El 23 de diciembre de 1934, el
señor General Juan Vicente Gómez Chacón fue sujeto de la imposición de la
recién creada condecoración Orden Francisco de Miranda. A tal efecto, se
realizó en una mañana rutilante de Maracay, capital del Estado Aragua, en la
entonces República de Venezuela, una “brillante”
parada militar que el señor General Eleazar López Contreras, Ministro de Guerra
y Marina, organizara en homenaje al Benemérito Presidente.
Para la preparación de esa parada
militar, se reunió en la capital aragüeña a un nutrido grupo de oficiales del Ejército
y la Marina Nacional, a los fines de la práctica respectiva, ensayo que también
fuese presenciado por el señor General Gómez. Gracias al esfuerzo del estudioso
e investigador de nuestra Historia Militar y Naval, Ramón Rivero Blanco, quien
además alimenta consuetudinariamente la biblioteca virtual que lleva por nombre
el de su padre, ese distinguido oficial
de nuestra Armada Nacional quien fuese el Capitán de Navío Ramón Rivero Núñez,
pudimos tener acceso al folleto que con ocasión de aquellos fastos, editara el
entonces Ministerio de Guerra y Marina.
Hay allí una fotografía que no
podemos más que calificar de “curiosamente
interesante”. Corresponde la gráfica, como afirmáramos previamente, a esos “extrañamente interesantes” instantes de
la vida, donde se reúnen personajes que, en un futuro que aún desconocen, se
encontrarán en cruces de caminos, algunos como amigos, otros como cuasi
compadres y finalmente como enemigos, terminando todos en la desgracia o en el
olvido o en el honroso recuerdo por sus obras. Hay un luenga nómina de más de
200 nombres, hoy, acaso, sin ninguna significación para estos muchachos de “celular e internet” pero mucho para
quienes conocimos en vida a algunos de ellos y, a otros, como millones de
venezolanos, los vimos cubrirse de gloria, en unos casos, de oprobios, en otros
y fugaz figuración para unos terceros.
Hemos hecho una escogencia de los
nombres de los oficiales que, desde nuestro punto de vista, terminaron haciendo
historia en Venezuela en los siguientes 30 años (o acaso más) luego de tomada
la gráfica, para posteriormente referir como se fueron cruzando sus vidas;
finalmente, en calidad de qué y quienes terminaron haciendo parte de esa historia patria de las siguientes décadas y
como hoy, seguramente, ya pocos (salvo aquellos que fuimos testigos de su paso
por esta tierra y estamos, virtud de la gracia de Dios, aun en ella) los recordamos.
Estas líneas son en su homenaje, más
allá de las miserias que puedan arrostrarles a algunos, en la ceguera que produce
la imposibilidad del perdón o la pervivencia de la envidia más allá de la
muerte.
En estricto orden de “rango y puesto” comenzaremos nuestra
reláfica, advirtiendo que de los grados de Mayor hasta el grado de Subteniente,
desconocemos los “puestos” que
tuviesen esos oficiales para el momento de la gráfica. Comencemos por los dos
más importantes y que creo que de ambos “algo”
saben “algunos cuantos”. Se trata del
General Juan Vicente Gómez Chacón y el General en Jefe Eleazar López Contreras;
el primero, Presidente de la República en funciones para el momento de la foto;
el segundo, Ministro de Guerra y Marina. El 19 de diciembre de 1935, luego del
fallecimiento del primero el 17 de ese mes y ese año, el General López
Contreras fue nombrado por el Consejo de Ministros, con arreglo a la
Constitución Nacional vigente, Presidente Encargado de la República, siendo
electo por el Congreso como Presidente Constitucional de la República en 1936,
puesto que ejerciese hasta 1941. Allí están los dos jefes, en sendos caballos,
encabezando el primer plano de la foto, flanqueados por su Estado Mayor. Unidos
están por una relación casi paternal.
