22 de octubre de 2016

Historia Política de Venezuela y el Bolero de Ravel: ¿Variaciones sobre un mismo tema?....Primera Parte

La historia política de Venezuela es plétora de nuevos descubrimientos. Un documento por aquí; una carta por allá; un texto incunable o un escrito perdido de un alguien, acaso anónimo, pero protagonista de algún evento trascendente sin saberlo, nos acerca a un “nuevo descubrimiento” o a una “novedosa interpretación” de un proceso, ocurrencia o tiempo histórico, en una acepción más dilatada. Pero al “alejarnos” del detalle y ver el contexto, el escenario y al quitar las caras y los nombres, nos sorprende en todo su esplendor, el “Bolero de Ravel”. Sí, en efecto, la composición que hiciese inmortal el grande músico francés de las postrimerías del siglo XIX y principios del XX; la misma que no aplaudiesen el día de su estreno, pero como la “Gloria de Bolívar”, fuese creciendo en admiración como “crecen las sombras cuando el sol declina” a decir del poeta Choquehuanca. El “Bolero de Ravel” es una composición prolífica en compases, marchas y contramarchas, en un crescendo continuo que emociona a quien la escucha en la medida en que, precisamente, la escucha. Pero tiene una estructura constante: se trata de variaciones sobre un mismo tema melódico. Eso era lo que aspiraba probar Ravel: la construcción posible de una pieza musical extraordinariamente rica en reflejos y tonalidades, pero como resultado de variaciones sobre un mismo tema.

Partimos un día de una gesta emancipadora guiada por un líder carismático, el Libertador Simón Bolívar, tras la búsqueda obsesiva de la libertad, gloria mediante también y para la construcción de una República. Sangre, tierra, lodo y llanto; lanzas partidas, sables mellados, olor a pólvora y cuerpos descompuestos. Destrucción, fuego y matanza. Rostros desencajados, viudas, huérfanos y medio país en ruinas con media población famélica luchando para vivir. Pero solo la libertad fue su  fruto. Aún con el retumbar de cañones de fondo, se quejaba amargamente Tomás Lander que para 1823, aún se seguían odiando los pocos caraqueños sobrevivientes. En 1830 nacimos realmente como República y de la mano de otro líder carismático, José Antonio Páez Herrera, comenzamos a transitar la senda de una patria “libre y soberana”. Apenas un lustro nos separó de la guerra: en 1835, otros “incómodos” con otros a quienes veían como “cómodos”, encendieron la tea del combate entre nosotros: solo la sangre lava las afrentas de sangre. Y volvió el líder carismático (porque podía) y restituyó el orden. Pero los vicios continuaron y para 1859, apenas 14 años después de la partida de la vida política activa del “Centauro de los Llanos”, por una senda no muy bendita debemos decir, nos comenzamos a matar en masa. Durante 5 largos años, destruimos de nuevo la Patria y más huérfanos, más madres llorosas, más muerte, más candela de por medio, nos llevaron a un nuevo líder carismático y otro tránsito esquivo e incierto: Antonio Guzmán Blanco.

Y vinieron las promesas de una nueva “Revolución”. Tras la enseña de “Muerte al oligarca” se trató de construir aquella nación. Ensayos institucionales, mucha retórica verbosa en lo legal, poco pragmática real; mucha cosmética arquitectónica francesa, a lo Napoleón III y poca realización cultural. Blancos y pardos criollos aquí en el liderazgo; negros, zambos y mulatos allá, al filo de las quebradas. ¿Y las reparticiones? ¿Los premios sociales de la revolución? ¿La igualación que nos ofrecieron por dejar el cuero en la gesta emancipadora, luego en la Revolución de las Reformas, en la insurrección campesina de 1846  y luego en la Guerra Larga, dónde quedó? Las mismas acusaciones de latrocinio, concusión y corrupción; la misma apropiación indebida; el mismo desprecio y abuso que observaron de los “oligarcas", fueron señalados los revolucionarios  de cometer, ahora con mayor intensidad. Y el liberalismo amarillo, la panacea de la justicia, la única forma de salvación nacional, mordió el polvo una tarde, allá en La Victoria de Aragua, allá dónde Ribas, en 1814, se hiciese inmortal. Lo hizo caer una triunfante Revolución Liberal que se auto-proclamó “restauradora” tanto del “liberalismo real” como de los “sueños de Bolívar”. Y un nuevo líder carismático se presentó frente a ella: José Cipriano Castro Ruiz. “Nuevos hombres, nuevos sistemas, nuevos procedimientos” fue la enseña de esta nueva concepción, precedida de su turbamulta respectiva. 

Mayores los abusos, inconmensurable la apropiación del público erial. Vinieron las potencias a cobrarse lo siempre solicitado en préstamo para matarse y lo nunca pagado para resarcirse. Vinieron, como suelen decir los españoles “a por lo suyo”. Los batieron, en alguna medida, pero el Tío Sam que ya campeaba por sus fueros, los asustó con un nuevo poderío en ciernes y el líder carismático trocado en gamonal (como debía ser) se cubrió de gloria por su "denodada resistencia heroica". Pero había venido con un compadre a quien se solazaba en humillar y una madrugada, luego de haber partido el gamonal a curarse de los efectos destructivos de una sífilis propia de cabalgatas de cama sin tasa y medida, el compadre, Juan Vicente Gómez, le “cogió el maíz volteao por la orilla” y se encaramó en el coroto. Una nueva clase de líder carismático, nos llevó por el camino de una amarga “Rehabilitación”. Ergástulas, espalderos, sigüises, adulantes, baños en escuálidas multitudes rastreras, merced del dinero ahora a manos llenas por el descubrimiento del fructuoso aceite negro. Más miseria, más enfermedad y abandono. “Asociaciones convenientes para el impulso del progreso” llamaron a la entrega de concesiones petroleras a perpetuidad al acreciente estamento petrolero mundial, quien viera en esta presa caribeña “buena carne morena a quien hincarle el diente”. Otra enseña, otro gamonal y otro engaño.

