5 de noviembre de 2016

“El Mar y El Cielo, “Los Panchos” y el asunto de las “dobles agendas” en la historia política venezolana contemporánea.

El trío mejicano de cantantes “Los Panchos” legó una importante cantidad de piezas inolvidables  al repertorio de la música popular hispanoamericana. Una de ellas titulada “El Mar y El Cielo” servirá, a través de los versos que componen la segunda parte de su letra, al propósito de graficar el asunto de las “dobles agendas” en la contienda política venezolana contemporánea, misma que nutre casi permanentemente la historia política nacional. Sí, en efecto, la cadencia musical de “Los Panchos” provee también a nuestra histórica conflictividad política hispanoamericana, no solo del fondo trágico que sus ocurrencias tienen, cuando se trata de situaciones tumultuosas y atrabiliarias, sino cuando, “alegres” por su impronta, adquieren la naturaleza de verdadero “corrido mejicano”.

El Mar y el Cielo se ven igual de azules y en la distancia, parece que se unen…

 Al ritmo de la cadenciosa voz de “Los Panchos” comenzamos a transitar nuestra historia política contemporánea, específicamente desde 1936, año tumultuoso del gobierno del General Eleazar López Contreras. Luego de haber enfrentado un final de año (19 al 31 de diciembre de 1935) con 26 conflictos, que dieron como resultado algunos muertos y buen número de heridos, además de propiedad pública y privada saqueada y destruida, el General López enfrenta entonces la turbamulta de 14 de febrero de 1936, la manifestación vespertina multitudinaria de ese día y la recepción en Palacio de una comisión que le presenta un pliego de peticiones. A lo largo de esa apretada ocurrencia de sucesos, se han venido manifestando dos formas de “civilidad”, entendiendo por esta última denominación, aquel movimiento que aspira darle al país (y a su conducción) un peso “civil”  mucho mayor, esto es, una presencia de “civiles” que por oposición a los “militares” (que representan la dupla tiranía-despotismo) pudiese representar lo “más capaz e idóneo” para sacar al país del tutelaje castrense semifeudal en que ha estado por más de 40 años e introducirlo a la definitiva modernidad, era en la que, desde antes de las postrimerías del siglo XIX, ya vivían las naciones más civilizadas del continente.
Esas dos formas de civilidad bien pudiesen ser definidas como la Civilidad Democrática Conservadora y la Civilidad Democrática Radical. A la primera se adhiere lo más granado de la intelectualidad caraqueña, integrada  por artistas, literatos, afamados profesionales universitarios, pequeños y medianos comerciantes; a la segunda, estudiantes, líderes obreros de actuación colectiva clandestina, políticos de partidos proscritos (caso del entonces recientemente fundado Partido Comunista de Venezuela) y jóvenes líderes políticos en proceso de eclosión que sin tener militancia alguna, ya despuntaban en el firmamento, todavía vacío de estrellatos, en cuanto a líderes políticos nacionales.
La Civilidad Democrática Conservadora está dispuesta a negociar con el General López Contreras e incluso ayudarlo en su gestión de Transición, si con ello allana el camino hacia un gobierno democrático, pulcro en el manejo de los bienes nacionales y dispuesto a introducir elementos modernizantes en la conducción de la cosa pública. La Civilidad Democrática Radical no hace concesiones: la “Revolución” es su camino. López es un capitoste del Gomezalato y debe “morder el polvo” con sus “torturadores, carceleros y sigüises” quienes, junto a él, “deben sucumbir en sus ergástulas antes de echarlas abajo”. Dos expresiones de Civilidad que, como el mar y el cielo se ven igual de azules, y en la distancia parece que se unen, pero sus “agendas” son distintas y ambas las perseguirán con obstinación.

…Mejor es que recuerdes que el cielo siempre es cielo…

El General López Contreras logra que el Congreso Nacional (logro al que restan sus enemigos todo valor, al ser aquel una expresión artificial de un verdadero Poder Legislativo, tratándose los parlamentarios de funcionarios públicos al servicio del Ejecutivo y el Poder Judicial) apruebe un estatuto electoral para convocar a la población a la elección directa, secreta y universal del Poder Municipal, que luego de constituirse, deberá escoger de su seno los Diputados y Senadores que habrán de constituir a su vez un nuevo Congreso Nacional, cuerpo legislativo que, finalmente, tendrá la responsabilidad de elegir al próximo Presidente de la República para 1941. Mientras la Civilidad Democrática Conservadora se incorpora activamente a la campaña electoral que se inicia, a la difusión de sus “bondades” de cara al futuro e incluso alguno de sus más connotados representantes hacen parte del tren ejecutivo, la Civilidad Democrática Radical, en uso de una “doble agenda” participa con candidatos en el proceso electoral que se avecina, organiza partidos políticos, funda sindicatos y hace campaña, mientras, por debajo, organiza huelgas, una de ellas de carácter general, actividades tumultuarias y una paralización de la industria petrolera foránea, confesando más tarde por boca de sus más importantes dirigentes, que todas estas actividades tienen por objeto afectar la gobernabilidad nacional e incluso provocar el derrocamiento del General López.
Los comicios se realizan. Juan Oropeza, Gonzalo Barrios y Jóvito Villalba, relevantes figuras de la Civilidad Democrática Radical, son electos parlamentarios bajo el esquema expuesto en el párrafo anterior. Barrios y Oropeza como Diputados y Villalba, Senador, termina su elección siendo anulada por “haberse comprobado fehacientemente” su militancia comunista, expresamente prohibida por el inciso VI, del Artículo 32, de la Constitución Nacional reformada y vigente. El 13 de marzo de 1937, el Gobierno Nacional por intermedio de su Primer Mandatario, decreta la expulsión de 42 líderes de la Civilidad Radical (entre ellos, por supuesto, Barrios, Villalba y Oropeza) por la misma “flagrante violación” a un precepto constitucional, incompatible con el ejercicio pleno de los derechos políticos en el contexto de una “Democracia Moderna”. A pesar de su “doble agenda” la Civilidad Democrática Radical, tiene que recordar con amargura  que “…el cielo siempre es cielo…”

