17 de octubre de 2016

Bayonetazo #8: 17,18 y 19 de octubre de 1945: Relato de un “Golpe” que se trocó en “Revolución”. Los últimos tres días del Medinismo…

El día 17 de octubre de 1945, en la víspera de otra asonada militar en nuestra historia política nacional, se suceden hechos que los testimonios de los protagonistas, hacen pensar en las evoluciones imprevistas de los conflictos políticos y como las perturbaciones, imponderables en sus efectos, lentamente van empujando a los sistemas políticos hacia sus umbrales de inestabilidad. El General Isaías Medina Angarita, Presidente de la República de Venezuela en funciones, acota entonces: “El 17 de octubre en la tarde recibí un anónimo en donde se me aconsejaba cuidarme personalmente y se  me alertaba sobre una conspiración que había ganado ya mucho terreno en el ánimo de oficiales de todas las armas, inclusive del Regimiento que tenía a su cargo la guardia personal del Presidente, y se me daban los nombres de ocho oficiales que encabezaban la conspiración.”[1] Unas horas más tarde, en el Nuevo Circo de Caracas, Acción Democrática, “el partido del pueblo”, se apresta a realizar un mitin multitudinario para tratar el tema de la “sucesión presidencial” entre otros asuntos de “interés nacional”.

En el ardor del discurso, exclama Rómulo Betancourt a la importante masa de seguidores allí congregada y con ocasión de una acusación que le hiciese el partido de gobierno, apenas unos días antes, respecto del planteamiento que le formulase el partido Acción Democrática, por boca de su directiva y en carta dirigida a la Dirección Nacional del PDV, con relación al agudo tema de la “sucesión presidencial”: “Nosotros aceptamos que queremos dar un golpe de Estado pacífico, es decir que queremos encontrarle una salida evolutiva a la compleja situación política del país; pero esta aspiración evolutiva se frustrará si quienes gobiernan continúan en su actitud de insólito desdén a la opinión (…) La tesis de gobierno provisional con candidato nacional la ligaremos a las grandes consignas que ha estampado nuestro partido en su programa (…) A todo el pueblo venezolano, a todas las clases sociales venezolanas, a todos los que se sienten desvinculados a este régimen los llamamos a luchar por la consigna, por la gran consigna que esta noche histórica de la nueva Venezuela dejamos sembrada en la conciencia del país: elecciones generales, presididas por un Gobierno provisional, a fin de que mediante el sufragio directo, universal y secreto, el pueblo venezolano pueda escoger un Presidente de la República y un Poder Legislativo que sean los auténticos depositarios de la soberanía de la Nación.”[2]

Posiblemente, en el mismo instante en que Betancourt  se dirige a una multitud emocionada que se desata en aplausos y vítores, unas cuantas cuadras más al oeste, en la Escuela Militar, se está realizando una cena entre oficiales militares. Nos cuenta sobre el ágape Don Mario Briceño Iragorry: “En la noche de miércoles 17 había  sido invitado por el comandante Arévalo, Director de la Escuela, el coronel Ruperto Velasco, Director de Guerra a una cena en la Escuela, a la que fueron invitados además, el mayor Delgado, Vargas, Loscher y Buenaño. La comida estuvo rociada de abundante whisky y Velasco hubo de perder la cabeza un poco y se produjo (sic) en largas consideraciones sobre la disciplina, todo en medio de “ademanes de ebriedad simiesca” según palabras de Loscher. Al día siguiente, 18, Velasco volvió a las 9 a.m. a la Escuela con el fin de  conducir a Delgado al Ministerio por encargo del ministro Becerra. Advertidos los oficiales que su plan había sido delatado, resolvieron la prisión inmediata de Velasco y se declaró la rebelión.”[3]. Se precipitan entonces los acontecimientos. El Coronel Edito Ramírez, protagonista de aquellos hechos, siendo entonces Teniente y oficial de planta en la Escuela Militar, refiere: “El momento era decisivo. Buscábamos dónde cambiar impresiones y por doquiera advertíamos la presencia de los jefes…En menos de cinco minutos, estuvimos tras la escalera que da frente a la cocina; allí Delgado comenta: “si voy al Ministerio, me hacen preso como un tonto” y si no va, comenté yo, está en rebeldía, “pues vamos a lanzarnos”, coreamos todos. (…)…saludé en el patio principal al coronel Velasco y continuaba mi marcha hacia el hall de oficiales (…) cuando tropecé con el mayor Delgado y el capitán Parra, quienes ya traían preso al comandante Arévalo. “Lo dejo con el Comandante” – me dijo aquel – mientras el arrestado me insinuaba la conveniencia de conversar y cambiar ideas amigablemente (…) En este mismo momento, otros oficiales conducían al calabozo al coronel Velasco, quien desesperado daba voces de arresto y aludía su condición de Coronel Director de Guerra (…) Ya a las puertas del calabozo, el Coronel trató de sujetar a Delgado para hacerlo preso. Fue entonces cuando Arévalo le advirtió: ¡¿No se da cuenta, mi Coronel, que los presos somos nosotros?!...Al punto me gritó Mario Vargas: “Edito ¡Háblale a los cadetes!...”…”[4]

