4 de mayo de 2017

LA INCONTINENCIA TRIENAL…1945-1948.

1945 se inicia con una Constitución Nacional reformada. Sin embargo, aquella que en 1936 fuese sujeta de reforma para lograr la elección popular de los diputados, ahora, en 1945, reformada una vez más (a los fines de eliminar el inciso VI y separar la función parlamentaria de la función pública), sigue siendo insuficiente en sus contenidos para la civilidad democrática radical, llegando a ser calificada por Rómulo Betancourt, uno de sus más conocidos líderes políticos, como una “reforma chucuta”.

Betancourt viene insistiendo. desde 1931, que el sistema electoral consagrado en nuestros textos constitucionales, es un sistema “antidemocrático y contrahecho” que sirve al único propósito de “perpetuar en el poder a la misma oligarquía oprobiosa al servicio de los dictadores que hasta entonces nos gobiernan”. La libertad de elegir del pueblo venezolano, según afirma la civilidad democrática radical, no se consagrará definitivamente, hasta que no se le conceda el derecho al ejercicio del voto universal, directo y secreto, para la escogencia de sus representantes al Congreso Nacional y, muy especialmente, al Primer Mandatario Nacional. Y en esa cruzada se empeñan Betancourt y el partido que, hijo del Partido Democrático Nacional, viese la luz el 13 de septiembre de 1941: Acción Democrática, el partido del pueblo.

El 6 de mayo de 1945, Rómulo Betancourt dicta una de sus ya conocidas conferencias en el Teatro Olimpia, tribuna que viene utilizando Acción Democrática y su líder fundamental, para arengar y educar tanto a su militancia como al pueblo llano que se acercase hasta allí. Betancourt toca en aquella ocasión y en su discurso político, el tema esencial que ocupa las mentes y corazones de los políticos venezolanos en aquellas horas: la sucesión presidencial de 1946. Lo curioso es que aborda un “asunto interesante” y en cierto sentido “premonitorio”. Dice Betancourt entonces:

“El proceso de democratización de la conciencia nacional no se ha detenido, como ante una muralla china, en las puertas de los cuarteles. Y por la mente y el corazón de la oficialidad, de los cabos y de los soldados de la aviación, la infantería y la marina circula ese mismo anhelo de dignificación política y de superación democrática del país, presente en el pensamiento de los núcleos civiles de la población nacional.”[1]

Y luego de esta intervención, acota emocionado:

“Y es por todo esto que desde aquí quiero hacer una profecía. Orgulloso como venezolano de poder expresarme así de las fuerzas armadas de mi país: si fuere un civil el próximo Presidente de la República, tendrá en el Ejército apoyo sin regateos, respaldo sin reservas…”[2]

En este exordio, Betancourt asegura que por la mente y corazones del personal militar, corre también ese mismo anhelo de “de dignificación política y de superación democrática del país” vale decir, en cierto modo de “renovación”, acaso una misma aspiración que vemos “condensada” en el Acta Constitutiva de la Unión Militar Patriótica (UMP), la logia de jóvenes oficiales de las Fuerzas Armadas Nacionales que, al interior de cuarteles, naves y aeronaves militares, se ha ido formando con ocasión del creciente malestar que se está dando al interior de la Institución Armada respecto de su funcionamiento, apresto operacional y desarrollo profesional. En el Acta constitutiva de esa asociación, que sirve al propósito de su secreta juramentación, dicen los oficiales comprometidos allí:

“…haciendo profesión de fe democrática y declarando enfáticamente que no defendemos intereses personales ni de clase y que propiciamos la formación de un gobierno que tenga por base el voto universal y directo de la ciudadanía venezolana, una reforma de la Constitución que sea asimismo expresión de la voluntad nacional…”.