Entre los Coroneles, que montan
37 nombres, hemos escogido a 9. El primero que observamos es el Coronel Antonio
Chalbaud Cardona. Figura prominente del Ejército Nacional, hace parte de los
primeros oficiales que empuja la organización y profesionalización de la
institución armada. Amigo personal del General López, terminará siendo por
muchos años, elemento singular en el Alto Mando Militar. El Coronel Antonio
Chalbaud Cardona, ya General, también terminará siendo suegro de un
Subteniente, actor presente en esta foto, que se casará con una de sus “niñitas” quien para el instante de la
gráfica, acaso anduviese con su madre “pintando
postalitas”, “cosiendo bordados” o “aprendiendo a remendar”. Cuando
lleguemos a los Subtenientes verán de quien se trata.
De la misma intencionalidad profesional de
Chalbaud Cardona y gran impulsor del “modernismo
militar”, alumno además del General López Contreras en esas lides, está el
Coronel Juan Pablo López Centeno, hijo del viejo caudillo oriental General José
Mercedes López; parte de la primera promoción de la nueva Escuela Militar,
egresada de la institución el 5 de julio de 1911, con ocasión del primer
centenario de nuestra independencia, será junto a los Generales López Contreras
y Celis Paredes, puesto preso el 18 de octubre de 1945, con ocasión de la
Rebelión Militar en contra del Gobierno Constitucional, cuya Primera
Magistratura, fuese ocupada por otro de los oficiales que nombraremos más
adelante. Algunos de los cabecillas de esa rebelión, esa tarde maracayera, se “retrataran” con ellos. El velo de la
inocente ignorancia acerca del futuro, cubre sus primeras “estrellas” juveniles.
Figuran también entre los
Coroneles, el nombre del Coronel Luis Manuel Bruzual Bermúdez, quien llegará a
ser Inspector General del Ejército y Director de la Escuela Militar. Bruzual
Bermúdez hace parte también de esa primera promoción del siglo XX, por tanto es
compañero de López Centeno. Conocido como el “Viejo Cabeza e’Lata” fue en particular duro y firme con los
entonces cadetes, durante su permanencia frente a la dirección de la Escuela
Militar. Le decían así, porque se rapaba la cabeza como los prusianos y aquella
solía “brillar” con el sol durante
las revistas en el patio de honor. Su hijo mayor, Luis Manuel Bruzual Martínez,
hará también carrera militar, especializándose en Armamento en la Fábrica
Nacional de Armas de Guerra, en Bélgica. También están allí nombres de
connotados “gomeros” que hicieron
parte de la Ayudantía General del Benemérito, como los Coroneles Ulpiano
Varela, Rafael Andrónico Rojas y Abelardo Mérida, por cierto este último
epónimo del cuartel que guardase en su seno a una de las brigadas de infantería
del Ejército de Venezuela muchos años después.
Por último se retrata entre los
titulares de un “coronelato académico”
(por cierto, no poseído por él), el “eterno espaldero” del General Gómez, el
Coronel Eloy Tarazona. Silencioso, taimado y leal como un can, dormía en el suelo
al pie de la puerta del dormitorio de su jefe. Se decía desempeñaba los
trabajos “poco deseables” del
Benemérito, desde la disposición rápida de enemigos hasta la propalación de “maledicencias” para generar “desgracias”. Tarazona muere asesinado
en los años cincuenta, a manos de unos “esbirros
de la Seguridad Nacional” pero no por razones políticas, sino porque se
decía que él conocía el paradero del “gigantesco
tesoro” que había dejado enterrado el General Gómez. Paradojalmente, murió
a manos de sus equivalentes en vesania. Termina la lista el Coronel Marco
Antonio Moros, el inicio de tres generaciones de militares: padre del General
Marco Aurelio Moros y abuelo del Coronel Marco Antonio Moros Mejías.