…Que nunca, nunca, nunca, el mar lo alcanzará…

Corre el mes de septiembre de 1945. El flamante partido Acción Democrática, llevado por su líder máximo y más importante fundador, Rómulo Betancourt Bello, celebra sus primeros cuatro años de vida política. Betancourt, vuelto a Venezuela luego de su exilio en 1939, para 1945 disfruta plenamente de sus derechos políticos, libre además de presión y apremio. AD es el partido que lidera buena parte del acontecer político nacional y es adversario contumaz del Partido Democrático Venezolano, el partido gobernante fundado por el General Isaías Medina Angarita. Betancourt, a espaldas de su militancia y en uso de la “doble agenda”, hace rato que ha hecho contacto con la Unión Militar Patriótica, un grupo de jóvenes oficiales del Ejército que, en la eventualidad de una rebelión contra el gobierno del General Isaías Medina Angarita, han propuesto al líder accióndemocratista asumir la Primera Magistratura Nacional. Rómulo hace uso eficiente de su ya referida “doble agenda”: por arriba participa en política, organizando mítines, dando conferencias, concediendo entrevistas, escribiendo en la prensa, buscando y juramentando prosélitos. Por debajo: preparándose con los  militares para el asalto al poder en la primera oportunidad que se presente.
El 19 de octubre de 1945, Betancourt, como resultado de una rebelión militar producida al borde de su aborto por accidente, es el flamante Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Emprende importantes reformas nacionales, bajo el apremio permanente de los militares, algunos de los cuales tratan de derrocarlo. Todo el tiempo ha hecho uso de la “doble agenda”; con sus adversarios políticos, por ejemplo COPEI; con sus contrapartes en las oligarquías aún no fenecidas;  con los grupos sociales y la Iglesia Católica: a todos los llama, por arriba, a cooperar, al entendimiento y la cooperación. Por debajo, su partido los presiona, los persigue y, en no pocas ocasiones, hace uso de la violencia política sin tasa y medida. A todo lo largo de su Trienio (1945-1948), aún después de electo el Maestro Rómulo Gallegos, primer Presidente Constitucional de la República por elección directa, universal y secreta de todos los venezolanos, Betancourt ha tratado de influir políticamente en las Fuerzas Armadas, generando a su interior una campaña soterrada de división. El 24 de noviembre de 1948, Betancourt, su partido y, tristemente, el Maestro Gallegos, como pasajero sin culpas directas en este buque de bandera difusamente filibustera, entienden con amargura que el cielo siempre será el cielo y “…nunca, nunca, nunca, el mar lo alcanzará…”  

“…permíteme igualarme con el cielo que a ti te corresponde ser el mar…”

Desde 1959 hasta su muerte en los inicios de los años 80, Rómulo utilizará su esquema de “doble agenda” tanto en las pugnas internas de su partido, donde enfrenta con éxito dos importantes divisiones, como con sus sempiternos enemigos “los comunistas”, quienes también en su larga confrontación con los adecos (y luego con los copeyanos) harán uso permanente de la “doble agenda”. Mientras por un lado “convocan al respeto por los derechos del pueblo” y “la integridad física de sus pacíficos militantes”, por el otro organizan rebeliones, asonadas, atentados y acciones de terror, que culminan en una abierta lucha armada contra los gobiernos sucesivos. En todo el tiempo que permanece en el poder la Democracia de Partidos, la “doble agenda” se ejerce contra sus enemigos “comunistas” y vencidos estos por la “persuasiva vía metálica”, ejercida mediante la repartición ingente de “plomo y  plata”, la usan los partidos consistentemente durante sus propias pugnas interpartidarias. Siempre quien tuvo el poder y vencida su contraparte mediante el esquema de la “doble agenda”, se “igualó al cielo” y su adversario, inexorablemente, “le correspondió ser el mar…”
Hoy estamos en una situación equivalente. El gobierno del Presidente Nicolás Maduro (y particularmente él) son obsesivos en el uso de la “doble agenda”. Tras innúmeras convocatorias a la paz, al respeto por “los derechos humanos” y, adicionalmente, en una letanía constante hacia el “respeto por el orden constitucional”, encarcelan, allanan, persiguen, ilegalizan y conculcan los derechos políticos tanto de la oposición política como de los venezolanos. Y sus contrapartes oposicionistas, en una súplica constante por la “integridad del hilo constitucional”, por debajo han organizado paros, golpes, sabotajes de diversa índole y acciones paramilitares en contubernio con sus “aliados por convención” del otro lado de la frontera occidental de Venezuela.
Cada uno, a su tiempo, sueña con culminar el bolero de “Los Panchos” con los dos últimos versos de su estrofa final:
“…permíteme igualarme con el cielo,
que a ti te corresponde ser el mar…

Mientras los venezolanos de a pie, siguen implorando al cielo por una solución y ahogándose en el mar de la incertidumbre, a l no ver ninguna esperanza a la vista. Mientras tanto en el cielo como en el mar, vuela y navega una excelente nave multipropósito: la sempiterna “doble agenda”…

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