27 años presa estuvo Venezuela, eso sí, con “orden y progreso”; hasta la vieja deuda que un día viniesen a cobrarnos por la vía de la invasión punitiva, la pagamos completica y hasta plata nos sobró, luego de un ingente reparto del botín a sus nuevos salvadores. Pero “todo lo bueno tiene que acabar” y el líder trocado, una vez más, en gamonal, eso sí de charretera reluciente, botas pulidas y sable de borlas encarnadas, partió plácido en su cama como habría de corresponder a su “benemérita presencia”. Duro fue el camino de sus sucesores y sincero el intento por construir, más que una "República" o una "Patria", una "Nación" dónde fuese posible que todos compartieran un “ideal colectivo”. Cuando apenas parecía se saboreaban los frutos de esa construcción, tenía que llegar un nuevo "arreo de reinosos", con su carga de nuevas ideas y su recua de apetencias personales, acaso propias de un fenotipo oculto que parece remontarse a algún recóndito pretérito. Trunco quedó aquel esfuerzo, los apremios por “elegir y ser elegido”, por traer una “modernidad más moderna” que la exhibida hasta ahora, impuso un nuevo cambio, un nuevo norte y un nuevo líder carismático: Rómulo Betancourt Bello. Las mismas acusaciones de latrocinio, de oprobio, de abuso en quienes los precedieron e iguales promesas de vida mejor, salvataje de la miseria y justicia redistributiva. La cantaleta reminiscente de la Revolución Liberal, de la Restauradora, de la Rehabilitación, es más, la verídica realización del sueño bolivariano, viene con la Revolución de Octubre, auténtico apremio por la lucha por lo “venezolano” y por lo que le es propio: el pueblo venezolano. No hay duda, este vez si será lo que no ha sido y verdad lo que ha sido falso.

Tres años entre ruidos de sables, tableteo ocasional de ametralladoras e intentos de golpe, junto a acusaciones de latrocinio, peculado doloso, tráfico de influencias, violencia política, abuso y desprecio por el adversario, contra estos nuevos salvadores de la patria, que llevados al inicio de la mano de los militares, llegasen con sus cantos de sirena, caen al suelo de la derrota, luego de una nueva militarada. Y vuelven, en una suerte de “regreso al futuro”, los hombres de uniforme, hoy ya no con machetes y sombreros de hule, sino con rutilantes uniformes, tanques y aviones. Se inicia entonces el intento por construir un “Nuevo Ideal Nacional”, una suerte de “idea colectiva” de “motivación nacional” que anclada en las antiguas glorias patrias y una “identidad histórica común”, nos permita avanzar como "Nación", la "República es poética" y "la Patria romántica",  pero sin embargo numen de la existencia de todos. Y como la cornucopia de la fortuna petrolera se derrama sin presa o represa, como río desbordado, hay “rial” para todo, pero sobre para todos. Pero ese “todo y todos” está limitado al entorno del gamonal militar, su oligarquía inmanente y su clase media tributaria. Los mismos que salieron pobres de la independencia, de las revoluciones intermedias, de la guerra larga, de las revoluciones de ocasión, de la Restauración, la Rehabilitación, la Transición, la Modernidad y de la Revolución de Octubre, parecen ser los mismos que siguen siendo pobres,a pesar de la danza de la fortuna petrolera de charretera y morrión. Similares los preteridos, símiles los olvidos e iguales las cargas criollas.

Y un día el gamonal se auto-convence de su necesaria permanencia en el poder. El afán por la democracia, la nueva religión política nacional, le obliga a hacer un remedo electoral que él, por su impronta, se ve imposibilitado de negar, pero, finalmente, hace remendar convenientemente para resultar ganador. Pero las viejas envidias, las apetencias emergentes, la pérdida de las alianzas poderosas y una crisis económica en ciernes que amenaza la fuente de “rial”, lo ponen en el trance de decidir si vive rico “en el exilio voluntario” o “muere preso” en su paraíso tropical caído. Que se vaya bien largo al carajo su “Nuevo Ideal Nacional”, definitivamente, "...en el mar la vida es más sabrosa...". Y de nuevo en una madrugada, se va el gamonal de turno, a bordo de una vaca no tan sagrada, cargada de mieles y pieles, oro y mirra, incienso y, por supuesto “rial”. Abandonado el trono, corre la voz como pólvora encendida: "córranle, mis compadres, que el palacio está solo". Y la nueva religión se impone. Los mejores votos, la voluntad de todos, el deseo colectivo, nos une en torno a la democracia, LA DEMOCRACIA: la nueva tierra del verde jengibre...o acaso ¿Un engaño más...? Cosas veredes...

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