Entre los Tenientes Coroneles,
indispensable iniciarse con el nombre del más connotado de ese grupo: Isaías
Medina Angarita, quien siendo Coronel le toca el traslado apresurado de la
familia del General Gómez, tras su muerte y hasta el vapor que en Turiamo, los
esperara para salir del país por instrucciones del General López Contreras,
quien “temía por su seguridad”. El Coronel Medina será Ministro
de Guerra y Marina. Ascendido a General de Brigada en 1940, será electo por el
Congreso Nacional (elecciones de segundo grado) como Presidente Constitucional
de la República de Venezuela, para el período 1941-1946. Está también allí el
fundador de la moderna Armada Nacional, el Capitán de Fragata Felipe
Larrazábal. Hijo del también Capitán de Fragata Felipe Larrazábal, hace parte
de esos “nuevos oficiales” que
aspiran a una Armada moderna. Felipe morirá en 1940, pero dejará echadas las
bases de una nueva institución. Sus dos hijos varones, Carlos y Wolfgang serán
también oficiales navales, alcanzando ambos el grado de Almirantes de la
Armada. Wolfgang será también Presidente de la Junta Militar de gobierno
(1958-1959) y candidato presidencial para el período 1959-1964. Carlos por su
parte, será una figura decisiva en los sucesos militares del 23 de enero de
1958 y se le vinculará más tarde e indirectamente, a los alzamientos militares
fallidos de 1962. Carlos, casualmente, hace parte de los dos únicos
Guardiamarinas que figuran en esta foto. Y ambos tendrán que ver muy
estrechamente con el auge y la caída del Subteniente al lado del cual se
retratan. Una hija del Capitán Larrazábal, casará más tarde con otro oficial naval:
Ricardo Sosa Ríos, quien no está en la foto, pero que llegará a ser también
oficial Almirante y Comandante General de la Armada. Uno de sus hijos, Gustavo
Ríos Larrazabal, hará carrera también en la Armada Nacional, alcanzando
igualmente el grado de Almirante.
También figuran entre los
oficiales del “dos de oro” los
Tenientes Coroneles Delfín Becerra y Emilio López Mendez. Becerra (de quien
dicen sus adversarios es “el hombre tres
veces animal, Delfín, Becerra y el
mismo”) llegará a ser Ministro de Guerra y Marina durante la
presidencia del General Medina Angarita. Será depuesto y apresado el 18 de
octubre de 1945, tras la apurada rebelión militar que provocará la renuncia del
Primer Mandatario Nacional, y que algunos de los Capitanes, Tenientes y Subtenientes
que se toman la fotografía con él esa tarde, detonaran una mañana de octubre once
años después. Ni el Coronel Becerra, ni aquellos noveles oficiales que inician
su carrera militar, se imaginan lo que les depara la vida. Mientras tanto, se
enjugan el sudor aquella mañana maracayera. El Coronel Emilio López Méndez está
emparentado con uno de los artistas que será considerado con el tiempo, uno de
los más grandes exponentes del paisajismo venezolano, miembro del llamado
Círculo de Bellas Artes: Luis Alfredo López Méndez.
El Coronel Juan Jones Parra, será
impulsor de la moderna industria nacional, así como suerte de puente entre los
petroleros norteamericanos y los gobiernos sucesivos, al propio tiempo, será
enlace futuro entre las misiones militares venidas del extranjero
(especialmente de Estados Unidos) y el Ejército Nacional. Jones Parra (al igual que López Centeno) también será Director de la Escuela Militar y un hijo de él, por cierto del mismo nombre, será un reconocido ingeniero petrolero, entre el
final de la década del cincuenta y los primeros años de la década del sesenta.
Entre los Mayores, figura un nombre a quien le tocará una de las más ingratas
tareas que exista para un militar, Eleazar Niño. En uno de los capítulos más
difíciles de la historia patria contemporánea, será jefe de la Policía de
Caracas. Pero de aquí hacia abajo, Capitanes, Tenientes y Subtenientes, la
vida, como diría el cantante panameño Rubén Blades les “…dará
sorpresas…”.
