12 de agosto de 2017

Venezuela y el Sistema Político Cubano: relato de un estupro (II)

El Sistema Cubano. Breve reseña histórica, identificación y caracterización.

Sin pretender hacer una larga reláfica acerca de la historia política cubana, resulta sin embargo menester imprescindible hacer algunas precisiones acerca del devenir político de la isla, luego del reconocimiento de su independencia por parte de los Estados Unidos en 1906, condición absurda pero tristemente real: Cuba fue uno de los  “trofeos” obtenidos por el poderoso vecino del norte, en su guerra bufa con el entonces moribundo y decadente imperio español. Una guerra provocada por los americanos, mediante la voladura del navío de guerra Maine, en la bahía de La Habana y del cual culpasen directamente a los españoles (pudiendo años más tarde demostrarse, en investigaciones sucesivas, ser producto de un acto intencionado de sabotaje, perpetrado por manos criminales desde el interior del buque), fue  alimentada por las campañas guerreristas de la prensa amarillista (especialmente del complejo de prensa del editor  Randolph Hearst) dejando a su fin, tras una victoria contundente de los americanos, las posesiones insulares de las Filipinas, Cuba y Puerto Rico.

En el tiempo histórico que media entre 1908 y 1958, Cuba tuvo 20 presidentes; 10 de ellos definidos como “constitucionales”, en razón de haber sido electos o nombrados con arreglo a algún texto constitucional vigente en la ocasión de su ascensión al poder, y 10 de ellos de naturaleza provisoria, interina o de facto. Dos de esos gobiernos correspondieron a dictaduras sangrientas, corruptas y criminales, ambas coludidas con organizaciones hamponiles de contrabandistas y asesinos. La primera lo hizo con contrabandistas y criminales a su servicio, actuando como asesinos por encargo; la otra con miembros distinguidos de organizaciones criminales internacionales como la llamada “Comisión” de Nueva York y que presidiese Salvatore Lucania, mejor conocido como Lucky Luciano.

Se trató de las dictaduras de Gerardo Machado y Fulgencio Bastista; la primera comenzando como “gobierno constitucional electo” y culminando (1929-1933) en una feroz dictadura. La segunda iniciándose en un golpe de Estado contra el Presidente Constitucional electo, Carlos Prío Socarrás y acaudillada por Fulgencio Batista, el sargento devenido en coronel virtud también de la sempiterna peripecia golpista que dominara su carrera militar. De manera que, entre Tomás Estrada Palma, primer Presidente de Cuba Libre y Manuel Urrutia Lleó, primer Presidente de la Cuba Revolucionaria (esta misma de hoy), pasaron 18 primeros mandatarios más, en marchas y contramarchas de sistemas políticos amañados, caracterizados por la corrupción generalizada; la presencia criminal como instrumento de violencia política; el fraude electoral como práctica comicial; y la siempre poderosamente presente identidad de intereses norteamericanos con los gobiernos “electos” o “impuestos”. Acaso de ahí provenga el “arrastre humillante” en unos y el “odio inveterado”  en otros hacia la bandera de las “barras y estrellas”.

También y de nuevo en un mismo “acaso” porque habría que probarlo formalmente, haya provenido ese afán por la “estabilidad política”, expresada en un Estado fuerte, formal y organizado, al servicio de la población en general y no de una oligarquía nacida a la sombra de un gobierno y de una riqueza fruto más del cohecho y la expoliación, que del trato comercial honesto, mediante la obtención acumulativa de bienes por la vía del trabajo creador. Para cuando Fidel Castro y sus “barbudos” entran a La Habana, el 8 de enero de 1959, esa parece ser la expectativa general. Al verlos tan jóvenes, con sus uniformes harapientos y sus armas herrumbrosas, en transportes de toda índole y hasta a pie, un aura de “libertadores de pueblo” rodeó a aquella muchachada. Y los momentos eternizados en las gráficas de prensa y los noticieros de cine, ensalzan a Fidel y sus acompañantes, a bordo de blindados (Fidel, Huber Matos, Camilo Cienfuegos y el Negro Almeida), como los “futuros creadores de la estabilidad por la que tanto hemos luchado” dirá un artículo de prensa. Pero Fidel hubo de robarse el show; días antes habían entrado otras columnas guerrilleras de su mismo “Movimiento 26 de julio” y otras varias de también otros movimientos políticos en armas como “La Quinta del Escambray” y el “Directorio Revolucionario”. La N°8 del “Movimiento 26 de julio”, al mando del Comandante Ernesto “Che” Guevara, se estaciona en el habanero Cuartel de La Cabaña, mientras la gente de la Quinta y el Directorio se “estacionan” en hoteles de primera o en las lujosas vecindades de Miramar y el Vedado.

