En la historia política
contemporánea de Venezuela, si nos detenemos en el tracto temporal que discurre
en los últimos ochenta y dos años, hay hitos que la gente recuerda
(posiblemente una honrosa minoría) con particular claridad. La muerte del
General Juan Vicente Gómez y la llamada “Transición”
que devino luego, al frente de la cual “tócale
en gracia” al General Eleazar López Contreras estar. La renuncia del
General Isaías Medina Angarita y la “Revolución”
(bautizo adeco mediante) sobrevenida el 18 de octubre de 1945. La caída del primer
Presidente electo por vía universal, directa y secreta, el 24 de noviembre de
1948: el maestro, novelista y hombre de integridad indiscutible Don Rómulo
Gallegos. Y, finalmente, por llegar solo hasta 1958, el abandono del puesto por
parte del General Marcos Pérez Jiménez,
evento que hizo sobrevenir otra suerte de “fantasía
revolucionaria” hecha realidad a fuer de tanto decirlo, más ciertos
acontecimientos posteriores que permitieron ratificarla.
La evidencia empírica parece
demostrar que la inmensa mayoría del país, sobre todo los más jóvenes, incluso
los que tuviesen corta edad para 1958 (a menos que se haya sido “sufriente directo”), poco recuerdan el
gobierno que discurrió entre el 23 de enero de ese año y el 13 de febrero de
1959, día de la toma de posesión del segundo Presidente Constitucional de la
República de Venezuela, electo en comicios libres, directos y secretos para el
año referido: Rómulo Betancourt Bello. Algunas personas tal vez piensen que se
trató de un tiempo breve, en el que se vivió una suerte de "luna de miel" entre
partidos, no hubo grandes acontecimientos que mencionar y los Presidentes
Provisionales de ese período (Contralmirante Wolfgang Larrazábal y Doctor Edgar
Sanabria), solo hubieron de enfrentarse a los avatares “normales” de una gestión “de
facto” mientras se alcanzaba la tan ansiada “constitucionalidad”.
Los artículos que en lo sucesivo publicaremos,
descorren el velo sobre esas apreciaciones. El asunto de la “Unidad Nacional” en pos de la
preservación de la “construcción
democrática” en ciernes. Las intentonas y las culpas. La otra cara
económica del “Nuevo Ideal Nacional”
y el rostro cotidiano del peculado.
Las apetencias, las dudas y las expectativas. Las esperanzas y las “fantasías”. En fin, una historia que
acaso, en algunos de los aspectos mencionados, viniese a colación respecto de
los tiempos que hoy se viven. Ya tendremos la oportunidad de “mirarnos” en su discurso político,
además con el imponderable valor de haberse producido en ese tiempo, hecho
constatable gracias a la recopilación de editoriales, exordios, intervenciones
y artículos de prensa que hiciese el Doctor Numa Quevedo, miembro de la llamada
Junta Patriótica y a quien tocase, durante ese gobierno, la importante
responsabilidad de ocupar el Ministerio de Relaciones Interiores.
Para quienes se acerquen a este
blog y tengan la gentileza en detenerse para leernos, delicadeza que sabemos
algunos de los paseantes por estos predios cibernéticos, han tenido con este
humilde investigador de la historia política de Venezuela, acaso experimenten
la misma sorpresa que, hace ya más de cincuenta años (1965), un servidor
experimentase al tomar contacto con los documentos recopilados por el Doctor
Quevedo, abogado trujillano de amplia trayectoria jurídica y de particular
respeto entre los juristas de su generación, a quien además de ocupar la
cartera referida en 1958, como informáramos previamente, tocase ser Ministro
del Trabajo y Presidente del Estado Trujillo, durante el gobierno del señor
General Isaías Medina Angarita (1941-1945).
Si usted es venezolano y llegase
hasta aquí, recuerde que no hay, no ha habido y nos atrevemos (posiblemente por
aquello de los “abriles sobrevividos”), a afirmar que no habrá tracto de nuestra
historia política donde no hayan existido “conflictos
de cualquier naturaleza”, “tiempos
difíciles” y “sorpresas
desagradables”. Los únicos que no viviesen esos altibajos, quizás hayan sido aquellos a quienes hubiese tocado en turno, hacer parte de los “prebendados”
o estar próximos a “las vecindades del
poder”, al menos mientras este hubiese sobrevivido (el poder) sin tropiezos o irremediablemente caído,
discreta o estrepitosamente. Solo ellos pueden sucumbir a la tentación de decir,
amparados en esa meliflua expresión común, que “todo tiempo pasado fue mejor”. En los países débiles institucionalmente,
siempre hay alguien que “goza ganando”
mientras otros “sufren perdiendo” y
desafortunadamente en el nuestro, los segundos siguen siendo la gran mayoría. Las ocurrencias
en nuestra historia parecen demostrarlo, al tiempo que la noria política sigue,
pausadamente, lo que parece ser su inexorable marcha cíclica. Así que si usted
es un postor a la cosa pública o a la vida política como quehacer (o tal vez
conoce alguno):… ¡Carpe diem!...porque aquí nunca se sabe…
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