Mayores, figura un nombre a quien le tocará una de las más ingratas tareas que exista para un militar, Eleazar Niño. En uno de los capítulos más difíciles de la historia patria contemporánea, será jefe de la Policía de Caracas. Pero de aquí hacia abajo, Capitanes, Tenientes y Subtenientes, la vida, como diría el cantante panameño Rubén Blades  les “…dará sorpresas…”.

El Capitán Esteban Chalbaud Cardona, hermano del Coronel Antonio Chalbaud Cardona, será tío político del afamado Subteniente que nombraremos más abajo, tío abuelo de sus hijas y tío de su esposa.  Esteban no llegará muy alto, pero “vivirá holgadamente”. El Capitán Ruperto Velasco, llegará, de Coronel, a ser Director de Guerra, siendo el Coronel Delfín Becerra, Ministro de Guerra y Marina. Ruperto tendrá una destacada figuración el día previo, así como el mismo aciago día (especialmente para él) de la Rebelión Militar de 1945. El 18 de octubre, a las 0900 horas, hace su entrada a la Escuela Militar con la intención de conducir en calidad de “invitado” al Mayor Carlos Delgado Chalbaud, Profesor en esa institución militar, a la sede del entonces Ministerio de Guerra y Marina, porque ya está bajo sospecha de sedición. Junto al Teniente Coronel Juan José Arévalo, a la sazón Director de la Escuela Militar, Velasco será el primer preso de la mañana. Pasado a retiro el mismo año, fallecerá en los años por venir sin pena ni gloria.

El Capitán Luis Ramos Sucre es hermano del poeta mártir del mismo apellido, mientras que el Capitán Manasés Eduardo Capriles, se convertirá con el tiempo en un acaudalado empresario en la capital aragüeña. Sus descendientes fundarán el importante rotativo “El Siglo”, que se convertirá en uno de los más importantes diarios del país por casi 50 años. Lamentablemente uno de aquellos descendientes se verá implicado en un extraño caso de homicidio, perpetrado en la persona de su señora esposa. Pero aún faltan cincuenta años para que eso pase. Manasés para ese instante, acaso ni hijos tenga.

El último de los Capitanes allí nombrados, se trata del piloto aviador Miguel Rodríguez. Junto a Vicente Landaeta Gil y Carlos Meyer Baldó, hace parte de los “primeros ases venezolanos del aire”; desafortunadamente fallecidos todos en accidentes aéreos, son los pioneros no solo de nuestra Aviación Militar Venezolana, sino también de nuestra Aviación Civil. El nombre de Miguel Rodríguez servirá durante muchos años, como epónimo de la única escuela de aviación civil que se tendrá en Venezuela bajo la égida del Ministerio de Comunicaciones. Pero Miguel ni se imagina, en el marco de esa foto, su trágico destino. Sus sueños “vuelan” en el azul cielo matutino de aquel lar militar maracayero.

Los cinco Tenientes que mencionaremos de seguidas, hicieron parte de la logia militar que bajo el nombre de Unión Militar Patriótica, condujese la Rebelión Militar de 1945 y que bautizada más tarde “Revolución de Octubre”, llevase al poder al partido Acción Democrática, con Rómulo Betancourt como su líder carismático dominador, luego de la renuncia del General Isaías Medina Angarita a la Presidencia de la República, en la tarde del día 19 de octubre. Fue la misma generación de oficiales que dirigiesen el país desde 1945 hasta 1958. Iniciamos nuestro relato de “Tenientazgos” con el Teniente Julio César Vargas Cárdenas, uno de los fundadores principales de la Unión Militar Patriótica (UMP), miembro del triunvirato líder del movimiento; militar hasta los tuétanos, primero de su promoción, serio y de una reciedumbre característica, Julio César se alzará el primer día de triunfo del movimiento al que pertenece. Se lo llevará el tremedal…

El Teniente Juan Pérez Jiménez, otro miembro fundador de la UMP, será conspirador también contra la Junta Revolucionaria de Gobierno, junto con Julio César, desde el día siguiente del golpe. El Teniente Enrique Rincón Calcaño, ya de Mayor y regresando de cumplir estudios en los Estados Unidos, se incorporará a la Rebelión Militar de 1945, el mismo 18 de octubre en horas de la tarde; será Enrique el que haga la “leva” de reservistas por Pagüita para reforzar las tropas del “tomado” Palacio de Miraflores. Los Tenientes Rómulo Fernández y Guillermo Pacannins, miembros también de la UMP, serán figuras relevantes durante el decenio militar. Rómulo terminará siendo General de Brigada y el último ministro de la defensa del gobierno militar. Guillermo, será el sempiterno Gobernador del Distrito Federal, luego de dejar sus funciones en la Aviación Militar.