Algo huele mal en estos comportamientos y para finales de 1959, se han producido diversos acomodos al interior del poder gobernante, así como en las habaneras calles de rumba. Los “barbudos” son ahora los abusivos. Pretenden apropiarse de viviendas, vehículos y comercios de lujo. Entran, beben y se van si pagar de los lujosos cabarets. El periodista José Pardo Llada que terminará por muchos años al servicio de la Jefatura de Prensa del “Comandante en Jefe”, narra como una noche el afamado “Tenor de las Antillas”, René Cabell (cuyo nombre real fuese Rene Cabezas), dedica en uno de sus actos un bolero que gustase mucho a Prío Socarrás, de quien fuera amigo personal, siendo abucheado con vulgaridades por un grupo de barbudos presente. René, ignorándolos, obsequió a la audiencia con una de sus más brillantes interpretaciones de aquel recordado número tan admirado por Prío. Al final de la pieza, los barbudos intentaron su aprehensión por el desafío, siendo persuadidos por el dueño del nocturno local. Ese incidente resolvió la salida de Cabell de su Cuba natal. Cabell fue por muchos años empresario de espectáculos en Colombia y Director de Variedades del Hotel Tequendama en la ciudad de Bogotá. Murió en Colombia casi a la novena de abriles. Jamás volvió a Cuba.

El Movimiento 26 de Julio liquida a sus rivales políticos. Asesina, encarcela y expulsa a sus contrapartes políticas de toda índole. Fortalece al Partido Comunista Cubano, al ser esta organización leal absolutamente a las disposiciones del ahora autodenominado “Gobierno Revolucionario”. Al interior del mismo movimiento, la dupla Fidel y su hermano menor, Raúl, hacen una razzia de todo aquel dirigente incómodo o capaz de hacerles “sombra”. Comienzan por el prestigioso y carismático Camilo Cienfuegos. Muere “misteriosamente” en un accidente aéreo; la aeronave que él mismo tripula explota en el aire; extrañamente, nadie lo observa abordarla. Un tiempo más tarde lo hacen Faure Chomón y Antonio Santiago, muertos en combate “contra los bandidos” como hacen llamar a quienes enfrentan a la Revolución. Mucho antes Huber Matos es encarcelado por “insubordinación” (se dice que la primera fricción entre Camilo y Fidel se da por esta detención) y Eloy Gutiérrez Menoyo un cubano español que lucha en la Sierra, es declarado “enemigo” del Estado. Para finales de 1959, Fidel ha hecho modificar la Constitución hecha una vez por ellos y esta modificación le concede, por su vía ejecutiva, más poder al Primer Ministro, posición que él ocupa y convierte al Presidente de Cuba en una suerte de “jarrón chino”: sirve al único propósito de adornar.

Toca a Oswaldo Dorticós este triste papel, hasta que, en 1976, la Constitución es modificada de nuevo para crear el Consejo de Estado, eliminar las figuras de Primer Ministro y Presidente, y fusionarlas a la de Presidente del Consejo de Estado, cargos que, por supuesto, terminan recayendo en Fidel Castro. Es el final de un largo camino desde el Cuartel Moncada, donde en aquel asalto fallido se hiciese figura conocida (allá en un lejano 26 de julio de 1953), a este que lo convierte “de derecho” en algo que ha estado ejerciendo “de hecho” desde que Camilo hizo de almuerzo de tiburones; el Ché se trocó en estatua cerúlea en una escuelita perdida en los Andes Bolivianos; Antonio y Faure comida de hormigas y grandes combatientes como Universo Sánchez, se entregasen inconscientes a la embriaguez y la vida disipada, por aquellas veleidades incontrolables del poder: “el dueño y señor de Cuba”. Las sombras de Machado y de Batista parecen reflejarse por paradoja en el maderamen de la lujosa oficina del socialista Comandante en Jefe. No hay remedio: de casta le viene al perro. Raúl es fiel  y permanece adosado como “la cola al can” y Ramiro Valdés, hechura casi niño del Che, se hace la vista gorda, entra en la jugada y se convierte en eficiente y eficaz verdugo. El Negro Almeida, Ortuzi (u Ortuckzi), Machado Ventura etc., etc., etc., “hacen parte de la moña, mi hermano, de la moña…”. El Sistema Político estable, formal y con orden se ha instalado al fin en Cuba. Desde 1959 hasta 2017, Cuba ha tenido 4 Presidentes, 2 de adorno, Urrutia Lleó y Dorticós, 2 de hecho, derecho y acción: Fidel y Raúl Castro.