Por su parte y en el cuartel de Miraflores, nos dice el entonces Mayor Celestino Velasco, jefe de aquella unidad y pariente por cierto del coronel Velasco preso en la Escuela Militar: “A las 9 y media del día 18, me dijo el teniente Carlos Morales que “estuviéramos listos”. Enseguida me entrevisté con mis oficiales y con Nucete Paoli. Casi de inmediato recibía órdenes del teniente coronel Varela de reforzar los servicios de la parte de atrás del cuartel. A las diez y media se observó mucho movimiento de los oficiales superiores, tanto en el Palacio de Miraflores, como en el Ministerio de Guerra, habiendo sido llamado a este el teniente coronel Varela. Pocos minutos después salía yo a la puerta del cuartel y observé que en el carro de Varela se encontraba el mayor Pérez Jiménez, en calidad de detenido. Notifiqué entonces a mis oficiales “que estábamos descubiertos” (…) Estábamos decididos a dar el golpe ese mismo día. Como de diez a doce de la mañana, llegó el teniente Illaramendi, y dándome una palmada en el hombro me dijo “Mi Mayor, que ya…” Esta fue toda la orden que recibí del Comité…”[5].

El gobierno en pleno fue cayendo  poco a poco bajo poder de los insurrectos y como hace saber el Coronel Ramírez para “… las 15:00 horas (…) del día 18, los calabozos del Instituto eran insuficientes para poner bajo seguro a tantos peces gordos: general López Contreras, ex Presidente de la República y candidato para un nuevo período, arrestado en la habitación de un oficial; doctor Uslar Pietri, Ministro de Relaciones Interiores; doctor Mario Briceño Iragorry, Presidente del Congreso Nacional; general Manuel Morán, Jefe del Estado Mayor General; general Antonio Chalbaud Cardona, Inspector General de las FF.AA. y tantos otros.”[6]. En estos emocionados relatos de los oficiales comprometidos, pareciese vislumbrase una “masiva participación” del personal militar profesional en el alzamiento y sus prolegómenos, apariencia que algunos números parecen contradecir.

Las Fuerzas Armadas para ese momento contaban con 950 oficiales. Los comprometidos, según una lista parcial que cita José Agustín Catalá, miembros todos de la UMP, sumaban 125 oficiales del Ejército y 22 oficiales de la Armada, para un total de 147 oficiales, esto es, 15% de la totalidad de la oficialidad, de lo que  se pudiera colegir que el 85% o no estaba de acuerdo o esperaban a buen recaudo el desarrollo de los acontecimientos o no sabían nada de aquella asonada. Un detalle interesante que vale la pena citar es la proporción de oficiales subalternos participantes del movimiento, respecto de los superiores y, como era de esperarse, la ausencia total de los generales. De un total, como ya se dijese, de 147 oficiales, 28 son Capitanes y 70 suman los Tenientes, Subtenientes y Alféreces de Navío, esto es, casi la mitad de los comprometidos correspondía a jóvenes o muy jóvenes oficiales. Solo 8 eran Mayores para entonces,  acaso los 8 oficiales que cita Medina le había avisado eran los jefes de la conspiración, a saber, Carlos Delgado Chalbaud, Hugo Fuentes, Miguel Nucete Paoli, Juan Pérez Jiménez, Enrique Rincón Calcaño, Julio César Vargas Cárdenas, Celestino Velasco y Marcos Pérez Jiménez.

