10 de junio de 2017

La República, virtudes y lenguajes políticos. El republicanismo bolivariano y sus lenguajes.

“La República”, constructo humano primigenio sobre el cual se edificaron nuestras naciones hispanoamericanas; “nombre propio” con el cual hemos bautizado nuestras creaciones políticas nacionales; “sujeto” que ha servido a todo “predicado” y ha favorecido en todo tiempo, los más disímiles “complementos”. Hay quien la ha llamado “creación política”, otros, “aspiración irrealizable” y finalmente “obligación ineludible”. Algunos pensadores la declaran “hoy muerta”, mientras otros proclaman con grandilocuencia “su adecuación a nuevas exigencias”. En fin “la República”, como dijese en su oportunidad José Tadeo Monagas de la Constitución Nacional de su tiempo: “…da para todo…” 

Pero imprescindible en esta serie de artículos, ubicar su origen y pergeñar las ideas acerca de su llegada a estas tierras, pero, sobre todo y de manera primordial, cómo se entonaron sus cánticos, que letra acompañó sus invocaciones, cómo se habló, se escribió y terminó leyéndose en esta tierra de gracia, la misma que, desde el bautizo apresurado de Américo Vespucci, terminásemos llamando Venezuela.

Hay que comenzar en Grecia, en las reflexiones de Platón, pasando por las formas de gobierno de Aristóteles, el uno concibiendo a la República como “creación ideal” [1], el otro como expresión variada de organización, tanto de individuos,  como de aristocracias y grupos[2], pero sin apremios de “bautismos colectivos” o más bien, viendo aquellos como atisbos de peligros inconfesables. Ambos, centrando sus ideas en el constructo social esencial de su tiempo: la ciudad.

 Ida la Grecia antigua, duerme la República el “sueño de los justos” hasta llegar a la Roma del, por y para el colectivo; la Roma de la “res pública”, de la “res popollo”; la Roma de Marco Tulio Cicerón, la “Roma Republicana” dónde él y Gayo Salustio Crispo, más joven y más próximo al ocaso de aquella, se encuentran en la crítica a las acciones de un ambicioso Catilina, quien trata de destruirla[3]. Ambos ven a la República como la creación propia de los “ciudadanos virtuosos”, esto es, la  que existe gracias a la “virtus”[4]. Pero no una virtud huérfana de detalles, sino una virtud polícroma que se decanta en “virtudes”.[5]

Pero llega un día en que la República Romana muere; lo afirma Salustio en su “Conjuración de Catilina”: la avaricia, la venalidad y el vicio, la destruyen sin remedio[6]. Muere Salustio por el frío metal que porta la parca, más tarde lo hace Cicerón, pero mediante el hierro del puñal asesino. Cae en larga suspensión vital “la República”. Su nao espera por mejores y más potentes vientos.

Empujada por brisas nuevas y mejores, recala imponente en mediterráneo puerto, precisamente durante el Renacimiento Italiano. Las “Repúblicas Italianas del quattrocento” la hacen revivir con nuevo empuje. No solo se habla de “las virtudes” que en día postrero  invocase Salustio, se habla de nuevo de las “virtudes políticas” que un día refiriese Cicerón, ahora en el contexto del “humanismo cívico”[7]. Más tarde, los planteamientos de un patriota florentino que la ve en peligro otra vez, hacen recomendar acciones concretas: Nicolas Maquiavelo le imprime un nuevo sello. No es la “virtud”, ni siquiera “las virtudes políticas”, son las acciones concretas, más allá de las virtuosas, las que permitirán conservar a la República, y, en consecuencia, las que garantizarán su vida en el tiempo[8]. Francesco Guicciardinni, en cierto  modo siguiéndole los pasos, propone su protección mediante prácticas más bien “prudentes”[9]. Pero un Giovanni Botero y luego un Lodovicco Zucollo le tuercen el camino, imponiéndole un destino más práctico: “la preservación, a toda costa, del Estado del Príncipe, sea República o no”[10]. Y así, luego de los años, pasa casi inadvertida su presencia, solo referida como “sociedad debidamente organizada”.

Las transformaciones que llevan a Inglaterra a una guerra civil cruenta, a la decapitación de su Rey y a la aparición del protectorado parlamentario bajo el liderazgo de Oliver Cronwell, inducen nuevos pensamientos y hacen germinar nuevas ideas. Surge entonces James Harrington con su “Comonnwealth of Oceana”. Sobre esas ocurrencias nos dice Quentin Skinner:

“La teoría neorromana tuvo su mayor auge durante la Revolución Inglesa de mediados del siglo XVII (…) la culminación del desarrollo de una teoría completamente republicana de la libertad y el gobierno en Inglaterra, ocurrió en 1656. Tras dos años desastrosos de experiencia constitucional, Oliver Cromwell decidió convocar en el mes de mayo a un nuevo Parlamento. La oportunidad de denunciar el protectorado y exigir una solución genuinamente republicana fue aprovechada de inmediato por Marchamont Nedham, quien modificó sus anteriores artículos y volvió a publicarlos con el título de  The Excellency of a Free State, en junio de 1656. Unos cuantos meses después, James Harrington aprovechó la misma oportunidad para escribir el que seguramente es el más original e influyente de los tratados ingleses sobre los Estados libres, The Commonwealth of Oceana, publicado por primera vez a finales de 1656.”[11]