La “fe democrática” a la que se refieren los oficiales de la UMP, acaso sea la misma “encendida fe democrática” que Rómulo Betancourt menciona con insistencia en sus intervenciones públicas o tal vez se trate de un discurso político equivalente que sugiere la identidad, también política, de ese discurso para ese específico tiempo histórico o bien como creencia sentida o como subterfugio discursivo de los jefes militares de la logia, a los fines de abarcar la mayor cantidad de “adhesiones” al hacer referencia a un concepto “sentido” y “emotivamente” vinculado a un amplio sector de la población, del que no pueden sustraerse los militares profesionales. Al propio tiempo, la referencia a una “reforma de la Constitución que sea reflejo de la voluntad nacional”, así como “la formación de un gobierno que tenga por base el voto universal y directo de la ciudadanía”, constituyen actos de habla que coinciden completamente con las más difundidas aspiraciones de la civilidad democrática radical, más específicamente, de Rómulo Betancourt y el partido Acción Democrática.

Pero lo que más llama la atención es ese “giro premonitorio” que hace Betancourt en su discurso, más específicamente, en un acto de habla ilocucionariamente muy preciso: “…si fuere un civil el próximo Presidente de la República, tendrá en el Ejército apoyo sin regateos, respaldo sin reservas…” Betancourt no dice “tendrá en las Fuerzas Armadas”, aunque breves instantes antes menciona el “legítimo orgullo” de expresarse así de “ellas”; el líder político habla específicamente del “Ejército”, afirmando categórico su apoyo “sin regateos” y respaldo “sin reservas”. La Unión Militar Patriótica tiene su origen en el Ejército y es dirigida por oficiales profesionales, activos y efectivos precisamente en el Ejército[3]. El 19 de octubre de ese mismo año, siendo las ocho de la noche de ese día, Rómulo Betancourt Bello es Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, luego que la UMP promoviera una rebelión militar que trajese como consecuencia la renuncia del General Isaías Medina Angarita a la Presidencia Constitucional de la República de Venezuela. Es, por consecuencia, Presidente de facto, atentando de hecho contra la Constitución Nacional vigente para el año 1945. La “superación democrática” y la “encendida fe democrática” parecen haber quedado de lado al momento de tomar esta decisión evidentemente “no constitucional” y para nada “democrática”; tal vez, se trate de un caso de incontinencia política o de la incontinente conveniencia política de la ocasión.

Por supuesto que un nuevo “orden político de cosas” exige su correspondiente Constitución Nacional. Si las reformas sucesivas resultaban “chucutas” e insuficientes para la “civilidad democrática radical”, de la cual Rómulo Betancourt era líder connotado, ahora, con más razón, se hace indispensable su acometimiento. Y así lo hace saber en las primeras de cambio, el 19 de octubre de 1945, al sugerir la implantación del voto directo, universal y secreto para la escogencia del Primer Magistrado Nacional, fórmula inexistente en la Constitución Nacional vigente para ese año:

“El pueblo venezolano, todas las clases sociales democráticas de la Nación, nos respaldarán con su fervor solidario; y ese respaldo hará posible el logro de nuestro objetivo central como Gobierno Provisional: garantizar unas elecciones libérrimas, sin imposición ni parcialización ejecutivista por ninguna de las corrientes en pugna, para que de las limpias manos del pueblo surja un Presidente de la República, lealmente asistido de la confianza nacional.”[4]

Así las cosas, los miembros de la Junta anuncian la convocatoria a una Asamblea Constituyente que permita la redacción y aprobación de una nueva Constitución, destinada esencialmente a la fundación de un Estado democrático. Posteriormente y con arreglo al nuevo orden constitucional, proceder a la convocatoria a un proceso electoral que permita la elección libre, directa y secreta del Primer Mandatario Nacional. Finalmente, los miembros de la Junta renuncian a su derecho a presentarse como candidatos al proceso electoral, que termine realizándose para la escogencia del Presidente Constitucional de la República de Venezuela.