Por cierto, Guillermo casará con una preciosísima mujer, de la que devendrá también una niña con los mismos atributos físicos de la madre. Bautizada Carolina y caído el gobierno del “Nuevo Ideal Nacional”, del cual Guillermo fuese figura prominente, la niña, convertida en elegante y bellísima dama, se casará con el único hijo varón de un “amo del valle”, José Herrera Uslar, a quien terminarán apodando, los frasquiteros de Caracas, “Pepito”. Carolina adoptará el apellido del esposo, como resulta tradicional que hiciese en ese tiempo, transformándose así en Carolina Herrera. Sí, ciertamente, de la afamada Carolina Herrera del diseño mundial de modas. Mientras, Guillermo, elegante por naturaleza, se alisa entonces la guerrera bajo el sol de Maracay, ni se imagina que lo espera ese futuro.

Toca el turno ahora a los Subtenientes, a los dueños de la única “estrella” en la carrera militar, que se obtiene sin el pago oprobioso de innúmeras cuotas morales, acaso aún bajo el velo de la ignorancia, llenos de emoción, ambiciones y deseos. Estos, realmente, calzan el contenido palmario de aquel viejo dicho latino que reza “los últimos serán los primeros”. Inicia nuestra lista el Subteniente Marcos Evangelista Pérez Jiménez, hermano en el momento de la foto de Juan, un par de años más antiguo en el Ejército pero que, a partir de 1945 y hasta 1958, se transformará en “Juan, el hermano de Pérez Jiménez”. Marcos será, junto a Julio César Vargas Cárdenas y Juan Pérez Jiménez, el fundador de la UMP; será Marcos el que llevará la voz cantante en las reuniones previas con Betancourt y Gonzalo Barrios para ir “madurando” la tan metada (posteriormente) “Unión Cívico-Militar”; y será Marcos el que le proponga a Betancourt convertirse en Presidente de la República, una vez llevada a cabo la rebelión militar, si esta tuviese éxito. Será Pérez Jiménez, el menor, el segundo preso del 18 de octubre; y será el gran ignorado en la repartición de los puestos de poder, cuando se estructure la Junta Revolucionaria de Gobierno, una vez triunfante la rebelión. Ocupará el cargo de Jefe del Estado Mayor, hasta el 24 de noviembre de 1948, fecha a partir de la cual, derrocado el gobierno constitucional del Presidente Rómulo Gallegos, pase a formar parte de la Junta Militar de Gobierno, triunvirato que compartirá, siendo Teniente Coronel, con Carlos Delgado Chalbaud; Marcos será, en ese cuerpo colegiado, Ministro de la Defensa Nacional.

El 13 de noviembre de 1950, asesinado el Comandante Delgado, Marcos Pérez Jiménez se convertirá en miembro de la Junta de Gobierno, siendo Presidente el Doctor Germán Suárez Flamerich. Continuará siendo Ministro de la Defensa Nacional pero en 1952, tras falsear el resultado electoral, se convertirá (previamente así lo habrán “decretado” las Fuerzas Armadas Nacionales) en Presidente Constitucional de la República de Venezuela, iniciándose así el país que el mismo definió inspirado por un “Nuevo Ideal Nacional". Rutilancia, poder y riqueza serán los símbolos de la era “Pérez Jiménez”, pero también lo serán las torturas, la muerte, la persecución y la concusión. Y en una fría madrugada caraqueña de enero de 1958, 24 años más tarde de la foto de Maracay, Marcos levantará vuelo sobre la otrora “ciudad de los techos rojos” abandonado en su tierra el “ideal Nacional” que no pudiese materializar en las mentes de sus compatriotas. Pero hoy, el delgado y silencioso Subteniente, se limita a obedecer la orden del fotógrafo. Lejos están las rutilancias del poder y ni se imagina el azul verdoso de las playas de La Orchila.

El segundo Subteniente, a quien sus superiores le critican esa “manía cinematográfica” de colocarse la gorra “de medio lado” y le increpan “se la enderece” para la foto, es un “muy entrador” muchacho de Ciudad Bolívar, que no por simpático deja de ser un tenso y disciplinado oficial subalterno. Se trata de Luis Felipe Llovera Páez. El eterno “segundo” de Pérez Jiménez, miembro de la UMP, más antiguo que él, pero su compañero de toda la vida. Será Luis Felipe “el alma de las fiestas” y la “lámpara de Diógenes” para Marcos. Miembro de la Junta Militar en 1948; segundo en la Junta de Gobierno de 1950 y Ministro de varias carteras en el gobierno del “Nuevo Ideal Nacional”. Luis Felipe será el fundador de la Oficina de Planes y Proyectos Especiales de la Presidencia de la República, el primer organismo de planificación nacional fundado en el país para entender el desarrollo como problema y producir soluciones de aplicación, también nacional, para tales fines.

Y será Luis Felipe quien, 23 años más tarde, en aquel diciembre de 1957, le aconseje a Marcos la partida expedita de la nación del “Ideal Nacional” ante la catedralicia verdad de que “pescuezo no retoña”. Mientras, aquella tarde del 23 de diciembre de 1934, lo único que preocupa a Luis Felipe, por ahora, es salir bien en la foto y como armar un “sabroso sarao” antes de partir a su comisión, luego de que se registre la instantánea para la historia.