La presencia neorromana, tal y como la describe Quentin Skinner, entra en escena. Los viejos conceptos planteados por Cicerón, Salustio y que relata  Maquiavelli, en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio, como referencia a la historia de Roma[12], son rememorados, una vez más, con nuevos sentidos de la “República y lo Republicano”. La vieja máxima de Cicerón, en su obra “La República”, acerca de que ella (la República) es la cosa del pueblo pero “…que pueblo no es toda reunión de hombres, sino sociedad formada al amparo del derecho y por utilidad común”[13] , reafirma en la sociedad propuesta por los neorromanos el concepto de ley, su imperio y la preeminencia de la “sociedad de hombres libres como supremo colectivo”, muy por encima de los apremios individuales de libertad.

Y anclados en “la libertad” como concepto, los neorromanos ingleses hacen saber a los cuatro vientos: “solo se es libre si se vive en un Estado libre, dónde los hombres se den, además, sus propias leyes, librados además de toda presión y apremio, ambas condiciones (la presión y el apremio) nacidas desde los arrestos de mando de una voluntad individual”.  Marchamont Nedham lo deja claro:
 
“No solo hemos recibido de Dios una serie de “derechos y libertades naturales”, sino que “el fin de todo gobierno es (o debiera ser) el bien y la tranquilidad del pueblo en el seguro disfrute de sus derechos sin presión ni opresión” por parte de gobernantes o conciudadanos.”[14]

Ahora, además de las virtudes del romano republicano que mencionase Salustio, a saber,” ingenium, egregia, gloria, bonae artes, industria, labor, fides, pudor, continentia”  y las virtudes políticas republicanas que un día mencionase Macrobio citando a Cicerón, esto es, “prudencia, fortaleza, templanza y justicia”, la libertad del colectivo se añade como valor esencial de la República, esto es, “la restauración del hombre, su derecho, el de su sociedad, a través de la libertad colectiva y bajo el imperio de la ley”.

Trasciende esta concepción las fronteras del tiempo  y el espacio, viajando al través del océano, recalando en nuevos puertos, esta vez, en aquellos que sobre la costa atlántica, se han extendido frente a las colonias americanas que un día acordasen construir los expedicionarios del May Flower. Pero allí también se renueva la faz de la “República”, añadiéndole a la “República Clásica Romana” y a la versión de la “República Neorromana” de los ingleses, nuevos aditamentos, en particular aquellos respecto de “la libertad”. La teoría del dulce comercio y los apremios materiales de las colonias americanas, constreñidas en la administración y ampliación de su propia actividad comercial por la corona británica, extiende la noción de libertad a la “libertad de comerciar”. Ya no solo es la libertad para darse sus propias leyes, ahora es la libertad para darse sus propios bienes materiales, mediante la práctica “libre” del comercio y así agenciarse la legítima riqueza que se les niega.

La “Revolución Norteamericana”, finalizado el hecho armado y victoriosos los patriotas sobre los “casacas rojas”, impone la restauración del hombre, su libertad, la del colectivo, así como la capacidad de ese colectivo de auto sostenerse por la vía del comercio activo y creciente.[15]. Es la “República de la Sociedad Comercial”, que se impone sobre la “República Clásica Romana y la República Inglesa Neorromana”. Las “Revoluciones Atlánticas” imponen un nuevo rostro a la República.

Pero simultáneamente en su puerto europeo de origen, se sigue alimentando la noción de “República Libre”, esta vez, entre otras, en las palabras de Adam Ferguson y Adam Smith, quienes se oponen a la creciente “despersonalización” de la vieja sociedad comunitaria escocesa y, en tal sentido, con sus propios razonamientos, nacidos de su impronta, más lo aprendido desde las costas “liberadas” de las colonias inglesas de América, la emprenden, con sus planteamientos republicanos, esta vez y paradójicamente, contra el dominio de la sociedad oligárquica comercial británica.[16]

Al otro lado del Paso de Calais, en la nación cuya vida  presiden los fastos rutilantes de la “Ville Lumière”, se incuba una explosión que, una grave crisis económica, política y social, hace presumir sobrevendrá con fuerza. Para cuando Luis XVI logra apercibirse de su entera gravedad, la fortaleza de Le Bastille está asediada por una turbamulta armada de picas, palos y piedras. Azadones en alto, la turba reclama la vida de la monarquía; mujeres, niños, ancianos y hombres con miradas frenéticas y puños crispados, exigen los derechos que (los agitadores  así se los han hecho saber) son de su legítima propiedad. Camille Demoullins es uno de los más enconados oradores y devenido el tiempo, aquel movimiento que él encabezara junto a muchos otros, insignificante además en su valor militar, adquiere trascendencia simbólica en lo político: es el fin de lo “viejo” y el nacimiento de lo “nuevo”. Y “la República” viene con “lo nuevo”.