Para conocer de viva voz de un oficial comprometido las razones del alzamiento, sea propicio citar al Teniente Rolando Loscher Blanco, quien “carcelero” de Don Mario Briceño Iragorry, sostuvo una larga conversación con él y  cuyo contenido refiere Don Mario en los siguientes términos: “El fin de la revuelta era, según expresión de Loscher, borrar el personalismo que venía privando en la organización del Ejército, cuyos oficiales subalternos se sentían molestos por el trato que se les daba. Dijo Loscher que el oficial carecía de asistencia y que lejos de distribuirse por medio de un procedimiento lógico de justicia la suma destinada a protección del Ejército, eran los servicios prestados como favor personal al Presidente, a cuyo arbitrio pensaba él dar o no la pequeña suma que en cada caso se destinaba a favorecer al oficial. Le invocó también la falta de preparación de los oficiales superiores como motivo de molestia para los jóvenes que habían alcanzado un grado de cultura. Alegaban los oficiales como actitud ofensiva para el Ejército el hecho de que el Presidente Medina pretendiera utilizar la fuerza del Ejército como elemento ciego dispuesto a respaldar sus aspiraciones de gobernar e imponer un nuevo Presidente.”[7] .

Don Mario pone fin a aquel aciago momento ( especialmente para quienes hasta ese instante llevaban las riendas del Poder Público Nacional en sus diversas ramas) con la siguiente narración, misma que tiene lugar a las 03:30 horas del día 19 de octubre de 1945 y en la Escuela Militar de Venezuela: “…se abrió la puerta de nuestra habitación y apareció el general Medina, acompañado del Ministro de Guerra, coronel Delfín Becerra; doctor Manuel Silveira, Ministro de Obras Públicas y el mayor Francisco Angarita Arévalo, Presidente del Estado Táchira. Medina estaba vestido de civil y llevaba puesto el sombrero. Estaba visiblemente emocionado, aunque mantenía dominio completo sobre sí mismo. Su voz era entera, el ceño duro y la barba ennegrecía notablemente su rostro. (…) Nos abrazó a los tres y con palabra llena asumió la responsabilidad de la entrega…”No quise que se derramara más sangre inútilmente” dijo. Después se dirigió en tono altivo al mayor Delgado Chalbaud, que había llegado en su compañía y le dijo: “Carlos ahora tienen la responsabilidad del orden. Eviten enérgicamente que Caracas vaya al caos y con Caracas la República. Procedan a constituir una Junta Militar que asuma el poder. Una Junta Militar; por ahora no cometan el error de poner en manos de civiles la autoridad.” [8]

Delgado Chalbaud, como resulta lógico suponer, hizo caso omiso de la recomendación del General Medina Angarita. A las 20:00 horas del día 19 de octubre, Rómulo Betancourt Bello, el líder político carismático de un tiempo histórico que hacía eclosión, asumió la Presidencia de la “Junta Revolucionaria de Gobierno”, llevado de la mano de la joven oficialidad, agrupada en la Unión Militar Patriótica, logia de profesionales militares a la que se sumó Delgado Chalbaud apenas cuatro días antes del golpe. El pronunciamiento castrense fue hábilmente bautizado por Rómulo Betancourt con otro mote “épico” para librarse de la mácula del simple Golpe Militar, iniciándose así uno de los grandes mitos revolucionarios de nuestra historia política contemporánea: la Revolución de Octubre.





[1] Consalvi, Simón Alberto; La Revolución de Octubre.1945-1948. La Primera República Liberal Democrática. SERIE ANTOLÓGICA DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE VENEZUELA. FUNDACIÓN RÓMULO BETANCOURT. Caracas, 2010. Pags.45 y 46.
[2] Suárez Figueroa, Naudy; Rómulo Betancourt. Selección de escritos políticos.1929-1981. FUNDACIÓN ROMULO BETANCOURT. Caracas, 2006. Pág.182. 
[3]Catalá, José Agustín; Papeles de Archivo. 1945-1947. Del Golpe Militar a la Constituyente. Cuaderno Nª9. CENTAURO. Caracas, 1992. Pág.37
[4] Catalá…Op.Cit…Pág.12.
[5] Catalá…Idem…Pág.29.
[6] Catalá…Ibíd…Pág.13
[7] Catalá…Ibíd…Pág.37.
[8] Catalá…Ibíd…Pág.41

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