 Las elecciones a la Asamblea Constituyente tienen lugar al filo postrimero de un tumultuoso 1946, entre intentos de golpe y crecientes acusaciones hacia el partido Acción Democrática, por la comisión reiterada de la concusión y el cohecho en el ejercicio de la función pública, así como del uso de la violencia política como arma consistente en la pugna interpartidaria cotidiana. Aun así, AD obtiene la mayoría en el cuerpo constituyente, luego de acumular 1.099.601 votos a favor, correspondiéndole la Presidencia y recayendo esta en el Doctor Andrés Eloy Blanco. En 1947 es aprobada la Constitución de la República por parte de la Asamblea Constituyente, organismo colegiado que además de reconocer a la Junta sus poderes, hasta que se realice el proceso electoral correspondiente, logra se consagre el voto directo, universal y secreto, el derecho a la sindicalización y la tierra para quien la trabaje, así como esenciales garantías laborales a los trabajadores, mediante la reforma de la Ley del Trabajo, misma que se realiza en el marco de las propias sesiones de la Asamblea. Sobre el particular, escribe Rómulo Betancourt, en su afamado libro titulado “Venezuela, política y petróleo”:

“La Asamblea Constituyente reformó también la Ley del Trabajo. Esas reformas se orientaron a procurar la estabilidad en el trabajo y garantizar el ejercicio al derecho de sindicación (…) se estableció el “auxilio de censatía” que se pagaba, además de la prima de antigüedad, en todos aquellos casos en los que el trabajador fuera despedido sin causa justificada o se retirara por causa justificada (…) Se establecieron también el pago remunerado de un día de descanso semanal (domingo) y el 1° de mayo, declarado fecha oficial del trabajo; y se fijó una prima de un 20% por lo menos, sobre el trabajo diurno para el que rendía en horas de la noche. Y se colocó “bajo protección del Estado” a los trabajadores que manifestaran al patrono, por la vía jurisdiccional correspondiente, su propósito de organizar un sindicato.”[5]

Con independencia de tratarse de la primera Constitución Nacional imaginada, discutida, redactada y aprobada en Asamblea Constituyente durante el siglo XX venezolano, con ella sumamos desde 1936, la segunda Constitución en el tracto de once años. Partimos ese año con la Constitución reformada de 1935. En 1944 volvimos a reformarla, para lograr la Constitución de 1945 y ahora, en 1947, queda sin efecto la de 1945, al tratarse este tiempo histórico de un “nuevo orden democrático y revolucionario”. Al sancionarse, tanto el Presidente de la Asamblea como el Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, hacen loas a su “perfección” y la bautizan como “la más moderna y última realización constitucional venezolana”, la misma que tendrá “la honra” de conducir al pueblo y a la Patria por la senda de la democracia, por supuesto con la consabida locución de esperanzadora intencionalidad teleológica “en los años por venir”. La estulticia política partidaria, la incomodidad militar no resuelta y una suerte de decepción popular, unida a intereses pecuniarios de viejas y nuevas oligarquías no sintonizadas, darán al traste con esta nueva experiencia constitucional. En 1948, una nueva incontinencia hará de las suyas: sonará la clarinada mañanera para la asonada militar, mientras para esta Constitución Nacional “democrática y revolucionaria”, que contemplaba la eternidad en 1947, sonará el clarín postrero del toque de silencio…




[1] Suárez Figueroa, Naudy; Rómulo Betancourt. Escritos Políticos.1931-1986. FUNDACIÓN RÓMULO BETANCOURT. Caracas, 1998. Pág.171.
[2] Suárez Figueroa…Op.Cit…Pág.171.
[3] De hecho Rómulo Betancourt reconocerá, años más tarde, haber recibido del entonces Mayor Marcos Pérez Jiménez, líder de la UMP junto al Mayor Julio César Vargas Cárdenas, el ofrecimiento de ser Presidente de la República, ante la eventualidad de una rebelión militar. Betancourt afirmó haber sostenido una reunión secreta con los oficiales antes mencionados, en la casa de habitación del Doctor Edmundo Fernández, a principios de junio de 1945, pero la conferencia del Teatro Olimpia la realiza un mes antes.
[4] Mensaje radial de la Junta Revolucionaria de Gobierno, dirigido al país por el Presidente Provisional Rómulo Betancourt, el 19 de octubre de 1945. Catalá, José Agustín; Papeles de Archivo. 1945-1947. Del Golpe Militar a la Constituyente. Cuaderno Nª9. CENTAURO. Caracas, 1992. Pág. 109.
[5] Betancourt, Rómulo; Venezuela, política y petróleo. SEIX BARRAL. Barcelona, 1979; Pág.263.

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