En su viaje incesante, la nao republicana ha vuelto a Europa, esta vez con más ímpetu, mayor intensidad. Los republicanos franceses apuntan, en sus inicios, a la Republica que definiese en su momento Charles Louis de Secondant, mejor conocido como el Barón de Montesquieu, concretamente en su obra “El espíritu de las leyes”; a las virtudes republicanas se añaden las consignas revolucionarias francesas “liberté, fraternité, éqalité”. Es un mensaje en apariencia común al republicanismo conocido: ciudadanos virtuosos que construyen ciudades, en libertad y fraternalmente, en virtud de la identidad que les confiere compartir valores y esperanzas, pero, el elemento novedoso es “la igualdad”, esto es, “iguales ante todo, en particular ante la ley”.

El “amor a la Patria” se transforma en el sentimiento mayor que un republicano francés puede albergar en su alma. Cuando la Revolución empieza a tocar sus puntos más álgidos y el espíritu tumultuoso hace a aparecer a Jacobinos y Girondinos (junto a esa curiosa denominación de “izquierdas y derechas” que aún hoy, acaso erróneamente, persiste) figuras como Georges Danton, Jean Marat y Maximilien Robespierre, llenan de exordios brillantes las páginas de los debates en la tumultuaria Asamblea Nacional.

Jean Jaques Rousseau se cita y es citado con frecuencia: “…el amor a la Patria consiste, en definitiva, en el amor a las leyes y la libertad…”[17]…“…la “religión civil” (...) es el amor a las leyes el núcleo esencial de la actitud de los ciudadanos respecto a la república. (…) la santidad del contrato social y de las leyes... (…) amar sinceramente las leyes, la justicia y de inmolar su vida, llegado el caso…”[18]. Mientras una de tantas tardes, acaso entre gorros frigios y escarapelas tricolores,  Robespierre escribe “La república es la denominación general de todo tipo de gobierno de hombres libres que tienen una Patria.”[19]

“La Patria, el Pueblo y las Leyes”, junto a las virtudes republicanas clásicas la “Justicia, la Fortaleza, la Templanza”, añadidas a las nuevas consignas revolucionarias francesas, “Fraternidad e Igualdad” y, sobre todo “Libertad”, construyen el nuevo discurso revolucionario francés, que un giro sorprendente y sorpresivo, seguido de “tres años de terror”[20] convierten a la República Francesa en una República Clásica, dónde “aquel que muere por la Patria vive para siempre y el soldado se hace héroe”. Contrariamente, al otro lado del mar, en los nuevos Estados Unidos de América “vivir para vivir por la República es la consigna y el agricultor-comerciante es su héroe cotidiano”, es, reiteramos, la “República de la Sociedad Comercial”.

“Virtudes republicanas comerciales y comunes” versus “virtudes republicanas clásicas, heroicas, épicas”. Ambas hacen presencia en los predios de Hispanoamérica.  Antes, las segundas pasan por Haití, tal como lo vienen haciendo desde siempre lo huracanes estivales y trágicamente dividido por sus influencias, se debate entre la locura de una monarquía absoluta rediviva en las manos de Henri Christophe y las posibles bondades de una República en las manos de Alexandre Petión, constructo republicano que, por cierto, coquetea con las apetencias comerciales y las glorias de la épica patética. Mientras Haití se debate entre la vida y la muerte, recalan ambos conjuntos de virtudes en nuestros puertos continentales hispanoamericanos; calientan, por ejemplo, la mente del cura Hidalgo y Costilla, quien se desgañita en el Querétaro[21] mejicano, en medio del "dolor patrio" expresado entre "gritos de independencia"

En nuestras tierras venezolanas, han llegado desde hace rato, primero en los intentos “igualitarios” de José Leonardo Chirino[22] y José Andrés López del Rosario (el zambo Andresote)[23]; en los arrestos independentistas de Pedro Gual y José María España[24]; y finalmente, en los ejercicios teóricos y discursivos, entre otros pensadores, de Francisco Espejo, Juan Germán Roscio y Fernando Peñalver, para terminar en los encendidos discursos de quien, corridos los años, se convertirá en nuestro propio mito republicano: Simón Bolívar. En la sapiente pluma de Miguel José Sanz, lo hacen las ideas republicanas escocesas de Adam Ferguson y entre todos, esto es, en tal sincretismo, nace el “Republicanismo nuestro”, propio, una suerte de “Republicanismo autóctono” que definirá nuestra “República propia” y tendrá también apellido singular, devenida la degollina que nos proporcionó como resultado la inobjetable libertad: “el Republicanismo Bolivariano”.