Pero cabe preguntarse ¿Qué clase de Sistema Político existe en Cuba? ¿Cómo lo urdieron Fidel y Raúl? Vayamos tras las respuestas a esas preguntas. Fidel fue el “supremo constructor de lo político-ideológico” desde 1959 hasta 1986. Raúl lo ha sido del aparato político, militar y represivo, junto a la inteligencia cubana. Más recientemente ha urdido el sistema económico pero ¿Cómo es de hecho? Basándose en un discurso político marxista, socialista y revolucionario (según opinión de un servidor más por conveniencia que por convicción), Fidel hubo de buscar aliados en otras potencias durante la Guerra Fría, luego de haberse enfrentado abiertamente a los intereses norteamericanos en Cuba, que cooptaban prácticamente todas las actividades comerciales e industriales en la isla, con franco demérito de la población en general y el aprovechamiento casi exclusivo de unas oligarquías cubanas corruptas que se “remozaban” cada vez que había cambio de gamonal. No pudieron lograrlo con Castro; enemigo acérrimo de los americanos, posiblemente desde el derrocamiento de Grau San Martín, urdido desde la legación diplomática de esa nación (y del que Fidel joven fuese partidario), Castro siempre buscó romper la dependencia de su antillana isla de la fuerza gravitatoria de su gigante planetario del norte. Luego del intento fallido de Bahía de Cochinos, Fidel se echó en brazos de los rusos, creando un remedo soviético de Sistema Político en la isla, confirmado con vehemencia mediante la declaración del “carácter socialista de la Revolución Cubana”.

Un Sistema Político marxista leninista y revolucionario, con una economía de planificación centralizada, única ideología, único partido, único gobierno sin variabilidad representativa. Una Nomenklatura gobernante de la cual hacen parte solo la alta jerarquía del Partido Comunista y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Una burocracia funcionarial de gobierno que proviene de las organizaciones de base del partido y de las organizaciones sindicales, políticas y sociales controladas por aquel, garantizan el ascenso económico y social solo de los más fieles y, en consecuencia, del disfrute de privilegios cada vez más escasos, que hacen de la población en general “una caterva de fieles borregos” porque no servir al Sistema Político “te condena al hambre y la exclusión”. La caracterización del disidente como “enemigo interno” y del “imperialismo” como enemigo externo, permite la ubicación de las penurias en el “otro” y las posibles y muchas ineficiencias del Sistema Político, en las acciones “traicioneras” de esos enemigos, tanto externos como internos, es decir, una suerte de un “querer el bien común” pero no poder “lograrlo” por las “acciones destructivas del enemigo”.

El “Bloqueo Norteamericano” se convirtió en el esperado momentum para justificar una cada vez más cerrada sociedad, en permanente “estado de guerra”, lo que disparó el racionamiento de bienes básicos, imposible de ser disminuido por una cada vez mayor improductividad interna aunado a una redistribución de los escasos recursos disponibles para destinarlos a un expansivo gasto militar y policial. Esa realidad aplastante, convirtió al Ministerio del Interior (MININ) en un poderoso “tramitador de incentivos” y por ende “controlador de la cada vez más escasa actividad  económica”, digitando así, igualmente, una cada vez más anquilosada movilidad social. Desde el comienzo del llamado “Período Especial” hasta su final ya avanzado el tiempo sobre el filo del siglo XXI, Fidel se hizo cada vez más viejo y más incompetente para el ejercicio del poder y, por el contrario, Raúl, quien había estructurado el Estado, entrenado relevos y fortalecido el Ministerio del Interior, junto a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, había adquirido una invaluable experticia para el manejo de su feudo antillano.

Así asumió definitivamente el Poder Ejecutivo, al convertirse en Presidente del Consejo de Estado, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y Secretario General del Partido Comunista de Cuba. Economía, sociedad e ideología, se pusieron al servicio de Raúl y sus proyectos, marchando inexorablemente hacia un destino contradictorio que los chinos parecen haber demostrado en la praxis socialista: “la etapa superior del socialismo no es el comunismo, es el Capitalismo de Estado…”

Raúl ha construido en pocos años un Sistema Político que conservando el discurso político marxista revolucionario, organiza sin embargo la economía sobre la base de un cada vez más creciente capitalismo de Estado, donde la Nomenklatura no es solo política, ahora lo es social y económica (asemejándose más a una oligarquía económica y política de las que tenían durante sus primeros cincuenta años de historia independiente), al convertir a los altos mandos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en empresarios, grandes administradores financieros y comerciales, así como asesores de inversiones internacionales en la isla. GAESA, el poderoso grupo empresarial militar cubano, tiene amplias inversiones en hotelería, establecimientos comerciales, importaciones, registros comerciales, transporte marítimo y terrestre, así como en la escasa minería de la nación antillana. Su burocracia funcionarial (suerte de clase media cubana), proviene de los sindicatos controlados por el MININ o las FARC, así como de las propias filas profesionales de las FARC, convirtiendo su pertenencia en una opción segura de ascenso a privilegios a los que la población común, jamás podría tener acceso. Es ese el Sistema Cubano real, el mismo que, gracias a los alcahuetes locales, pretende “acostar” a Venezuela y tomarla “a la fuerza” tantas veces como su “libido por la supervivencia” le exija cabalgarla. El “trapo” más bien “el bombillo rojo” está encendido: la morena venezolana está amarrada al catre.









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