El Capitán Esteban Chalbaud
Cardona, hermano del Coronel Antonio Chalbaud Cardona, será tío político del
afamado Subteniente que nombraremos más abajo, tío abuelo de sus hijas y tío de
su esposa. Esteban no llegará muy alto,
pero “vivirá holgadamente”. El
Capitán Ruperto Velasco, llegará, de Coronel, a ser Director de Guerra, siendo
el Coronel Delfín Becerra, Ministro de Guerra y Marina. Ruperto tendrá una destacada
figuración el día previo, así como el mismo aciago día (especialmente para él)
de la Rebelión Militar de 1945. El 18 de octubre, a las 0900 horas, hace su
entrada a la Escuela Militar con la intención de conducir en calidad de “invitado” al Mayor Carlos Delgado
Chalbaud, Profesor en esa institución militar, a la sede del entonces
Ministerio de Guerra y Marina, porque ya está bajo sospecha de sedición. Junto
al Teniente Coronel Juan José Arévalo, a la sazón Director de la Escuela
Militar, Velasco será el primer preso de la mañana. Pasado a retiro el mismo
año, fallecerá en los años por venir sin pena ni gloria.
El Capitán Luis Ramos Sucre es
hermano del poeta mártir del mismo apellido, mientras que el Capitán Manasés
Eduardo Capriles, se convertirá con el tiempo en un acaudalado empresario en la
capital aragüeña. Sus descendientes fundarán el importante rotativo “El Siglo”, que se convertirá en uno de
los más importantes diarios del país por casi 50 años. Lamentablemente uno de
aquellos descendientes se verá implicado en un extraño caso de homicidio,
perpetrado en la persona de su señora esposa. Pero aún faltan cincuenta años
para que eso pase. Manasés para ese instante, acaso ni hijos tenga.
El último de los Capitanes allí
nombrados, se trata del piloto aviador Miguel Rodríguez. Junto a Vicente
Landaeta Gil y Carlos Meyer Baldó, hace parte de los “primeros ases venezolanos del aire”; desafortunadamente fallecidos
todos en accidentes aéreos, son los pioneros no solo de nuestra Aviación
Militar Venezolana, sino también de nuestra Aviación Civil. El nombre de Miguel
Rodríguez servirá durante muchos años, como epónimo de la única escuela de
aviación civil que se tendrá en Venezuela bajo la égida del Ministerio de
Comunicaciones. Pero Miguel ni se imagina, en el marco de esa foto, su trágico
destino. Sus sueños “vuelan” en el
azul cielo matutino de aquel lar militar maracayero.
Los cinco Tenientes que
mencionaremos de seguidas, hicieron parte de la logia militar que bajo el
nombre de Unión Militar Patriótica, condujese la Rebelión Militar de 1945 y que
bautizada más tarde “Revolución de
Octubre”, llevase al poder al partido Acción Democrática, con Rómulo
Betancourt como su líder carismático dominador, luego de la renuncia del General
Isaías Medina Angarita a la Presidencia de la República, en la tarde del
día 19 de octubre. Fue la misma generación de oficiales que dirigiesen el país
desde 1945 hasta 1958. Iniciamos nuestro relato de “Tenientazgos” con el Teniente Julio César Vargas Cárdenas, uno de
los fundadores principales de la Unión Militar Patriótica (UMP), miembro del triunvirato líder del movimiento; militar hasta los tuétanos, primero de su promoción,
serio y de una reciedumbre característica, Julio César se alzará el primer día
de triunfo del movimiento al que pertenece. Se lo llevará el tremedal…
El Teniente Juan Pérez Jiménez,
otro miembro fundador de la UMP, será conspirador también contra la Junta
Revolucionaria de Gobierno, junto con Julio César, desde el día siguiente del
golpe. El Teniente Enrique Rincón Calcaño, ya de Mayor y regresando de cumplir
estudios en los Estados Unidos, se incorporará a la Rebelión Militar de 1945,
el mismo 18 de octubre en horas de la tarde; será Enrique el que haga la “leva” de reservistas por Pagüita para
reforzar las tropas del “tomado”
Palacio de Miraflores. Los Tenientes Rómulo Fernández y Guillermo Pacannins,
miembros también de la UMP, serán figuras relevantes durante el decenio
militar. Rómulo terminará siendo General de Brigada y el último ministro de la
defensa del gobierno militar. Guillermo, será el sempiterno Gobernador del
Distrito Federal, luego de dejar sus funciones en la Aviación Militar.