Los avatares de la guerra, el sable desenvainado, el cañón humeante, la batalla y la lanza sanguinolenta, sepultan nuestro republicanismo cívico y, vistiéndolo de severa casaca y morrión, lo hacen épico, convirtiendo nuestra primera percepción republicana civil y civilista, en “República Clásica”, con los soldados de máximos héroes. Montado sobre el “albo” corcel de Simón Bolívar, “el bolivarianismo”, como lo denomina Luis Castro Leiva, es “…tal vez la variante ilustrada y particular del republicanismo clásico y del republicanismo cívico humanista que mayor alcance tenga para determinar nuestros criterios de membrecía política.” [25]

Así, nuestro “Republicanismo Bolivariano”, atravesado por el lenguaje político inicial de Aristóteles, abreva de diversas fuentes y sus lenguajes, tal y como lo hace saber Castro Leiva, quien ampliamente refiere:

“…no debemos inducir al equívoco de pensar que para discernir el significado y valor que han tenido nuestras murallas en la concepción de nuestras ideas políticas y morales, así como en la configuración de la manera de vivir nuestras vidas, bastaría con examinar el legado del aristotelismo como lenguaje político fundamental. Porque junto a ese lenguaje político también se nos han desvanecido de la memoria otros lenguajes políticos e idiomas cívicos que han surgido en la historia de cinco siglos de nuestro camino urbano y cultural. Estos otros lenguajes, a su vez, han hecho que el alcance que tendría todo ese pasado para pensar la idea de nuestras ciudades, y la idea de nosotros mismos, se transforme en una tarea mucho más exigente que la desprevenida ligereza que suele emplear nuestra cultura política a la hora de encarar la genealogía de la historia del pensamiento. Estos otros lenguajes políticos son los siguientes: el republicanismo clásico y sus idiomas particulares, v.g el humanismo cívico y el laicismo tomista; el de la sociedad comercial o de la economía política tal y como se conjuga, en formas diversas, por la Ilustración Escocesa, por la Ilustración Napolitana o “Indiana”, y finalmente el lenguaje de la Ciencia Política que bajo la forma de otros tantos idiomas se escribe a partir de la interpretación del Espíritu de las Leyes o del Federalista.”[26]

Nuestra República es, de tal manera, sincretismo de las ideas que un día pergeñasen Aristóteles y Platón en la antigua Grecia; Cicerón crease; relatasen propalasen e incrementasen Salustio, Polibio y Livio; renacidas en la Italia del quattrocento y fortalecidas en los verbos de Maquiavelo y Guicciardinni, entre otros grandes pensadores, decantadas en suma en el humanismo cívico;  atemperadas en los neorromanos ingleses y en la ilustración escocesa pero reafirmadas en su culto a la libertad; soliviantadas en la Francia revolucionaria; edulcoradas en el afán de comercio de los americanos del nuevo mundo inglés del norte; y aceradas  y ensangrentadas, en los campos de batalla de esta tierra, en buen número de cruentos combates por la conquista de la libertad. Simón Bolívar cierra el ciclo: su verbo expresado en cartas y proclamas, le agregan “lo patético, lo épico y lo heroico”.

El avance inmisericorde de un “liberalismo” surgido de las Cortes de Cadiz, a principios del siglo XIX, como simple mote[27] y, más tarde, devenido en “padre” de la libertad individual de comercio, surgida como consecuencia de la República de la Sociedad Comercial, junto al reventón de la sociedad europea preindustrial, a finales del siglo XVIII[28], van soterrando a la “República” como creación política, y la hace aparecer de sucesivo, en unos casos solo como “honrosa nominación” y avanzado el tiempo, como “hija natural del liberalismo”. Y hasta hoy hemos llegado a bordo de esa nao, una propia, con sus rasgos distintivos, mismos que describe Castro Leiva en los siguientes términos:

  “La severidad clásica del republicanismo de los romanos, impulsada por los romanos de Rousseau y por el jacobinismo, debidamente aguijoneado por las realidades de la guerra, asedió la idea de mercado de nuestras ciudades. La obsesión de una moral ciudadana celosa de las buenas costumbres, que veía siempre la corrupción del cuerpo político en ciernes (cosa que la educación cívica debía combatir mediante catequética masiva), y la idea de una conspiración interna y externa, que siempre harían aleatoria y endeble cualquier otra fuerza que no fuera la de las armas, hicieron que de aquella perversa unión se engendrara la idea de virtud romana como un remedo florentino. Por su parte, apenas ganado algún sosiego por efecto de las armas humeantes, y cuando prometían florecer la industriosidad y la riqueza de una Roma garante de civilidad y de la dulzura del intercambio y las permutas, la ciudad se encrespaba. Entonces los sables, los fusiles o los tanques se echaban a las calles para hacer la historia y poblarla de guerrillas, de partidas, de militares, de revolución y desde luego de proclamas y algunas veces de constituciones. Mediante un acentuado énfasis en la libertad de comercio mucha veces nuestro republicanismo pensó posible y realizable, entre nosotros, una síntesis que supera los días y las horas de inestabilidad y del vivere pericoloso de su pacto tácito con el salus populi suprema lex de cualquier asonada. Entonces se nos dijo, se nos decía, los desiertos se harán poblados y estos, ciudades, y la grandeza de la civilidad hará el resto con la barbarie menguante en retirada. Y así, en este proceso pendular, hemos ido viviendo tan bien o mal como se puede vivir la singularidad masiva de nuestra endémica inestabilidad política y moral en nuestras ciudades.”[29]