También figuran en esa foto los Subtenientes Carlos Pulido Barreto, José León Rangel, Alberto Paoli Chalbaud y Rafael Arraez Morles. Todos muy animados de encontrarse aquella mañana con sus compañeros, recién salidos de esa hornaza que es la Escuela Militar. Se acomodan para la foto. Todos harán parte luego de la UMP y todos ocuparán puestos relevantes en el gobierno militar que se inicie en 1945 y más aún durante el gobierno de las Fuerzas Armadas propiamente dicho. Todos harán parte del “Nuevo Ideal Nacional” y todos harán devoción la realidad que intente surgir de su verbo. Y algunos serán “compadres” de Marcos, como los casos del “Negro” Pulido Barreto y el “Flaco” Paoli Chalbaud, quien dicho sea de paso, está emparentado con Marcos por vía de su esposa, Doña Flor Chalbaud de Pérez Jiménez, la “niñita” que decíamos, algunas líneas arriba, acaso empezaba a bordar para el momento de aquella foto.

Doña Flor es la hija de Antonio Chalbaud Cardona y sobrina de Esteban. Por cierto aquel robusto muchacho moreno que se arregla con fruición el uniforme para salir adecuadamente presentable en la foto, el Subteniente Carlos Pulido Barreto, será, de Coronel, el impulsor de la industria nacional de armamentos y, al propio tiempo, se le atribuirá la invención, por otra vía, de un curioso ágape criollo que se convertirá en “la vedette” de las fiestas 20 años después de la instantánea. Se tratará de la “Ternera Bailable” una suerte de “fiesta encopetada” en la que bailando al son de las más afamadas piezas de su tiempo, ejecutadas por las igualmente más famosas orquestas del momento, pueda el fiestero arrequintarse un buen trozo de carne en vara con su respectiva “guasacaca”, todo abundantemente “regado” con el muy fino y elegante whisky escocés. Pero por ahora, lo que le importa es que su guerrera se vea “apropiadamente” mientras los compañeros “le maman el gallo” por aquello de la abotonadura…

También está el Subteniente Josué López Henríquez, piloto aviador, quien llegado a General termine siendo Comandante General de la Aviación Militar e impulsor de la moderna aviación venezolana, con la incorporación de los aviones militares denominados “a reacción”. Pero hay un Subteniente muy delgado, de mirada vivaz, hermano de Julio César  Vargas Cárdenas. Tose levemente a veces, pero denota en él una vibrante energía interna, lo que se presume lo hace poseedor de una llama inextinguible que lo impulsa a sobresalir entre sus compañeros, a pesar de su extrema delgadez. Se trata del Subteniente Mario Ricardo Vargas Cárdenas. Será figura relevante en la UMP y será él quien servirá de enlace entre la UMP y AD, a través del Doctor Edmundo Fernández. Le corresponderá a Mario, de Capitán, ser el Oficial de Planta en la Escuela Militar que aquel 18 de octubre de 1945, impida la detención de Delgado Chalbaud, arrestando al Coronel Ruperto Velazco quien, hoy de Capitán, esta mañana y 11 años antes, se retrata con él en la Maracay gomera. Mario encarnará la figura esencial del llamado "oficial civilista democrático" en el gobierno del “Trienio Adeco”, siendo señalado por sus compañeros bajo ese preciso mote “El adeco”. Se extinguirá Mario víctima de la tisis, contra la cual luchó con vehemencia buena parte de su vida. Y aún caídos los adecos en el 48, será buscado por ellos para evitar su debacle. Dotado de un respeto enorme entre sus compañeros, no será detenido, firmará el acta de creación de la Junta Militar de Gobierno, siendo extrañado de Venezuela inmediatamente, para fallecer lejos de su tierra, allá en los Estados Unidos del Norte. Por ahora, Mario, como todos los demás, solo le preocupa cumplir con el cometido fotográfico que se le ha encomendado.

Allí están todos, los que más, los que menos. Los que se harán ricos y poderosos; los que morirán en el intento. Los que terminarán mal o se les apagarán las estrellas más pronto que lo que pudiesen imaginar esa mañana. Están los que serán siempre “románticos” y los que harán de “ideólogos”; están los que se arrimarán a la “política como oficio”, porque vivirán de y para ella; y están los que serán siempre soldados, hechos en y para la carrera de las armas, volviéndose incómodos en unos momentos o “convenientes” en otros. Y eso es lo que hace “curiosamente interesante” esta foto, porque pocas veces en la historia de un país, puede juntarse a tantos protagonistas: los que serán aliados; los que serán adversarios; los que serán enemigos; y los que se matarán irremediablemente. Todos unidos en un “serán” que desconocen en ese instante pero cuya presencia resulta inmortalizada en recuerdo gráfico, que ya hoy, acaso como ellos, sea olvido.

Honor a quienes así lo merezcan y perdón para todos, incluso para quienes ya no tenga sentido otorgárselo, porque acaso no haya nada que perdonar al comparar sus pecados con aquellos de quienes, peor que ellos y habiéndolos visto en ellos, los hubiesen cometido descaradamente bajo “el albo manto de la democracia”. ¡Que arroje la primera piedra quien, en Venezuela, esta tierra de tantos engaños, tantos oprobios y tantas tristezas, esté libre de haber cometido alguna vez, el deleznable pecado de la apetencia por el poder!…

















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