Por cierto, Guillermo casará con
una preciosísima mujer, de la que devendrá también una niña con los mismos
atributos físicos de la madre. Bautizada Carolina y caído el gobierno del “Nuevo Ideal Nacional”, del cual
Guillermo fuese figura prominente, la niña, convertida en elegante y bellísima
dama, se casará con el único hijo varón de un “amo del valle”, José Herrera Uslar, a quien terminarán apodando,
los frasquiteros de Caracas, “Pepito”.
Carolina adoptará el apellido del esposo, como resulta tradicional que hiciese
en ese tiempo, transformándose así en Carolina Herrera. Sí, ciertamente, de la
afamada Carolina Herrera del diseño mundial de modas. Mientras, Guillermo,
elegante por naturaleza, se alisa entonces la guerrera bajo el sol de Maracay,
ni se imagina que lo espera ese futuro.
Toca el turno ahora a los
Subtenientes, a los dueños de la única “estrella”
en la carrera militar, que se obtiene sin el pago oprobioso de innúmeras cuotas
morales, acaso aún bajo el velo de la ignorancia, llenos de emoción, ambiciones
y deseos. Estos, realmente, calzan el contenido palmario de aquel viejo dicho
latino que reza “los últimos serán los
primeros”. Inicia nuestra lista el Subteniente Marcos Evangelista Pérez
Jiménez, hermano en el momento de la foto de Juan, un par de años más antiguo
en el Ejército pero que, a partir de 1945 y hasta 1958, se transformará en “Juan, el hermano de Pérez Jiménez”.
Marcos será, junto a Julio César Vargas Cárdenas y Juan Pérez Jiménez, el
fundador de la UMP; será Marcos el que llevará la voz cantante en las reuniones
previas con Betancourt y Gonzalo Barrios para ir “madurando” la tan metada (posteriormente) “Unión Cívico-Militar”; y será Marcos el que le proponga a
Betancourt convertirse en Presidente de la República, una vez llevada a cabo la
rebelión militar, si esta tuviese éxito. Será Pérez Jiménez, el menor, el segundo
preso del 18 de octubre; y será el gran ignorado en la repartición de los
puestos de poder, cuando se estructure la Junta Revolucionaria de Gobierno, una
vez triunfante la rebelión. Ocupará el cargo de Jefe del Estado Mayor, hasta el
24 de noviembre de 1948, fecha a partir de la cual, derrocado el gobierno
constitucional del Presidente Rómulo Gallegos, pase a formar parte de la Junta
Militar de Gobierno, triunvirato que compartirá, siendo Teniente Coronel, con
Carlos Delgado Chalbaud; Marcos será, en ese cuerpo colegiado, Ministro de la Defensa
Nacional.
El 13 de noviembre de 1950,
asesinado el Comandante Delgado, Marcos Pérez Jiménez se convertirá en miembro
de la Junta de Gobierno, siendo Presidente el Doctor Germán Suárez Flamerich.