[1] “Como se sabe, el diálogo de la República es una descripción de la república ideal, que tiene como fin la realización de la justicia entendida como la atribución a cada cual de la tarea que le compete de acuerdo con las propias aptitudes. Esta república es una composición armónica y ordenada de tres clases de hombres: los gobernantes-filósofos, los guerreros y los que se dedican a los trabajos productivos.” Bobbio, Norberto, La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político. FCE. México, 1987. Pág.21.
[2] “Ya que constitución y gobierno significan lo mismo y el órgano del gobierno es el poder soberano de la ciudad,  es necesario que el poder soberano sea ejercido por una persona o unos pocos o la mayoría. Cuando el uno, pocos o la mayoría ejercen el poder  en vista del interés general, entonces forzosamente esas constituciones serán rectas, mientras que serán desviaciones las que atiendan al interés particular de uno, de pocos o la mayoría…” Aristóteles , La Política, libro tercero. Cita textual en Bobbio…Op.Cit…Pág.34.
[3] “Conferida a Cicerón esta autoridad, los negocios de afuera los confió a Quinto Metelo, tomando él a su cargo el cuidado de la ciudad, para lo que andaba siempre guardado de tanta gente armada, que cuando bajaba a la plaza ocupaban la mayor parte de ella los que le iban acompañando. Catilina, no pudiendo sufrir tanta dilación, determinó pasar al ejército que tenía reunido Manlio, dejando orden a Marcio y a Cetego de que por la mañana temprano se fueran armados con espadas a casa de Cicerón como para saludarle, y arrojándose sobre él le quitaran la vida. Dio aviso a Cicerón de este intento Fulvia, una de las más ilustres matronas, yendo a su casa por la noche y previniéndole que se guardara de Cetego. Presentáronse aquellos al amanecer, y no habiéndoles dejado entrar, se enfadaron y empezaron a gritar delante de la puerta, con lo que se hicieron más sospechosos. Cicerón salió entonces de casa y convocó al Senado para el templo de Júpiter Ordenador, al que los Romanos llaman Estator, construido al principio de la Vía Sacra, como se va al Palacio. Pareció allí Catilina entre los demás como para justificarse, pero ninguno de los senadores quiso tomar asiento con él, sino que se mudaron de aquel escaño; habiendo empezado a hablar le interrumpieron, hasta que, levantándose Cicerón, le mandó salir de la ciudad, porque no usando el cónsul más que de palabras, y empleando él las armas, debían tener las murallas de por medio. Salió, pues, Catilina inmediatamente con trescientos hombres armados, haciéndose preceder de las fasces y las hachas, y llevando insignias enhiestas, como si ejerciera mando supremo, y se fue en busca de Manlio. Llegó a juntar unos veinte mil hombres, y recorrió las ciudades, seduciéndolas y excitándolas a la rebelión, por lo que, siendo ya cierta e indispensable la guerra, se dio orden a Antonio de que marchara a reducirle.” Plutarco, Vidas Paralelas. Recuperado de internet en http://www.imperivm.org/cont/textos/txt/plutarco_vidas-paralelas-tvi-ciceron.html. “Después del 70, ninguno de los tribunos de la plebe supieron usar con modestia su poder y sublevaron a la plebe suscitando la reacción de la factium nobilium. En este ambiente, encuentra soporte inicial el proyecto criminal de Catilina, hombre magna ui animi et corporis pero ingenio malo prauoque. Para Salustio el motor de esta historia es la índole corrupta de Catilina, que parece concentrar en él todos los vicios de los peores nobles, y no tanto las causas políticas y sociales que, sin duda, también influyen en ella…” Salustio, La conjuración de Catilina. La Guerra de Jugurta. Edición de Avelina Carrera de la Red. AKAL. Madrid, 2001. Pág.52.
[4] Respecto de la virtus para Salustio, Avelina Carrera de la Red hace la siguiente acotación cuando se refiere a la preocupación del historiador romano por el concepto en referencia: “La preocupación fundamental en sus trabajos es la virtus que recoge D.C Earl, incluye ingenium, egregia facinora, gloria, ejercicio de las bonae artes, industria, labor, fides, pudor y continentia. La virtus no está garantizada ni por nacimiento, ni por la actividad, ni por la clase social.” Salustio…Op.Cit…Pág.51.
