El DRAE recoge, acerca del
significado de la voz “mito”, cuatro
acepciones a saber (y citamos textualmente):
1.- Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico.
2.- Historia ficticia o personaje literario y artístico que encarna algún aspecto universal de la condición humana.
3.- Persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración o estima.
4.- Persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene.
1.- Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico.
2.- Historia ficticia o personaje literario y artístico que encarna algún aspecto universal de la condición humana.
3.- Persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración o estima.
4.- Persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene.
Haciendo un ejercicio de síntesis, podríamos decir se trata, el mito, de una “narración maravillosa” fuera de un tiempo histórico; una “historia ficticia”; una “persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración y estima”; y una “persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene”.
Aprovechándonos de la cómoda
amplitud que nos ofrece la significación que al vocablo atribuye el DRAE,
pasemos a considerar ejemplos inscritos en nuestra Historia Política
venezolana, que, según nos muestra la evidencia empírica, pudiésemos "graficar" en cada una de ellas. Dentro de las “narrativas
maravillosas” podríamos ubicar algunas descripciones de nuestras innúmeras batallas,
tanto en la gesta emancipadora como en la ristra de turbamultas que poblaron
nuestro siglo XIX. En nuestra historia contemporánea pasan por allí la llamada “Revolución de Octubre”, el “Movimiento del 48” y finalmente aquel correspondiente a “la mitología popular” en torno a los
supuestos derrocamientos de los gobiernos de los Generales Isaías Medina Angarita
y Marcos Pérez Jiménez. Los eventos antes citados, también caen el campo de las
“medias verdades” y en consecuencia,
en muchos de sus casos, en un entorno de las “historias ficticias”.
Respecto de las personas a
quienes se les ha rodeado de “extraordinaria
admiración y estima” somos plétora, en particular cuando se ha tratado de
nuestros siete líderes carismáticos “arreadores”
de nuestra impronta histórica, según nuestro particular modo de describir e
interpretar la realidad, esto son, Simón Antonio de la Santísima Trinidad
Bolívar Palacios y Ponte, José Antonio Páez Herrera, Antonio de la Santísima
Trinidad Guzmán Blanco, José Cipriano Castro Ruiz, Juan Vicente Gómez Chacón,
Rómulo Ernesto Betancourt Bello y Hugo Rafael Chávez Frías. Y sobre la dotación
de “cualidades o excelencias que no
tienen” abundancia de laureles, loas, artilugios mágicos y destrezas
inexistentes, han coronado a los líderes en circunstancias, momentos e incluso
largos períodos, bien sea por convicción, “realismo
mágico” o vulgar conveniencia, en particular por parte de los “saludantes” de oficio o “buscones” de ocasión.
“Hijo del Cielo”; “Numen de Luz”; “Pacificador”; “Benemérito”; “Ilustre
Americano”; “Líder Fundamental”; “Padre Fundador”; “Líder Supremo y Eterno”
son algunas de esas demostraciones que, en simples actos locucionarios (de
intencionalidad ilocucionaria y, en no pocas ocasiones, perlocucionaria)
tienden a la fabricación de un mito que intenta además establecer, simultáneamente,
una solución de continuidad entre “hombre
y cosa”, esto es, “persona y gesta”
para así terminar edificando un “mito y
su mitología correspondiente”, con abiertas intenciones políticas,
ideológicas y de permanencia en el poder de un grupo, una concepción o, en una
expresión más elaborada, un sistema político, con sus respectivas “oligarquías clientelares”.
Sobre ellos estaremos dando en el próximo ciclo de publicaciones, nuestras particulares visiones, nacidas por supuesto de la observación sistemática de la evidencia empírica, a lo largo de casi cuarenta años de investigación.
Acaso sea menester terminar con
una cita de Calderón de La Barca y a propósito del tema in comento: “Los sueños, sueños son…” Y acaso la
prestidigitación discursiva oportuna utilizada por muchos oradores (hayan sido políticos de oficio, soldados, negociantes, románticos o ideólogos), en nuestra Historia
Política nacional, los haya acercado a la cualidad de “realidad inteligible” por una parte y "tangible" por parte de los intereses en juego…Cosas veredes, mi estimado lector…
Excelente iniciativa del Dr. Pedro Guillermo Itriago Camejo, que coloca a disposición de los interesados en el estudio de la Historia Política un espacio apropiado para compartir los hechos que han marcado el desarrollo de la humanidad.Por esa razón invito a disfrutar de las publicaciones presentes y futuras ofrecidas en este blog.
ResponderBorrar