Continuará siendo Ministro de la Defensa Nacional pero en 1952, tras falsear el
resultado electoral, se convertirá (previamente así lo habrán “decretado” las Fuerzas Armadas
Nacionales) en Presidente Constitucional de la República de Venezuela,
iniciándose así el país que el mismo definió inspirado por un “Nuevo Ideal Nacional". Rutilancia, poder
y riqueza serán los símbolos de la era “Pérez
Jiménez”, pero también lo serán las torturas, la muerte, la persecución y
la concusión. Y en una fría madrugada caraqueña de enero de 1958, 24 años más
tarde de la foto de Maracay, Marcos levantará vuelo sobre la otrora “ciudad de los techos rojos” abandonado
en su tierra el “ideal Nacional” que
no pudiese materializar en las mentes de sus compatriotas. Pero hoy, el delgado
y silencioso Subteniente, se limita a obedecer la orden del fotógrafo. Lejos
están las rutilancias del poder y ni se imagina el azul verdoso de las playas
de La Orchila.
El segundo Subteniente, a quien
sus superiores le critican esa “manía
cinematográfica” de colocarse la gorra “de
medio lado” y le increpan “se la
enderece” para la foto, es un “muy
entrador” muchacho de Ciudad Bolívar, que no por simpático deja de ser un
tenso y disciplinado oficial subalterno. Se trata de Luis Felipe Llovera Páez.
El eterno “segundo” de Pérez Jiménez,
miembro de la UMP, más antiguo que él, pero su compañero de toda la vida. Será
Luis Felipe “el alma de las fiestas”
y la “lámpara de Diógenes” para
Marcos. Miembro de la Junta Militar en 1948; segundo en la Junta de Gobierno de
1950 y Ministro de varias carteras en el gobierno del “Nuevo Ideal Nacional”. Luis Felipe será el fundador de la Oficina de Planes y Proyectos Especiales de la Presidencia de la República,
el primer organismo de planificación nacional fundado en el país para entender
el desarrollo como problema y producir soluciones de aplicación, también
nacional, para tales fines.
Y será Luis Felipe quien, 23 años
más tarde, en aquel diciembre de 1957, le aconseje a Marcos la partida expedita
de la nación del “Ideal Nacional”
ante la catedralicia verdad de que “pescuezo
no retoña”. Mientras, aquella tarde del 23 de diciembre de 1934, lo único
que preocupa a Luis Felipe, por ahora, es salir bien en la foto y como armar un
“sabroso sarao” antes de partir a su
comisión, luego de que se registre la instantánea para la historia.
También figuran en esa foto los
Subtenientes Carlos Pulido Barreto, José León Rangel, Alberto Paoli Chalbaud y
Rafael Arraez Morles. Todos muy animados de encontrarse aquella mañana con sus
compañeros, recién salidos de esa hornaza que es la Escuela Militar. Se
acomodan para la foto. Todos harán parte luego de la UMP y todos ocuparán
puestos relevantes en el gobierno militar que se inicie en 1945 y más aún
durante el gobierno de las Fuerzas Armadas propiamente dicho. Todos harán parte
del “Nuevo Ideal Nacional” y todos
harán devoción la realidad que intente surgir de su verbo. Y algunos serán “compadres” de Marcos, como los casos
del “Negro” Pulido Barreto y el “Flaco” Paoli Chalbaud, quien dicho sea
de paso, está emparentado con Marcos por vía de su esposa, Doña Flor Chalbaud
de Pérez Jiménez, la “niñita” que
decíamos, algunas líneas arriba, acaso empezaba a bordar para el momento de
aquella foto.