[5]Macrobio formuló la idea de que el gobernante de la ciudad debía estar en posesión de las virtudes políticas clásicas: prudencia, fortaleza, templanza y justicia. De hecho, en opinión de Cicerón, ostentar esas virtudes y ser capaz de ejercerlas era lo que hacía que un político fuese capaz de gobernar a una comunidad de hombres a los que unían ciertos principios de justicia.” Virolli, Maurizio, De la política a la razón de Estado. La adquisición y transformación del lenguaje político. (1250-1600). AKAL.  Madrid, 2009. Pág. 87.
[6]“Pero ahora la nobleza romana ha llegado a ser detestable, incompetente, venal y avariciosa. “¡Oh ciudad venal, a punto de perecer, si es que encuentra un comprador” exclama Jugurta al abandonar Roma en el 110…” Salustio…Op.Cit…Pág.49.
[7]El Humanismo Cívico florentino entendía la república como una comunidad de todos los hombres libres encaminada a la realización de todos los valores cívicos que tuvieran consistencia por sí mismos. Tal humanismo político, si quería establecerse de manera justa y estable, necesitaba un cuerpo de teoría constitucional que fuera también una filosofía. Pues bien, resultó que el único modelo disponible que se adaptara a tales exigencias era la teoría aristotélica de la polis y su estructura constitucional. De esta suerte, el aristotelismo político se convirtió en una referencia crucial para la empresa intelectual del humanismo cívico, en su pretensión de conferir universalidad y permanencia a la auténtica ciudadanía.”  J.G.A Pocock, The Maqavelian moment. Citado por el catedrático Alejandro Llano en su conferencia “El Humanismo Cívico y sus raíces aristotélicas”. Transcripción de las ponencias presentadas en la XXXVIII Reunión Filosófica de la Universidad de Navarra, titulada “La filosofía práctica de Arsitóteles”. 28 al 30 de abril de 1999. Navarra, España.
[8]Al márgen de que se considere su pecado o su mayor contribución a la cultura moderna, de lo que no parece caber duda alguna es de que Maquiavelo descartó el lenguaje republicano y nos dió una nueva forma de entender los fines y medios propios de la política. Se ha señalado que Maquiavelo, negando que la política fuese el arte de fundar o conservar una buena comunidad política, afirmaba que, puesto que con toda política se buscaba el poder, el buen “político” no podía ser ese “hombre bueno al que se referían los antiguos.” Virolli...Op.Cit. Pág.161.
[9] “...Guicciardini señala que el arte del Estado no puede consistir en unas cuantas reglas generales que puedan ser aplicadas por cualquier gobierno. El hombre de Estado debe imitar al médico prudente y experimentado que, antes de recomendar un tratamiento, analiza primero la naturaleza concreta de la enfermedad, estudiando cuidadosamente los humores del organismo. De otra forma, no podría prescribir correctamente tratamiento alguno, o no lo aplicaría a su debido tiempo, provocando la muerte del paciente en vez de su recuperación. El hombre de Estado prudente ha de tener en cuenta en primer lugar la naturaleza concreta de la ciudad; al fin y al cabo, un organismo complejo.” Virolli...Idem...Pág.174.
[10]Rechazando la acepción corriente derivada de Tácito y Maquiavelo, Botero explica que la razón de Estado no es más que el conocimento de los medios apropiados para establecer, conservar y ampliar un Estado, definido como “firme gobierno sobre el pueblo” (...) De los dos pilares del dominio principesco: el amor y la reputación, el más fiable es, sin duda, la reputación. Botero lo explica detalladamente en los dos libros De la reputación que añadió como suplemento a Della Ragion di Stato. La reputación surge como consecuencia del reconocimiento de una virtud extraordinaria que escapa a nuestrop entendimiento y nos lleva, por tanto, a pensar en ella una y otra vez (re-putare). Solo quienes son capaces de hacer grandes cosas se labran una reputación. Los mediocres pueden inspirar amor pero no tienen reputación (...) La razón de Estado, comenta Zucollo siguiendo a Botero, solo es el conocimiento de los medios más apropiados para conservar un régimen, sea este una república o una tiranía (...) La razón de Estado, concluye Zucollo, no es buena ni perversa. Puede enseñarnos tanto a comportarnos justa como injustamente, tanto a hacer lo correcto como lo erróneo. Gobernar de acuerdo con la Razón de Estado y ejercer la prudencia política es un talento sublime y poco frecuente...” Virolli...Ibid...Pág. 289,  Pág.292 y Pag. 312.