Doña Flor es la
hija de Antonio Chalbaud Cardona y sobrina de Esteban. Por cierto aquel robusto
muchacho moreno que se arregla con fruición el uniforme para salir
adecuadamente presentable en la foto, el Subteniente Carlos Pulido Barreto,
será, de Coronel, el impulsor de la industria nacional de armamentos y, al
propio tiempo, se le atribuirá la invención, por otra vía, de un curioso ágape
criollo que se convertirá en “la vedette”
de las fiestas 20 años después de la instantánea. Se tratará de la “Ternera Bailable” una suerte de “fiesta encopetada” en la que bailando
al son de las más afamadas piezas de su tiempo, ejecutadas por las igualmente
más famosas orquestas del momento, pueda el fiestero arrequintarse un buen
trozo de carne en vara con su respectiva “guasacaca”,
todo abundantemente “regado” con el
muy fino y elegante whisky escocés. Pero por ahora, lo que le importa es que su
guerrera se vea “apropiadamente”
mientras los compañeros “le maman el
gallo” por aquello de la abotonadura…
También está el Subteniente Josué
López Henríquez, piloto aviador, quien llegado a General termine siendo
Comandante General de la Aviación Militar e impulsor de la moderna aviación
venezolana, con la incorporación de los aviones militares denominados “a reacción”. Pero hay un Subteniente
muy delgado, de mirada vivaz, hermano de Julio César Vargas Cárdenas. Tose levemente a veces, pero
denota en él una vibrante energía interna, lo que se presume lo hace poseedor
de una llama inextinguible que lo impulsa a sobresalir entre sus compañeros, a
pesar de su extrema delgadez. Se trata del Subteniente Mario Ricardo Vargas
Cárdenas. Será figura relevante en la UMP y será él quien servirá de enlace
entre la UMP y AD, a través del Doctor Edmundo Fernández. Le corresponderá a Mario,
de Capitán, ser el Oficial de Planta en la Escuela Militar que aquel 18 de
octubre de 1945, impida la detención de Delgado Chalbaud, arrestando al Coronel
Ruperto Velazco quien, hoy de Capitán, esta mañana y 11 años antes, se retrata
con él en la Maracay gomera. Mario encarnará la figura esencial del llamado "oficial civilista democrático" en el gobierno del “Trienio Adeco”, siendo
señalado por sus compañeros bajo ese preciso mote “El adeco”. Se extinguirá Mario víctima de la tisis, contra la cual
luchó con vehemencia buena parte de su vida. Y aún caídos los adecos en el 48,
será buscado por ellos para evitar su debacle. Dotado de un respeto enorme
entre sus compañeros, no será detenido, firmará el acta de creación de la Junta
Militar de Gobierno, siendo extrañado de Venezuela inmediatamente, para
fallecer lejos de su tierra, allá en los Estados Unidos del Norte. Por ahora,
Mario, como todos los demás, solo le preocupa cumplir con el cometido
fotográfico que se le ha encomendado.
Allí están todos, los que más,
los que menos. Los que se harán ricos y poderosos; los que morirán en el
intento. Los que terminarán mal o se les apagarán las estrellas más pronto que
lo que pudiesen imaginar esa mañana. Están los que serán siempre “románticos” y los que harán de “ideólogos”; están los que se arrimarán
a la “política como oficio”, porque
vivirán de y para ella; y están los que serán siempre soldados, hechos en y para
la carrera de las armas, volviéndose incómodos en unos momentos o “convenientes” en otros. Y eso es lo que
hace “curiosamente interesante” esta foto,
porque pocas veces en la historia de un país, puede juntarse a tantos
protagonistas: los que serán aliados; los que serán adversarios; los que serán
enemigos; y los que se matarán irremediablemente. Todos unidos en un “serán” que desconocen en ese instante
pero cuya presencia resulta inmortalizada en recuerdo gráfico, que ya hoy,
acaso como ellos, sea olvido.
Honor a quienes así lo merezcan y
perdón para todos, incluso para quienes ya no tenga sentido otorgárselo, porque
acaso no haya nada que perdonar al comparar sus pecados con aquellos de quienes,
peor que ellos y habiéndolos visto en ellos, los hubiesen cometido descaradamente bajo
“el albo manto de la democracia”. ¡Que
arroje la primera piedra quien, en Venezuela, esta tierra de tantos engaños,
tantos oprobios y tantas tristezas, esté libre de haber cometido alguna vez, el deleznable pecado de la apetencia por el poder!…
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