[11] Skinner, Quentin; La libertad antes del liberalismo. TAURUS. México, 2004. Págs. 11 y 20.
[12] “Puede llamarse feliz una  república donde aparece un hombre tan sabio que le da un conjunto de leyes, bajo las cuales cabe vivir seguramente sin necesidad de corregirlas. Esparta observó las suyas más de ochocientos años sin alterarlas y sin sufrir ningún trastorno peligroso (…) Las aspiraciones de los pueblos libres rara vez son nocivas a la libertad, porque nacen de la opresión o de la sospecha de ser oprimido y cuando este temor carece de fundamento hay el recurso de las asambleas, donde algún hombre honrado muestra en un discurso el error de la opinión popular. Los pueblos, dice Cicerón, aunque ignoran tus mentiras son capaces de comprender la verdad, y fácilmente ceden cuando la demuestra un hombre digno de fe (…) O se trata de una república dominadora, como Roma, o de una que solo quiere vivir independiente. En el primer caso tiene que hacerlo todo como Roma lo hizo, y en el segundo puede imitar a Venecia y Esparta…” Maquiavelo, Nicolás, Discursos sobre la primera década de Tito Livio.
[13]  Marco Tulio Cicerón. La República. Libro Tercero. Comentario de San Agustín. Recuperado de internet en 
https://www.google.co.ve/webhp?sourceid=chrome-instant&ion=1&espv=2&ie=UTF-8#q=marco+tulio+ciceron+la+republica+pdf
[14] Skinner…Idem…Pág.23
[15] “There are appearances to authorize a supposition that the adventurous spirit, which distinguishes the commercial character of America, has already excited uneasy sensations in several of the maritime powers of Europe. They seem to be apprehensive of our too great interference in that carrying trade, which is the support of their navigation and the foundation of their naval strength.(…) If we continue united, we may counteract a policy so unfriendly to our prosperity in a variety of ways. By prohibitory regulations, extending, at the same time, throughout the States, we may oblige foreign countries to bid against each other, forthe privileges of our markets. This assertion will not appear chimerical to those who are able to appreciate the importance of the markets of three millions of people—increasing in rapidprogression, for the most part exclusively addicted to agriculture, and likely from local circumstances to remain so to any manufacturing nation; and the immense difference there would be to the trade and navigation of such a nation, between a direct communication in its own ships, and an indirect conveyance of its products and returns, to and from America, in the ships of another country. (…) An active commerce, an extensive navigation, and a flourishing marine would then be the offspring of moral and physical necessity. We might defy the little arts of the little politicians to control or vary the irresistible and unchangeable course of nature. (…) That unequaled spirit of enterprise, which signalizes the genius of the American merchants and navigators, and which is in itself an inexhaustible mine of national wealth, would be stifled and lost, and poverty and disgrace would overspread a country which, with wisdom, might make herself the admiration and envy of the world. (…) A unity of commercial, as well as political, interests, can only result from a unity of government.” The Federalist. The Utility of the Union in Respect to Commercial Relations and a Navy. For the Independent Journal. Hamilton.
[16] El incremento paulatino de la sociedad comercial inglesa preindustrial, en el siglo XVIII, va arropando, hasta sepultarlas, las viejas costumbres comunitarias agrarias británicas. Un especial resentimiento se incuba en el Highland escocés. Adam Smith y Adam Ferguson, son dos de los pensadores que asumen la defensa de las inveteradas formas de vida escocesas. La teoría neorromana de la república, según Skinner,  “…se utilizó para atacar a la oligarquía gobernante de la Inglaterra del siglo XVIII…”  Skinner… Op.Cit…Págs. 11  y 20. Acerca de la República afirma Ferguson: “Las repúblicas admiten una distinción muy importante, que ha sido señalada al dar la definición general entre democracia y aristocracia. En la primera el poder supremo permanece en manos del organismo colectivo. Cada puesto de magistrado, al ser nombrada esta autoridad, está a disposición de todos los ciudadanos, y en el ejercicio del poder se convierte en un ministro del pueblo, y es responsable ante él en todas las materias que le han sido confiadas.”  Adam Ferguson, Un ensayo sobre la Historia de la Sociedad Civil. Edimburgo, 1773. Sección Décima. (Sobre la Prosperidad Nacional). Falcón Veloz, Fernando, Adam Ferguson y el pensamiento ético y político de Miguel José Sanz: Notas para la reinterpretación del Semanario de Caracas (1810-1811). Revista Politeia. Nª 21. Instituto de Estudios Políticos. Universidad Central de Venezuela. 1998. Pp. 191-224. Pág.205.
[17] Rousseau, Juan Jacobo, El Contrato Social. Libro II. Capítulo 6. En Abellán, Joaquín, Sobre el concepto de “república” en las décadas finales del siglo XVIII. Recuperado de internet en http://pendientedemigracion.ucm.es/info/abellan/investigacion/historiapdf/republicanismo.pdf
[18] Rousseau, Juan Jacobo, El Contrato Social. Libro II. Capítulo 6. En Abellán, Joaquín, Sobre el concepto de “república” en las décadas finales del siglo XVIII. Recuperado de internet en http://pendientedemigracion.ucm.es/info/abellan/investigacion/historiapdf/republicanismo.pdf
[19] Cita textual de Maximilien Robespierre en Abellán…Op.Cit…Pág.5
[20] “La repubblica é una forma ideale di stato che si fonda sulla la virtú dei cittadinni e sull’amor di patria. Virtú e amor di patria erano gli ideale giacobini, a cui poi hanno aggiunto el terrore. La repubblica in realitá ha bisogno del terrore.” Bobbio, Norberto y Viroli, Maurizio,  Dialogo intorno alla repubblica. Recuperado de internet en https://www.google.co.ve/webhp?sourceid=chrome-instant&ion=1&espv=2&ie=UTF-8#q=virolli+y+bobbio+dialogo+intorno+alla+repubblica&start=10
[21] 16 de septiembre de 1810. Grito de Dolores, inicio de la gesta emancipadora mexicana, liderada por el sacerdote católico Miguel Hidalgo y Costilla y los caballeros  Ignacio Allende y Juan Aldama.
[22] 10 de mayo de 1795, insurrección de esclavos e  indígenas, llevado en alas del igualitarismo, impulsado este último, además, por la “Ley de los Franceses”: Liberté, Fraternité, Ègalité…
[23] “Juan Andrés López del Rosario, conocido como Andresote, era un zambo rudo y valiente en la práctica de guerrillas volantes, que mantuvo en consternación a los españoles durante los tres primeros años de la tercera década del siglo XVIII. Andresote era un verdadero dirigente popular en la amplia zona comprendida entre los ríos Tocuyo, Aroa y Yaracuy. En jurisdicción de lo que hoy forma el Distrito Mora, este "negro café con leche" logró sublevar los cuatro cumbes enmarcados en el territorio que señalamos anteriormente. Según refiere el doctor Manuel Vicente Magallanes en su obra Aspectos Históricos del Estado Falcón, Andresote sublevó a los loangos libres que formaban una numerosa colonia de refugiados de Curazao, que habitaban las márgenes de los ríos Tocuyo y Aroa; a los negros que se encontraban entre el Aroa y el camino de San Nicolás y el río Yaracuy; y a los que poblaban el sector que va desde el río Yaracuy hasta Taria.” Recuperado de internet en http://venezuelamali.blogspot.com/2011/05/juan-andres-lopez-del-rosario-andresote.html
[24] Movimiento independentista iniciado en 1797 y que termina en la derrota de los conjurados el 8 de mayo de 1799.
[25] Castro Leiva, Luis, Lenguajes Republicanos. Vol.II. FUNDACIÓN POLAR-UCAB. Caracas, 2001. Pág.437
[26] Castro Leiva…Op.Cit…Págs. 452 y 453.
[27]El Doctor José Antonio Bernaldo de Quirós Mateo, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, nos hace saber acerca del origen de la voz “liberal”  como mote, citando el texto del Conde de Torreno, que data de 1835 que: “…apareció el vocablo liberal (entre septiembre y octubre de 1810, en los debates de la libertad de prensa)…” El mismo Doctor Quirós cita luego al escritor Eugenio Tapia, literato que afirma: “El público insensiblemente distinguió con el apellido de liberales a los que pertenecían al primero de los partidos, quizá porque empleaban a menudo en sus discursos la frase principios e ideas liberales…” El doctor Quirós termina citando a un tercer escritor, Agustín Arguelles, quien en 1834 denota la existencia del vocablo liberal, pero como opuesto al de servil; dice el  autor en referencia: “La frecuencia con que se usaba en las discusiones y debates la palabra liberal, no solo en su sentido lato, sino con especial para expresar todo lo que por su espíritu y tendencia conspiraba al establecimiento y consolidación de la libertad, excitó en la viva y amena fantasía de un escritor coetáneo la idea de usurpar aquel vocablo en una composición poética, tan picante como festiva, para señalar a los diputados que promovían las reformas, aplicando en contraposición el de servil a los que resistían.”  
Recuperado de internet en                                                                                                       http://www.ucm.es/info/especulo/numero24/servil.html
[28] “La pareja liberal/liberalidad cabalga en tensión entre su sentido moral y su resignificación política para calificar, describir y designar acciones políticas inscritas en el contexto general de debatir la libertad, igualdad política, división de poderes, libertad de imprenta, seguridad, propiedad, el gobierno representativo, democrático y federal; son éstas las que en los textos se denominan principios, designios o resoluciones liberales. El término liberal recorre el debate que estructura la creación del entramado institucional de una república, popular y federativa, que controle el abuso o el “terror pánico a la mano que despotiza a los pueblos”… (…) El adjetivo liberal y su sustantivo liberalidad se deslizan en Venezuela a través del lenguaje republicano: se habla el mismo lenguaje político pero declinado en “idiomas” distintos. Y es en el marco del republicanismo que se solapa el entramado institucional que después adscribirá la connotación política de liberal.”
Carole Curiel/Elena Plaza/ Carolina Guerrero/ Liberalismo-Venezuela. Pág.836-844. Diccionario Iberconceptos. Recuperado de internet en: http:// www.iberconceptos.net/diccionario-politico-y-social-del-mundo- iberoamericano.
[29] Castro Leiva…Ibid…Pág.490.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario